
Este volumen recoge una colección de seis cuentos que transcurren todos el día de la inauguración del Megacentro Babilonia, un centro comercial inmenso ubicado en una ciudad cualquiera. Sus personajes pasan de un cuento a otro, o bien aparecen como centrales en un relato y como referencias tangenciales en otro. El estilo de todos los cuentos es seco, austero, con predominio de los diálogos directos. Cuando están bien hechos, los diálogos permiten ver la idiosincrasia de los personajes, pero esto sucede muy pocas veces en esta colección, y más bien se convierten aquí en el reporte de conversaciones poco trascendentes.
Uno puede muy bien pasar por encima de los cuatro primeros cuentos de este libro: poco aportan a un alimenticio rato de lectura y al aprecio de éste, un escritor disciplinado, informado y competente. Del primero, “Con Sandra en El HIP” lo más rescatable es ese perfil que traza de una ecofeminista (el término se lo oí a Jorge Volpi): una de esas insoportables mujeres responsables por el ambiente y combativas en la permanente afirmación de su género.
De resto, olvidable, como los otros que le siguen hasta llegar al quinto cuento de la serie, “El nombre del bar”, que reúne dos momentos históricos diferentes con maestría y con rasgos de humor fino: “Entonces apareció Rosaura. Era como su nombre: bonita pero fea, clásica pero cursi, la trasgresión de que una muchacha de veinte años se llame así pero también la anacronía” (p. 80). Ya el último cuento es el mejor de todos: en él tres personajes planean un golpe al centro comercial. El relato presenta un informe de lo que va pasando con el plan en horas determinadas del día: muy bien armado y lleno de suspenso.
Excepto esos dos últimos cuentos, este libro me deja un saborcito amargo. Pero ese saborcito no me baja la estima —o mejor, el interés— que tengo hacia este escritor: creo que vale la pena tenerlo entre ojos, leerlo. Es ágil, rápido, inteligente, como mencioné en otro comentario de este blog. Pero sí me pone a mirar con sospecha el Premio de Cuento de la Universidad de Antioquia, que se ganó Hotel en Shangri-Lá en el 2002. Aunque bueno, en últimas los premios no son infalibles: Mario Mendoza se ganó el alguna vez prestigioso Seix Barral con Satanás, una novela pésima.
Octavio Escobar Giraldo, Hotel en Shangri-Lá, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2004, 112 páginas.
Uno puede muy bien pasar por encima de los cuatro primeros cuentos de este libro: poco aportan a un alimenticio rato de lectura y al aprecio de éste, un escritor disciplinado, informado y competente. Del primero, “Con Sandra en El HIP” lo más rescatable es ese perfil que traza de una ecofeminista (el término se lo oí a Jorge Volpi): una de esas insoportables mujeres responsables por el ambiente y combativas en la permanente afirmación de su género.
De resto, olvidable, como los otros que le siguen hasta llegar al quinto cuento de la serie, “El nombre del bar”, que reúne dos momentos históricos diferentes con maestría y con rasgos de humor fino: “Entonces apareció Rosaura. Era como su nombre: bonita pero fea, clásica pero cursi, la trasgresión de que una muchacha de veinte años se llame así pero también la anacronía” (p. 80). Ya el último cuento es el mejor de todos: en él tres personajes planean un golpe al centro comercial. El relato presenta un informe de lo que va pasando con el plan en horas determinadas del día: muy bien armado y lleno de suspenso.
Excepto esos dos últimos cuentos, este libro me deja un saborcito amargo. Pero ese saborcito no me baja la estima —o mejor, el interés— que tengo hacia este escritor: creo que vale la pena tenerlo entre ojos, leerlo. Es ágil, rápido, inteligente, como mencioné en otro comentario de este blog. Pero sí me pone a mirar con sospecha el Premio de Cuento de la Universidad de Antioquia, que se ganó Hotel en Shangri-Lá en el 2002. Aunque bueno, en últimas los premios no son infalibles: Mario Mendoza se ganó el alguna vez prestigioso Seix Barral con Satanás, una novela pésima.
Octavio Escobar Giraldo, Hotel en Shangri-Lá, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2004, 112 páginas.
Comentarios
abrazos!
Carlos Vallejo