
En entrevistas, mesas de bar y eventos públicos Víctor Gaviria ha repetido que el cine se le apareció de casualidad, que lo que él quería era ser escritor. Cuando salió del colegio Calazans de Medellín su papá le regaló los cuentos completos de Hans Christian Andersen en la bella edición de Aguilar, y Víctor se los tragó enteros. Sin haber escrito antes una línea se dedicó a componer relatos y poemas. Luego vendrían sus colaboraciones en la revista Acuarimántima, con José Manuel Arango y publicaciones tempranas muy hermosas (El pulso del cartógrafo, entre otras). Un premio para hacer el mediometraje Habitantes de la noche puso las imágenes en movimiento en su camino, y luego vendrían ese retrato generacional que es Rodrigo D., La vendedora de rosas (basada en “La vendedora de cerillas” de su querido Andersen) y Sumas y restas. Gustándome mucho sus películas, particularmente considero a Víctor más un poeta que un director. Cuando se lo dije apenas se rio, no sé si porque estaba de acuerdo o porque le dio rabiecita el comentario. En fin, a continuación cinco poemas como para antojar a los lectores de el ojo en la paja.
Como es época de Navidad…
Como es época de Navidad, he reunido
todos los juguetes que han llegado a la casa
con esa alegría nerviosa de la pólvora
que se apaga,
y les he preguntado seriamente, como si no se tratara
de juguetes:
“¿servirán ustedes para algo
más que estar descompuestos y tristemente
postrados, enfermos o tan simples
como algunas personas que conozco, que ni musitan
ninguna palabra nueva?”.
Pero como no quiero tratarlos con arrogancia,
como se trata a todo lo elemental y a los
elementales de la vida, les pregunto
de verdad:
¿me ayudarán ustedes a tener mi hijos
ocupados en algo durante
estos innumerables días del año, hipnotizados y
obsesionados con ustedes como si se tratara
de un amor?,
¿les servirán ustedes de refugio como la puerta
cuando alguien se esconde detrás de ella?,
¿les servirán, por favor, ustedes a mis hijos
para que el tiempo ingrato no juegue con ellos…?
Cuántas lágrimas…
Cuántas lágrimas se desperdician en los cines
o en los libros, o aun las lágrimas espontáneas
de los aficionados al fútbol cuando se reúnen por millares.
Porque cuando salen del cine, o dejan a un lado los libros, o se
separan de la multitud,
los hombres y mujeres miran las calles con ojos secos
que lo hacen todo transitorio:
¿para dónde van tan de prisa,
pensando en otras cosas?
Van hablando con ellos mismos
el diálogo del que no pregunta nada
ni nada responde.
Lluvia, agua humilde del cielo,
hazme blando como esta tierra.
Los días del olvidadizo
Mi locura es antes que todo el desorden de las cosas que acumulan los años:
me hacen bajar los brazos de desánimo verdadero,
y no sé qué está primero,
si el día de ayer o el de mañana, si este pensamiento minúsculo
como el polvo de oro de la tarde
envasado en la penumbra del cajón,
o las cartas de amor que prometí.
¿Quién está primero o último?
Necesito el costal del indigente donde guarda sus cosas primordiales,
todas en orden, cualquiera sea el lugar,
o el costal del ladrón antiguo que saltaba los patios
y que desconoce el tesoro que reunió en la oscuridad.
Necesito una mesa tan grande como la arboleda de mi primer colegio,
una mesa de fiebre que no tiene bordes
para que estén todas las cosas-novias
de mis días de olvidadizo, unas junto a las otras
como un herbario sin clasificar, como un rastrojo saludable,
donde mis cosas estén bajo la misma dulce mirada del Dios de
los reblujos,
que iguala el valor de las cosas dispares
como si se tratara de hombres.
Autobiografía
Este es un tiempo muy especial, que no encuentro cómo describir:
tiempo en el que nadie devuelve lo que le prestan,
tiempo en que todos toman souvenirs de las casas que visitan,
como si se tratara de museos y recintos de personas famosas e importantes.
