El porqué de las cosas, de Quim Monzó


Un título muy bien puesto, con la salvedad de que Monzó no nos dice el porqué de las cosas sino que nos muestra el cómo. Cómo comienzan a desbarrancarse las relaciones de pareja, cómo se les desbarata la vida a las personas. En estos cuentos nos advierte por dónde aparecen las grietas. Pero lo hace apelando a la sabiduría más que al pesimismo. La primera de las “Tesis sobre el cuento” de Ricardo Piglia dice que “un cuento siempre cuenta dos historias”, hay una historia 1 que aparece en la superficie y una historia 2 que el autor construye en secreto. Por debajo de la superficie de estos relatos no hay historia 2, hay más bien sentencias, mandatos. Desde los títulos pareciera que leemos la ejemplificación en clave moderna de las inapelables suras del descalabro de las parejas: “La honestidad”, “La sumisión”, “Vida matrimonial”, “La inmolación”, “La sensatez”, “El ciclo menstrual”...

Relatos austeros, incluso avaros en sintaxis, en recursos retóricos, hasta en las vocales de los nombres: los personajes se llaman Zgdt, Grmpf, Bst, Rdz. Inevitable no pensar en Llamadas telefónicas de Bolaño y su personajes: A, B, X, Y... Esa economía evoca las parábolas bíblicas o coránicas, siempre con una enseñanza latente al lado o debajo de la anécdota a veces anodina que cuentan. En “Vida matrimonial” una pareja se queda en un hotel de paso. Llevan ocho años de matrimonio. En la habitación de al lado sienten a otra pareja tirando. Hacen un chiste, se ríen, cada uno se voltea, apaga la luz y se echa a dormir. Él se ha calentado, pero no se decide a (ojo) pasarse a la cama de ella. No sabe si tenga ganas y teme estrellarse. “Hace años no habría dudado. Habría sabido, justo antes de apagar la luz, si Bst tenía ganas [...] Pero ahora, con tantos años de telarañas encima, nada está claro. Zgdt se vuelve de lado y se masturba procurando no hacer ruido” (p. 18).

No hay esperanza para las parejas, los abismos son ridículos y son –quizá por eso mismo– insalvables. Aparecen con una ligera inclinación de cabeza, con un sí, con un no, con una caricia mal dirigida. Y no se piense que se asiste en estos relatos al lugar común de la lucha de poderes. Hombres y mujeres acá son las dos caras del mismo disco, sí, pero las dos son lados B. Y Monzó pone a sonar ambas caras.

Hasta una escaleta de telenovela encuentro esta colección, en el cuento “El ciclo menstrual”. Cada cuatro, cinco frases se va poniendo predecible, y justo en la siguiente aparece un punto de giro. Van apareciendo personajes de todas partes, en profusión para la media de los demás relatos: Grmpf y Piti, Xevi y Mari, Toni, Anni, Eric y Fiona. Una telenovela de año y medio en tres páginas. Y mire usted: al quitarle los ripios acostumbrados en los culebrones aparece el arte literario. Y las variaciones de textura no terminan con este cuento: a partir de la mitad del libro hacia delante los relatos van tornándose reflexivos, a ratos fantásticos incluso. Se hacen más extensos, pero sin perder la economía, la precisión.

Termino dándole la palabra a esta colección de cuentos. Primero con una frase que ni mi querido Keith Richards pudo haber dicho mejor: “Muy al contrario de lo que dicen (que el alcohol, su exceso, es el culpable de los males del hígado), es el hígado el culpable de los males del bebedor” (p. 104). Segundo, con un relato completo. Son tan buenos y tan breves que no me aguanto.

La fe

–Quizá es que no me quieres.

–Te quiero.

–¿Cómo lo sabes?

–No lo sé. Lo siento. Lo noto.

–¿Cómo puedes estar seguro de que lo que notas es que me quieres y no otra cosa?

