
Hace no más de cinco años Colombia redescubrió a Tomás González, y hubo de todo y para todos: Norma rediseñó sus libros y los presentó en sociedad con pompa y bulla, un poco para tapar el olvido en que había tenido esos libros y a ese autor durante más de diez años. Arcadia y Pie de Página le dedicaron páginas y especiales. Los que ya lo conocían, muy pocos, se sintieron privilegiados y nos miraron por encima del hombro a los que apenas llegábamos a su prosa.
Que definen como seca, económica, contenida y todos esos epítetos que se lleva la prosa moderna. Sí, es todo eso y otras cosas, pero sobre todo la de Tomás González es una prosa efectiva: él no te cuenta una historia sino que te hace un reporte de ella. Y es increíble lo que logra, porque esa prosa contenida y etcétera contrasta con las historias, que son tropicales y barrocas y desbocadas. Ahí están los cinco cuentos de El rey del Honka Monka, sobre todo el que le da título al volumen. Ahí está Primero estaba el mar y Los caballitos del diablo. Pasan cosas en las historias de González, y él hace el reporte muy juicioso. En últimas no te deja salir de la página, que es de lo que se trata la buena literatura.
Es de subir las cejas la manera en que las regiones del país se dejan ver en sus páginas con tal economía de recursos. La costa caribe embadurna y recalienta en cada página de Primero estaba el mar. El desparpajo y la buena onda del Valle del Cauca se salen de “Historia del rey del Honka Monka”, igual otros lugares en otros cuentos de ese volumen. ¿Qué cómo le hace? Léalo, ¿qué más le puedo decir? Cualquiera de sus libros, pero mejor todos: en cuestiones de lectura la gula es virtud.
Comentarios