
En todos sus libros, en sus columnas, en su trato, Héctor Abad exhibe dos valores en desuso: la cortesía y la buena conversación. Leyéndolo, tratándolo, uno puede decir que Héctor es delicado. Pero no se crea por esto que estoy hablando de Ned Flanders o del padre Marianito: Héctor es cortés y delicado pero a la vez es enérgico y directo. Les dice a las cosas por su nombre, y entabla no pocas discusiones con vivos y muertos, con poderosos y menesterosos, con ideas y con libros. Pero siempre lo hace en tono conversado, cálido.
En estos ensayos Héctor conversa con un montón de gente: Aristóteles, Karl Kraus, Nietszche, Elías Caneti, Montesquieu, Enzensberger, Cervantes, Claudio Magris, Thomas Mann, Newton, sus queridos Antonio Machado y Quevedo, Lichtenberg, Oscar Wilde, y paro aquí. Con semejante lista se podrá pensar qué jartera, debe ser un ladrillo lleno de citas y referencias y guiños eruditos. Pero no: Héctor pocas veces usa palabras raras, latinajos o expresiones en otro idioma, y si los suelta por ahí no se demora mucho en iluminarlos con la definición o la traducción precisa. Pura y medieval cortesía. Así hable de temas que podrían parecer ariscos, como sus queridos sonetos, el verso endecasílabo o Chateaubriand, Héctor habla para usted, el señor del saco azul y para usted, rubia de la cuarta fila.
Su sintaxis también es amigable, de andar por casa: frases poderosas, efectivas, trabajadas, brillantes y siempre claras, con un ritmo sabroso. Es que Héctor predica y aplica: algunos de estos ensayos —“Apuntes sobre el proceso creativo”, “Trece tesis sobre periodismo y literatura”, “Dogma, doxa y episteme”— tratan el oficio de escritor, de columnista, de opinador y ficcionador, y por aquí y por allí comparte sus principios rectores. Sólo lo voy a citar esta vez: “El trabajo del escritor no está hecho solamente de inspiración y exaltación creativa; buena parte del tiempo la escritura consiste en una paciente carpintería que lima rugosidades, pule contornos poco delineados, quita o añade relieves, esconde junturas, precisa ideas, vuelve eufónicas las cacofonías, amplía escenas y diálogos, elimina aburrimientos, desvíos y distracciones” (p. 35). Cuando lean el libro no se van a dar cuenta de esta paciente carpintería, porque cuando una pieza está bien hecha no se notan las costuras. Héctor nos anuncia sus digresiones, y si no lo hace de manera explícita nos lleva de la mano con suavidad por los ires y venires de sus reflexiones. En estos ensayos no tenemos pierde.
En el capítulo creo que 25 o 26 del Quijote don Alonso se suelta uno de los confites cándidos que tanto se encuentran en esa que es la mejor novela escrita en español: “el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Héctor ha leído mucho y ha andado mucho, y en este libro comparte caminos y lecturas con nosotros.
Lo que tengo que decir sobre este libro es que está muy bueno. Y no me voy a detener en argumentos peregrinos: cómprenlo y léanlo. Primero porque como dije está muy bien escrito. Segundo porque los temas son variadísimos: las formas del matrimonio y el amor, las formas de la pereza, las formas de la lectura y la escritura, las formas de la globalización (“globalización MacDonlad's” y “globalización Google”), las telenovelas y la televisión y por qué es tan malo Paulo Coelho. Héctor aquí actualiza los clásicos, los llena de vida: para poner sólo un ejemplo, una frase de Aristóteles le sirve para diferenciar periodismo y literatura. Tercero, porque está muy bien editado, creo que no tiene un solo error desde la sorpresiva carátula hasta el colofón. Y ya no tengo nada más para decir, sólo repetir: cómprenlo y léanlo.
Héctor Abad Faciolince, Las formas de la pereza, Bogotá, Aguilar, 2007, 218 páginas.
Comentarios
Andrés M.
En el Olvido que seremos hay una parte, casi al margen de la historia principal, donde describe un grupo de rezadores del rosario, lleno de ancianos y contrahechos, que me pareció de ataque. Este retrato mostrenco, tipo Quevedo, para mí explica muchas cosas del lugar de donde venimos varios en este blog.
¿Y qué tal la historia de la hermanita? Un novela aparte podría haber sido sin ningún problema.
Andrés M.
que bueno cami que invités aquí a leerlo.
la negra
¿Nos enviarias un mensaje cn la dirección del blog correcta? Lo esperamos
Saludos
Natalia Book
http://nataliabook.blogspot.com
Leí su comentario en mi blog y he de decir que me alegra que le haya gustado la reseña, no por la reseña en sí, sino porque de lo que se trata es de inquietar a alguien con un autor y me alegra haberlo conseguido con usted con respecto a Sorela.
Más que inquietante, Sorela es un autor que a mi me tiene fascinada, llevo 3 libros suyos en fila (Ya verás, Ladrón de árboles y Trampas para estrellas) y siento que es una pena que no se conozca mucho más en Colombia ni en otros lugares. Tiene una mirada poética extraordinaria, además de una manera de mirar bastante peculiar. Le recomiendo mucho Ya verás, que está en Alfaguara
Lo espero de vuelta por el blog... Yo confieso que ya pasaba por aquí a menudo, pero sin comentar… a veces lo de lector invisible me parece interesante.
Saludos!
Juliana
Ay, ay, ay.
yo confieso ante dios todopoderoso, y ante vosotros, demás lagartos, amén.