–Te quiero porque eres diferente de todas las mujeres que he conocido en mi vida. Te quiero como nunca he querido a nadie, y como nunca podré querer. Te quiero más que a mí mismo. Por ti daría la vida, me dejaría despellejar vivo, permitiría que jugasen con mis ojos como si fuesen canicas. Que me tirasen a un mar de salfumán. Te quiero. Quiero cada pliegue de tu cuerpo. Me basta mirarte a los ojos para ser feliz. En tus pupilas me veo yo, pequeñito.

Ella mueve la cabeza, inquieta.

–¿Lo dices de verdad? Oh, Raül, si supieses que me quieres de veras, que te puedo creer, que no te engañas sin saberlo y por lo tanto me engañas a mí… ¿De verdad me quieres?

–Sí. Te quiero como nadie ha sido capaz de querer nunca. Te querría aunque me rechazaras, aunque no quisieras verme. Te querría en silencio, a escondidas. Esperaría que salieses del trabajo nada más que para verte de lejos. ¿Cómo es posible que dudes de que te quiero?

–¿Cómo quieres que no dude? ¿Qué prueba real tengo de que me quieres? Sí, tú dices que me quieres. Pero son palabras, y las palabras son convenciones. Yo sé que a ti te quiero mucho. Pero ¿cómo puedo tener la certeza de que tú me quieres a mí?

–Mirándome a los ojos. ¿No eres capaz de leer en ellos que te quiero de verdad? Mírame a los ojos. ¿Crees que podrían engañarte? Me decepcionas.

–¿Te decepciono? No será mucho lo que me quieres si te decepcionas por tan poco. ¿Y todavía me preguntas por qué dudo de tu amor?

El hombre la mira a los ojos y le coge las manos.

–Te quiero. ¿Me oyes bien? Te quie ro.

–Oh, “te quiero”, “te quiero”... Es muy fácil decir “te quiero”.

–¿Qué quieres que haga? ¿Qué me mate para demostrártelo?

–No seas melodramático. No me gusta nada ese tono. Pierdes la paciencia enseguida. Si me quisieras de verdad no la perderías tan fácilmente.

–Yo no pierdo nada. Sólo te pregunto una cosa: ¿qué te demostraría que te quiero?

–No soy yo la que tiene que decirlo. Tiene que salir de ti. Las cosas no son tan fáciles como parecen. –Hace una pausa. Contempla a Raül y suspira–. A lo mejor tendría que creerte.

–¡Pues claro que tienes que creerme!

–¿Pero por qué? ¿Qué me asegura que no me engañas o, incluso, que tú mismo estás convencido de que me quieres pero en el fondo, sin tú saberlo, no me quieres de verdad? Bien puede ser que te equivoques. No creo que vayas con mala fe. Creo que cuando dices que me quieres es porque lo crees. Pero ¿y si te equivocas? ¿Y si lo que sientes por mí no es amor sino afecto, o algo parecido? ¿Cómo sabes que es amor de verdad?

–Me aturdes.

–Perdona.

–Yo lo único que sé es que te quiero y tú me desconciertas con preguntas. Me hartas.

–Quizá es que no me quieres.

Quim Monzó, El porqué de las cosas, Barcelona, Anagrama, 2005, 140 páginas.

Comentarios

Mauricio ha dicho que…
cada vez este tipo de cuentos sobre relaciones de pareja me gustan mas, en particular, dos de mi agrado son Los amantes de todos los Santos de Vazques, del que usted ya comento, y El libro de los amores ridiculos de Kundera
Anónimo ha dicho que…
Lo dicen los machistas leninistas: "Mujeres. Todas iguales".

El tono es bueno y el ritmo no decae. Mantienes el interés hasta el final, y es meritorio considerando que la única variable de atención son las variaciones sobre el querer/no querer.

(Cuando las cosas me gustan no sé muy bien qué decir. Igual me pasa cuando le digo a mi mujer que la quiero.)
yacasinosoynadie ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Camilo Jiménez ha dicho que…
Mauricio: Búsquese "Cuentos de matrimonios", de Vicente Verdú. También lo comenté por acá y se consigue.