Tiempo en el que cada cual trabaja para su orgullo,
aun en los días de fiesta o en las noches,
guardándose alguna lámina, un anillo, o libros,
o una fruta silvestre del frutero,
alguna cosa, con tal de no perder el tiempo,
de salir con algo nuevo y agregado a la calle,
con tal de no salir como entraron. Tiempo
de los aprovechados, tiempo raro que tuerce las buenas intenciones.
¿O están tan pobres de cosas ajenas,
tan decepcionados y cansados de lo propio,
que necesitan un secreto que no sea suyo?
Cuando presto algo
me despido de mis cosas que presto,
porque sé que quien las recibe se olvida enseguida a quién pertenecen.
Llevan cosas de otros y las encierran en casa
como herencias antiguas. Reciben favores
y no los devuelven. Reciben del celo
por los patios porosos, por las ventanas de aire y luz,
reciben tantas cosas,
pero ellos apenas devuelven los saludos y las buenas noches al
despedirse de las fiestas.
¿Dónde están todos los libros y las revistas que presté?
Navajas, semillas, pipas de agua, separadores,
fósforos y cigarrillos de colección,
y alguna foto en donde estoy abrazado al ladrón…
¿Dónde está todo lo que di en estos años
y nadie me devolvió ni cambió
por otra cosa más hermosa?
La novia que no duerme
Hay muchas clases de reinos.
Entre los más pobres hay algunos que superan a los demás
en pobreza, llevan con una alegría inusual su saco y su
sombrero agujereados,
su espíritu a prueba de todo resplandece
con el simple paso del tiempo…
Pero tú eres la reina que no duerme,
la que permanece en la cama con los ojos abiertos,
la reina del gato que sube el muro, luego el techo
de tejas oscuras,
la reina del árbol de mandarinas que se mece
a la medianoche,
la que oye caer las mandarinas maduras como si alguien
caminara en el solar,
cuando no es nadie sino los ruidos de la noche,
los ruidos del cuelo que no duerme,
porque el Tiempo lo inquieta,
como a ti,
novia de la pregunta sin respuesta.
Los fusilamos de: Víctor Gaviria, Antología poética 1978-2003, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2006, 174 páginas.
Comentarios
Atte,
La nigua.
SOLO
No espantas
las moscas en la mesa
Pasas con cuidado las páginas
para no inquietarlas.
pd/ Y sus relatos breves, condensados en el breve volumen "El Tío Miguel" de la vieja colección Milenio de Norma (muy favorable al bolsillo si lo consigue por ahí, es un librito de 1986) tienen también esa belleza adentro que tiene la palabra cuando vale más que mil imágenes.
Camilo, que pena la leche vinagre de ayer, vainas de la burocracia.
Lucaz
me gustó que jode ese último verso.
Una corrección un poco intrascendente, es "Calasanz", no "Calazans".
Felicitaciones por este gran blog...
Jaime Andrés
Andrés M.
P.D: Creo que descubrí el origen del poemita que fusiló el otro Andrés.
Víctor me gusta, pero coincido contigo y Juan, prefiero al poeta.
Tengo una estatuilla para ti en mi blog.
Besos borrascosos
"Gèrard es un muchacho completamente sencillo. Ama a los demás más que a sí mismo. Por eso necesita a las otras personas. Estar solo, no hacer nada, eso no es para él, le entraría el pánico".
"Él crea, cosa que también puede, familias a su alrededor".
Ahora bien, ¿alguien conoce el trabajo de sus epígonos? ¿Qué tal está? Ahí les dejo la inquietud.
Lucila González de Chavez
Documentales no he visto, ahí no me meto… Y pues hombre estos versitos están como muy secos, como con muy poca carne, como sin texturitas mmmmm a mi no me gustó, pretenden ser inteligentes de pronto. De golpe mi reticencia es por que me gusta otro tipo de poesía y Gaviria siempre me ha caído como mal. Después de leer estos versos doy gracias a dios que el hombre se haya dedicado al cine.
Andrés.
Lucaz
Burgos.
Saludos,
Andrés.
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