
Aunque el primer párrafo de la primera crónica es flojísimo y pone a dudar del interés que puedan despertar las demás, sigue uno leyendo y siente que está conversando con un amigo que acaba de llegar de Nueva York, donde trabajó y vivió durante un tiempo: te cuenta detalles, te relata historias de personas, te pinta costumbres de una cafetería neoyorquina donde un montón de inmigrantes trabajan cuarenta horas y más durante seis días a la semana. Además este amigo lee y ve mucho cine, entonces de cuando en cuando intercala referencias sobre una película, sobre un actor, sobre algún libro que hacen algo más interesantes los relatos. Es buen conversador este personaje que te está contando su experiencia.
Pero como pasa con los amigos que se frecuentan mucho o con los que siempre hablan del mismo tema, uno se empieza a cansar de ellos. Luego de seis, siete crónicas enfocadas insistentemente en la cafetería ya todas las historias parecían la misma, y empecé a saltear los relatos buscando los que pusieran la vista fuera de ese sitio. “Comedia”, acerca de un anónimo comediante del barrio llamado Robert Baxter, me devolvió algo del interés que pensaba del todo perdido en la conversación con Joaquín Botero sobre su experiencia neoyorquina. Es un bonito relato sobre un comediante callejero, vagabundo, que sigue recogiendo monedas en su sombrero porque ha tomado decisiones erradas: alguna vez estuvo en el show de Ed Sullivan y se lució con su monólogo de chistes de seis minutos. Luego de su presentación estaba programado un trío de señoritas, pero una de ellas se desmayó por el nerviosismo, así que le pidieron a Baxter que continuara con sus chistes. Lo hizo tan bien que unas semanas después le ofrecieron reemplazar al mismísimo Sullivan mientras éste tomaba vacaciones. No está muy claro por qué no aceptó, y simplemente el relato recupera una frase de una conversación telefónica del cronista con el viejo: “Fue el error más grave que jamás cometí […] Pero esa ha sido mi naturaleza y siempre lo será” (p. 158): se queda uno como en las mismas.
Y lo mismo pasa en la crónica titulada “Toro”: nos está hablando de un personaje con quien trabajó unos meses y con quien tuvo muchos problemas. Luego de contar varias escaramuzas nos quiere recordar el peor problema que tuvo con ese personaje, pero está tan aguada esa anécdota que no nos traslada la indignación ni el mal momento por el que pasó el autor.
Encima, encuentro desde las primeras páginas un montón de problemas en la escritura de nombres (como cuando un amigo o conocido pronuncia mal: queremos corregirlo, pero nos da alguito de vergüenza): ¿por qué insiste en que el inmenso actor de Reservoir Dogs se llama Harvey Kaitel? Cito: “… la hija menor de ésta se llama Stella Kaitel, fruto de su segundo matrimonio con Harvey Kaitel, uno de los mejores actores de su generación. Bracco y Kaitel transitaron un áspero divorcio y además una batalla por la custodia de su hija, después de que Bracco dejó a Kaitel… (p. 14, que es la segunda página de la primera crónica). Una sola vez es una errata que se disculpa, cuatro veces en cuatro líneas es torpeza del autor y del corrector. Y eso no es todo: unos párrafos más allá insiste también varias veces en que el actor cuyo personaje pocas veces se quitó la sudadera en la serie The Sopranos se llama Michael Imperiole, y no Imperioli. Y en la segunda crónica, cuando nuestro contertulio está describiendo los panes y tortas que despacha todos los días desde la cafetería The Garden of Eden, leemos por allí que una de ellas se llama chocolate hazenult, y no hazelnut. Y vamos apenas por la segunda conversación. Los cazadores de gazapos me parecen unos aburridos, pero esto ya no son gazapos: son descuidos que restan credibilidad al interlocutor.
A veces le da por hacer reflexiones medio filosóficas o chistes, y nuestro amigo casi casi pasa por bobo, seguimos con él porque nos ha caído bien y le disculpamos esas salidas de tono. En fin, después de leer las seis, siete primeras crónicas, empecé a salticar de aquí para allá, y además de “Comedia” no pude encontrar otra que me llevara a continuar en la conversación con Joaquín Botero. Al final perdí todo el interés y dejé el libro de lado para comenzar de una buena vez con Persépolis, que me espera desde hace días. Joaquín, dudo que compre el siguiente libro tuyo. Quizá lo saque de una biblioteca o lo pida prestado. Si con ese me va mejor que con este, te compro el tercero. Y ojo, que hay que leer entre las líneas de la patadita que te estoy dando: estoy seguro de que vas a seguir escribiendo, y como sucede con quienes se empeñan, vas a ir mejorando. Así que volveremos a hablar.
Joaquín Botero, El jardín en Chelsea, Bogotá, Aguilar, 2007, 317 páginas.
Comentarios
Con respecto a Botero: estoy totalmente de acuerdo con Camilo, el hombre escribe bien pero desgraciadamente agotó todos sus recursos en 5 crónicas. Si el libro solo contuviera esas 5 uno diría que es corto pero sabrosísimo.
de todos modos pienso leerlo en algún momento. eso sí: que me lo presten o me lo regalen de vuelta.
saludos, s.