Gemelo: Es la gran virtud de estos cuentos, que con escasísimos recursos mantiene la tensión. Como los cuentos imborrables.
yacasinosoynadie ha dicho que…
Alguna vez leí un cuento de Monzó en el que un tipo quería tirar y cada que comenzaba timbraban en la casa. La estructura era similar a la de este cuento… la frase final era: “el timbre sonó de nuevo”… Mi problema con Quim Monzó ni siquiera es de forma, la cosa es que a ratos se vuelve muy anecdótico… no se, uno siente que los personajes están muy bien construidos, pero al final siempre hay una especie de ¡PLOP! Que usualmente no es agradable… En fin.
Camilo Jiménez ha dicho que…
A mí también la fórmula del final inesperado se me agota, YACASI. Este no es el caso. No siempre está ese plop final: a veces todo sigue pasando y el narrador simplemente se retira. Espero las revistas.
JuanDavidVelez ha dicho que…
Se ve muy bacano ese libro, yo no se si se pueda juzgar el libro por la reseña, pero la reseña esta muy bacana.

Yo que nunca me concentro en lo importante me acorde de un autor frecuente del ojo en la paja, de Victor Gaviria, el en alguna parte habla de la teoria de los cuentos tambien, a mi como todo lo que escribe Victor Gaviria me parece palabra de Dios me parecio muy bacano ese texto donde habla de los cuentos.
JuanDavidVelez ha dicho que…
Digo que no se puede juzgar el libro, y lo digo sabiendo que la reseña incluye una "muestra", pero en todo caso, he aprendido a desconfiar de los pedacitos tambien.
Como dato curioso cuento que hasta hace por ahi dos años yo era de los que comia cuento de los comentarios elogiosos que aparecen en los libros en esa cintica roja, que gueva yo.
yacasinosoynadie ha dicho que…
Se que he dicho esto antes pero: mañana si te las mando seguro Camilo… (Eso sonó a frase de pareja tipo Quim Monzó)… jeje
Camilo Jiménez ha dicho que…
Ja ja. Bien, gracias, YACASI.

Con este le aseguro que va a la fija, JUANDAVID. Y sí, Víctor es un gran escritor. Para mí, es más poeta que director. Y no conozco el texto que señala de él sobre el cuento. Si me da señas le agradecería. No confíe nunca en las cintillas de los libros: son engañosas. Más bien déjese llevar por su gusto, por comentarios, por lo que puedea ojear en la librería.
Anónimo ha dicho que…
Estoy de acuerdo con Yacasi... se me hacen muy anecdóticos los cuentos de Monzó. Así como los de Sergi Pamies,horriblemente traducidos del catalán (más de 6 frases en pasado compuesto en menos de tres líneas y cosas así), a ambos autores los recomiendan mucho Vásquez, Fresan y otros; creo que buscan la economía de Carver pero sin su fuerza y la poderosa corriente poética que el gringo logra a punta de edición y armado.
Esteban Dublín ha dicho que…
Para cuentos buenos acerca de las relaciones de pareja está Carver. Sobre todo en De qué hablamos cuando hablamos de amor.

Y qué bueno que no te hayas aguantado, Camilo, porque este de Monzó está bien sabroso.
Sinar Alvarado ha dicho que…
-- ¿de qué hablamos cuando hablamos de amor?, pregunta carver.

-- de situaciones como esta, de gente como esta, responde monzó.

me gustó bastante. y si la memoria no me falla, esta es la primera vez que camilo cuelga una mixtura de reseña con fusilado. muy bien.

saludos.
Anónimo ha dicho que…
Bien por el catalá que se descobije y le conteste a Carver, pero en mi opinión y a juzgar por el cuento y la reseña de Camilo (bien por la mixtura de la que habla Sinar), su respuesta no inquietará mucho los oidos ni la obra del finado.
Camilo Jiménez ha dicho que…
Además de que algunos cuentos rocen los mismos temas, Carver y Monzó no son comparables en nada.

Y justo había intentado una combinación de comentario y fusilado en una entrada anterior, referida a "Cuentos de matrimonios", de Vicente Verdú. (Acá no sé cómo poner vínculos.)

