Cuando las personas hablan como los libros pasan por pedantes o por intelectuales sosos de gato, pipa y bufanda. Y cuando los personajes de los libros hablan como los libros simplemente no son creíbles. Nadie habla en aforismos o epigramas: eso se lo pasa uno a personajes de Oscar Wilde o de Nabokov, no a gente que se mueve por las mismas calles de uno, aquí y ahora, en el Medellín de este siglo. Como los personajes de esta novela.
El protagonista y narrador, Víctor Yugo, y su amigo Gallemo hablan en aforismos, y dan pereza. Pero no sólo ellos, que tienen formación literaria: una golfita de “barrio proleto” explica qué es un oxímoron, un taxista de Medellín, jíbaro además, se suelta por ahí esta perla: “Salió con rumbo incierto y una certera bala extinguió la luz de su existencia” (p. 105). Un sicario se llama Jonathan Porfirio, y aclara luego de las presentaciones: “Jonathan por Jonathan Swift, el de Gulliver (p. 125): no me crean tan pendejo.
Pero cuando Yugo se dedica a contar la historia, las historias, o intenta trazar su mapa de Medellín, esta novela se deja leer. Cuando los personajes se callan la boca y el narrador no está ocupado en mostrar su propia inteligencia uno hasta se divierte con sus ocurrencias. Sin embargo dura poco la dicha, porque en medio de alguna reflexión simpática —Gardel vivo en Medellín, Felipe Pirela vivo en Medellín, Pablo Escobar vivito y coleando en Medellín, por poner tres tópicos que se desarrollan con gracia—, los personajes o el narrador regresan con su tonito de clase de postgrado, y quiere uno hacer lo que hacía en una cafetería de la universidad cuando dos estudiantes de filosofía se sentaban en la mesa del lado: cambiar de sitio.
La comencé una vez y no pasé de la página 37, abrumado por el tono sapiencial de narrador y personajes. Se la pasé a Burgos, disciplinado lector, y me la devolvió un par de semanas después negando con la cabeza: “Hombre, no…”. Mientras hago tiempo para que no se me acabe Aitana, de Germán Espinosa, que me tiene fascinado, volví a tomar esta novela y la terminé entre molesto y complacido. No sé, habiendo tanto para leer y tan poco tiempo, creo que si un amigo poco lector me preguntara le recomendaría otro libro. Si está en mood contemporáneo, colombiano y Norma le diría que leyera más bien Coleccionistas de polvos raros, de Pilar Quintana. Al menos allí los personajes no le tiran a uno en la cara su inteligencia y vastos conocimientos sobre todo: el que es proleto es proleto y el que es mafioso es mafioso, y nadie está soltando cada tres páginas definiciones de diccionario.
Esteban Carlos Mejía, I love you putamente, Bogotá, Norma, 2007.
Comentarios
Un poca extraña esa restricción. Nabokov hablaba sobre personajes relativamente contemporaneos a él y los ponía a hablar en epigramas por las mismas calles del campus town en Ithaca donde caminaba. O esos pueblos perdidos en el midwest. Naturalmente nadie habla así, ¿pero por qué aceptarlo cuando es en inglés en un pueblo gringo y rechazarlo cuando ocurre en la ciudad donde uno creció?
Tal vez Mejía no lo logre, pero que se puede, se puede, y bien hecho debe ser hasta divertido.
Pero, como siempre: el buen libro siempre es encontrado. El malo, y no lo digo que esto sea, aunque bien puede ser que lo comience a pensar, pues, no es asunto de escritura.
Comparto los planteamientos sobre la novela. Una mañana enfermo me quede en casa y me meti las primeras 5o páginas. Demasiado local la historia y sobretodo la construcción de los diálogos algo repetitiva.
Felicitaciones por el blog
me reí bastante leyendo esto.
Obviamente, no me la leeré.
¿Qué es eso de que la gente no habla a través de aforismos? ¿Es que nunca han estado en una universidad pública?
Se trataría de darle el beneficio de la duda a nuestro país y sus historias.... ¡qué prejuiciosos!...
Cómo si ese taxista jíbaro o ese sicario no hubieran podido ingresar en una universidad pública y saber lo que sabían... ¡cómo si conocer a Jhonatan Swift fuera un privilegio de unos cuántos!
¿Dónde vive el que escribió esta reseña? ¿En una reserva estatal para los que se rehúsan a vivir la realidad de su país?
De una u otra manera la gente busca hacer catarsis y nadie le debe decir cómo, cuándo o dónde, la idea es simplemente permitirse ser y hacer y no vivir pendiente de que hacen o dejan de hacer (bien o mal) y con que intenciones lo hacen, eso solo lo saben ellos!
Habrán personas que lo podrán disfrutar, entonces me parece una real pendejada condicionarlas... simplemente por que nuestra percepción no fue lo suficientemente abierta para captar los diferentes detalles y hacer un análisis o una lectura diferente de las circunstancias que se plantean en cualquier situación!
Entonces esto también se convierte en una invitación a
reformular-NOS...
¿Cómo vas a hacer eso que tú llamas reseña, de un libro que ni siquiera has leído?
Abre la mente cachorrito, y entenderás la transubstanciación. holística.
O simplemente te recomiendo que te metas a esta página: http://rae.es/
"aplaudo a los ignorantes por su estado de llenura" nada los tortura y lo mejor no hacen daño por que son fáciles de ignorar