Saludos,
Carlos Castillo.
maracaibo: bien. pero ya echo de menos nuestras aventuras rolas. ¡volveré!
Creo que soy la excepción que confirma la regla, pues jamás he soñado instalarme en NY, vamos es que ni regalándome la estadía, esa ciudad sólo es buena para pasear y nada más.
Besos borrascosos
Así que aprovecho para invitarte a mi blog, y pedirte humildemente, si te apetece, tu opinión.
Y yo sí me instalaría a vivir en N.Y.
;).
Saludos.
LUCAZ: creo que la agudeza se tiene o no se tiene. Si tu talento es narrar (y Botero lo tiene), no te metas a filósofo o a cuentachistes.
SINAR: Se lo regalo con mucho gusto cuando regrese usted de Maracaibo.
BORRASCA: La tendencia aquí es a recomendar lecturas, pero a veces me encuentro con libros rodeados de elogios y premios y va uno a ver y... no. Así que pongo mi opinión.
KIKELIN: Bienvenido por acá.
un abrazo
verónica
A mí me encantó el libro, y me parece unas de las mejores cosas que ha salido al mercado en los últimos dos años (junto al Oro y la gloria, de Salcedo, y Sálvame Joe Louis, de Solano ya en la literatura). Me parece un libro con un voz narrativa muy fuerte y pura, definida, y una historia poco reporteada: la vida de los inmigrantes, y cómo vive ese mundo desde dentro un tipo que no cortó quesos ni decoró tortas toda su vida y que estudió en una universidad para no tener que hacerlo.
Y me gusta, ante todo, porque es un libro sencillo, sin ambiciones, que muestra a un tipo absolutamente humilde (Joaquín es un tipo que se deja editar, en DONJUAN lo hemos editado y es totalmente profesional en eso y una verdadera rareza en este país de escritores hiperorgullosos y poco profesionales, porque conozco a varios que se emputan o que fingen no ver los cambios y sacan pecho incluso por premios que se ganaron gracias al editor).
Además, Joaquín no tiene ciertos vicios colombianos de vereda en la escritura, como la guachada o la búsqueda del realismo mágico en cualquier lado. Tiene un estilo que se puede traducir.
Para finalizar, hay algo que me molesta del tono de los comentarios: 1) decir que a raíz de esta reseña ya no van a leer el libro. ¿Alguien tenía el plan de leerlo antes de esta reseña? Ahora parece que sí. 2)Hay cierto tono de "muchacho, mejorarás algún día". Los alientos tipo Karate Kid son de muy mal gusto.
O pregúntamelo a mí, que tuve que ver recientemente como me trampearon por tus tierras. Espero que sepas de qué hablo y, en consecuencia, de que hablas tú, cuando sacas pecho orondo y descalificas de plano a esos escritores que conoces “que se emputan o que fingen no ver los cambios”.
Para los demás navegantes de estas tierras, que no saben de qué hablamos el viejo Simón y este que escribe, les copio abajo la carta que tuve que escribirme en caliente y muy a mi pesar, hace un par de semanas, luego de que en DONJUAN me sorprendieran con el uso abusivo de mi firma. Había trabajado un par de semanas en dos textos distintos que ellos me pidieron y que luego degollaron y mutilaron hasta convertirlos en el odioso y aburrido frankestine titulado: “La mujer de los sueños, Claudia Bahamón”. (En la edición online y en la edición impresa, por supuesto). Mi carta recibió una pálida respuesta a modo de amigable correo electrónico, pero yo aún espero que se haga una aclaración formal en el número siguiente sobre lo ocurrido.
¿Y por qué lo espero, viejo Simón? Porque ni finjo no ver los cambios ni me emputo. Pero sí sé de qué va ese mentado profesionalismo que se te hace agua en la boca.
"Estimados Fernando y María Elvira,
Acabo de revisar la edición online del último número de la revista que ustedes editan y dirigen y sólo me queda esperar que dicha versión online sea distinta a la impresa, aunque algo me dice que no será así.
El texto que aparece allí bajo el título "La mujer de sus sueños, Claudia Bahamón", está cortado por lo que parecen viñetas de opiniones de "personalidades" que yo nunca entrevisté, y sin embargo, sus intervenciones están insertas dentro de un texto entero que aparece firmado por mí y que no es ni el veinte por ciento de lo que en realidad escribí o, mejor, acabé rescribiendo varias veces a petición, justamente, de ustedes.
El perfil de Bahamón siempre me fue planteado como un texto independiente, y sin embargo, aparece arrumado ahí mismo al final de manera confusa. Insisto: nunca escribí el ensayo y el perfil de manera conjunta. Y no lo hice porque NO fue eso lo que ustedes me pidieron. En ese orden de ideas el espíritu y el ritmo y el tono de ambos textos eran distintos, un trabajo que se ve horrorosamente borrado de un tajo con la sobreposición en la edición.
¿Dónde quedó el texto ensayístico que ustedes mismo me propusieron bajo la idea de un "ensayo onda pop de 6.000 caracteres" alrededor de la idea de la mujer de los sueños como pregunta amplia y para el cual invertí más de dos semana enteras de mi tiempo?
