
Todavía no me la creo. El autor de esta novela es un brillante editor que desde hace dos años trabaja en Arcadia, una revista de periodismo cultural que, con poquísimas excepciones, con cada número está más buena. También es un despierto y ameno comentarista de libros todos los domingos en el periódico El Espectador. Es pues un lector de oficio, lector y comentarista por igual de manuscritos y de libros publicados. Por eso todavía no puedo creer que con su propia novela haya hecho elecciones tan pomposamente desacertadas.
La historia pintaba bien: el divorcio de un matrimonio de clase media contado desde la perspectiva de uno de los hijos. Pero aquí, en la elección del narrador, estuvo el primer desacierto. Quizá la decisión más difícil para un escritor es encontrar a su narrador. Que puede ser cualquiera, o cualquier cosa —¿no es en una novela César Aira donde el narrador es un tumor cerebral? ¿En cuál es?—, pero una vez decidido debe sostenerse, ser creíble, verosímil. Y Pablo, el narrador de Todo pasa pronto, no es verosímil. Un niño de diez años no dice ni piensa de esta manera: “De un momento a otro todo se quedaba en silencio. Podían oírse el aleteo de los pájaros, el viento acariciando los pinos, el agua corriendo por el caño; durante un minuto podía escucharse el silencio del mundo hasta que alguien tosía, o una voz interrumpía mi momento preferido del día” (p. 85). Ese no es un niño de diez años. Y la decisión de incluir una paginita al final donde se nos dice que “Hoy es 1 de agosto de 2002 y hoy es también 13 de noviembre de 1982: el tiempo ha encontrado su orden” (p. 204) ya no sólo es desacertada, sino tramposa con el lector: durante 200 páginas se nos ha hecho creer que habla y piensa el niño en el momento en que suceden los acontecimientos. Y con esto no quiero decir que la leí hasta el final: lo siento mucho, pero esta novela se me cayó varias veces de las manos, a mí y a cuatro buenos lectores que conozco. Tuve que saltarme muchas páginas.
Alfaguara acostumbra poner en la contracubierta un comentario de la obra y extractos de su contenido, pero en esta hay dos comentarios de personas reconocidas en el medio literario: Marianne Ponsford, la directora de (ojo) Arcadia y Hugo Chaparro. Ella es también una lectora muy juiciosa, quizá haya visto en esta novela valores que no pude ver (no quiero creer que haya avalado esta obra sólo porque trabaja con el autor). De Hugo Chaparro no me sorprende el comentario elogioso: él es un tipo muy generoso y siempre tiende a ver el vaso medio lleno. ¿Por qué comentarios de lectores, y no citas del contenido? ¿No estaban muy seguros de la valía de esta novela?
Tantas preguntas... es que todavía no entiendo las razones que tuvieron la editorial y el autor para publicar esta obra. ¿Habrá presiones muy fuertes en el medio literario colombiano para que sus dolientes publiquen novelas? ¿Si uno no tiene una novela publicada no es nadie, o es menos? Bueno, yo no tengo una novela publicada y no pienso publicar una en los próximos años, y quizá por eso se me escaparon sutilezas, no pude apreciar aquí aspectos destacados diferentes al cuidado en la escritura y una que otra referencia divertida a la vida colombiana en los ochenta. Pero en últimas me aburrí como un hongo leyendo Todo pasa pronto. Me encantaría que alguien me contradijera, o me hiciera ver otros valores de esta obra.
Juan David Correa, Todo pasa pronto, Bogotá, Alfaguara, 2007, 206 páginas.
Comentarios
Al contrario, Camilo: Si uno es alguien, o es "más", puede publicar novelas. Sin cartas de presentación y buenos contactos en el estrecho círculo cultural nacional, jodido.
lo que dice el viento en su canción
Ah Willito dime tú
por qué llovió por qué nevó
Dime por qué otra vez te leí
dime por qué yo soy tan feliz
ah Willito, nunca yo de tí me alejaré
Ah Willito dime tú
el empeliculado vuelve a hablar
ah Willito dime tu
por qué la luna ya se va
Heidi.
Heidi (la verdadera)
Y a propósito de relaciones cinematográficas, hay una película, que aunque no tiene nada que ver, se me pareció mucho a algunas atmósferas de McCarthy: The proposition ("Propuesta de muerte" en Blockbuster en Colombia), un western en Australia que escribió Nick Cave.
Burgos.
No he leído a Cormac McCarthy... aunque la descripción de Burgos me llama la atención.
uf, descansé
Advertencia: No pertenezco a este mundo de los libros como todos ustedes, pero resulta que acabo de leer este libro, y aunque no sea el más indicado para hacerlo, quisiera opinar. Gracias. :)
Compré el libro porque sí, sin que me lo hubieran recomendado, sin saber quién era este señor ni qué hacía ni de dónde era. Necesitaba algo que me entretuviera, pues se aproximaba un viaje de cinco horas.
No fue tanto porque sí, la verdad. El título me llamó la atención, y más lo hizo el fragmento escrito en la contraportada ["Son las dos y cinco minutos. Tengo diez años, dos horas, cinco minutos y veinte segundos. Además tengo la boca seca, la almohada está humenda y huele a babas. Vuelvo a tener miedo"]. De pronto me sentí a gusto con la manera de escribir del señor Correa, y aunque es raro que un niño de diez años hable y piense de la manera en que Pablo lo hace [también pensé que estaba contando las cosas a medida que pasaban], no fue algo que me molestara. Hay momentos en los que el autor se pierde dando descripciones no tan necesarias dentro de la historia, pero siempre me mantuve cautivo. Me mantuvo cautivo la curiosidad de Pablo, y lo que pensaba de la gente. Tal vez por eso me gustó la novela, porque Pablo se parece a mí. No en lo curioso, sino en lo otro, pero eso no les importa, ¿cierto?
Después de todo, es la primera novela de este señor. No deberían darle tan duro.
Atentamente,
un joven tímido de 19 años.