La verdad es que estoy sorprendido. Bueno, no. La verdad estoy jodidamente indignado. No es la primera vez que escribo para DONJUAN y lamento decirles que ya antes había detectado esta costumbre dudosa de insertar líneas breves ("menores", diría un distraído) que son más que simples líneas breves, líneas que aparecen para complementar o para acercar el texto al tono que ustedes manejan o creen manejar. No voy a cansarlos con el recuento de las mismas, pero las tengo claras, y acá en el pasaje que al parecer corresponde al perfil de Bahamón han vuelto a hacerlo. Sólo un ejemplo porque no puedo resistirlo. Yo escribí: "No más regrese a Los Ángeles, eso sí, me explica, piensa hacer uso de los otros dos meses más por los que el señor Brand pagó". Y ustedes publican: "Y apenas regrese a Los Ángeles, piensa hacer uso de los otros dos meses más por los que pagó el talentoso director de Paraíso Travel".
¿Hace falta usar la firma de un colaborador para baratos guiños publicitarios de este estilo? ¿Qué pasa si les digo que a mí el señor Brand no me parece tan talentoso y, por consiguiente, esa implantación allí es en verdad un abuso a mi confianza? ¿No he sido siempre receptivo con las correcciones puntuales y las sugerencias de todo tipo que me han hecho? Cuando yo hago correcciones creo en ellas. Es decir, las hago a conciencia, la hago porque creo en las intervenciones del editor. Pero esto es otra cosa.
Ya sé. Me dirán: pero estos es apenas entretenimiento, no es para tanto. Bueno, ¿en verdad no es para tanto? La verdad no entiendo. Espero que la versión impresa sea distinta. Pero algo me dice que no.
Saludos,
Juan Álvarez"
Saludos,
Andrés M.
Con respecto a lo que adjunta Juan Alvarez: pues hombre me parece la cagadisima… el ejemplo que pone de la “editada” (serruchada lambona y miserable) que le pegaron en Don Juan habla muy mal de los “editores” de la dichosa revista... Mal por Don Juan… muy mal.
Y hablando de tratamiento, esperemos que algo diga Simón Posada al que le dieron en Don Juan al artículo de Juan Álvarez. Feo asunto.
LA VOZ CANTANTE
La edición, como la medicina, puede y debe valerse del secreto profesional y me parece, Juan, que eso no hay que discutirlo aquí. Fernando y Elvira ya te dieron su respuesta y siento que te hayas dado por aludido con mi comentario, porque no te estaba mandando ningún mensaje cifrado, sino dando una opinión sobre una actitud que me parece admirable y digna de anotar en el libro de Botero, que es el tema que aquí se toca.
Por otro lado: hombre Simon, no se sienta aludido, el hecho de que no nos guste el libro de su AMIGO no quiere decir que no nos caiga bien, sencillo. Si a usted le parece impecable, pues hombre bien por usted, a mi SI me parece que Botero tiene que crecer mucho como escritor y que aplicar los concejos tipo KARATE KID le vendría de maravilla.
Y sobre el tema, no se necesita ser ningún señor Miyagi para recomendar prudencia a la hora de iintervenir los textos de otro, y que si se hace, los cambios se le deben consultar al autor ANTES de publicar el texto. Al fin y al cabo el que firma es él, ¿no? Calma, calma, pequeño saltamontes.
Camilo: a veces me queda tiempo para ayudar en la edición y a veces soy un poco responsable cuando los escritores son mis recomendados. Ese fue el caso de Joaquín, en el que colaboré más como lector crítico.
En el caso de Juan, no hice absolutamente nada y, si así hubiera sido y lo digo sin sulfurarme, no tengo por qué darle cuenta de eso a nadie. Lo contrario, sería poco profesional, como si un médico revelara que su paciente no sufre de diarrea sino de sida (y no estoy queriendo decir con eso que Juan tuviera diarrea o sida en su texto, desde el número uno ha publicado en DONJUAN y siempre nos ha ido muy bien con él. Él sabe que esta es su casa, incluso con las peleas que uno suele tener con la mamá y el papá y los hermanos).
Y no es que los escritores sean orgullosos y no acepten los cambios: una cosa es corregir tildes y puntuación. Otra muy distinta es añadirles juicios de valor, prejuicios, comentarios y entrevistas falsas a un artículo de un tercero. Tal como le paso a Juan Álvarez con el comentario de Simón Brand. Porque al lector le están mintiendo sobre la opinión de otros. ¿Y cuando la historia del periodismo lea lo que un tal Juan Álvarez pensaba sobre Simón Brand en Don Juan qué pasará?
Por eso es que esos problemas sí se deben discutir en estos espacios: para que también queden otros testimonios.
O habla de la diarrea y el sida y la medicina.
Sería bueno que apareciera de nuevo, y que dijera si está o no de acuerdo, si le parece bien que hayan insertado el comentario sobre Simón Brand y le hayan puesto las entrevistas al texto, y que lo dijera a secas, clarito, sin teorías pendejas.
Saludos
Hernán V.