Saludos.
Jorge Mario Sánchez ha dicho que…
Es cierto, un maestro de los cuentos sobre grietas en las relaciones de pareja es Carver. Y él sí, siempre, se concentra en contar una historia B oculta en la historia A. Pero me parece que, más que un artilugio literario, la teoría del iceberg está anclada en la realidad: en todas las cosas que hacemos y decimos siempre hay algo oculto, y ese algo es lo que en verdad somos. Eso se hace evidente, sobre todo, en nuestras conversaciones, y tanto Carver como Hemingway eran maestros de los diálogos justamente por eso.

Ahora, el cuento de Monzó me gustó, pero me pareció muy plano si lo comparo con Carver, Hemingway o Chéjov. Y sí, comparar a Monzó con estos monstruos es injusto, pero lo hago siempre que leo un cuento de cualquier autor. Incluso el mismo Bolaño trastabillea un poco al lado de Carver.
Jorge Mario Sánchez ha dicho que…
Una cosa más: algo de ficción he escrito, y más de una vez he tenido problemas con los nombres de los personajes, me parece que no importa el nombre que les ponga, siempre hay un abismo entre ese nombre y lo que el personaje es. Por eso, me gusta la idea de Monzó de usar nombres sin consonantes, o la de Bolaño de usar letras, o la de algunos autores, como Saramago, que no le ponen nombre a los personajes. El caso opuesto es García Márquez, cuyos nombres parecen una sentencia, se quedan grabados en la mente por muchos años.
Anónimo ha dicho que…
Tiene razón Jorge en cuanto a la habilidad para bautizar a sus personajes de García Márquez...y de Bellow, pero el rey de la pila bautismal literaria es Shakespeare. Tal vez sea ya un reflejo condicionado comparar con Carver a un autor que escribe seco, directo y con economía de medios. Otro maestro de los dálogos "punta del iceberg" es JD Salinger, no he leido su famosa novela pero sus cuentos son soberbios en ese aspecto
miquelet ha dicho que…
Quim Monzó, una persona que no me cayó bien la primera vez que le oí hablar. No tuvo un buen día. Pero poco a poco me ha ido cautivando y voy a tener muy en cuenta tu recomendación.

Salud.
Camilo Jiménez ha dicho que…
LUCAZ, no se demore mucho con la novela de Salinger. Con las novelas, mejor: tan buena como su famosa "Guardián entre el centeno" son "Franny y Zoey" y "Levantad carpinteros la viga maestra".

JORGE, léase más de Monzó, el que fusilo es apenas una muestra corta.

MIQUELET: el personaje es al menos polémico. Un editor tan respetable como Jaume Vallcorba lo aprecia mucho (parece que la pinta de una editorial tan fina como Acantilado le debe mucho a Monzó), otros se le van encima con toda, como esta gente: http://www.plagiosdequimmonzo.com/ Como yo soy terco, no me dejo llevar por ninguna opinión, me hago la mía metiendo los dedos en la herida.
Johan Bush Walls ha dicho que…
Maestro Camilo: No me despertó mayor curiosidad el texto de Quim Monzó. Pero me despertó curiosidad la página de los plagios. Son cosas que suelen suceder, aun en los escritores más famosos.

Si se me cruza, alguna vez, en alguna librería, voy a echarle un ojo.

Salú pue.
Andrés ha dicho que…
El tema de Salinger daría para un buen debate. Muchos de los grandes escritores gringos lo miran con recelo y no entienden muy bien su éxito, creo que Updike es uno de ellos. Algunos sienten frente a El guardián entre el centeno algo parecido a lo que Andrés Caicedo nos produce a varios en Colombia: estuvo bien encontrárselo en la adolescencia pero eso fue todo. A mí me encantan los cuentos de Salinger, meto la mano al fuego por ellos, pero no me convencen del todo sus escritos largos (los que recomienda Camilo acá). Demasiado zen, mucha crisis mística. Perfectos, sin embargo, como rito de pasaje e iniciación.
Camilo Jiménez ha dicho que…
Buen punto, Andrés. Disfruté mucho a los 20 esas novelas, pero ¿pasarán la prueba de la relectura? ¿O sucederá como con Hesse o Bukowski, que se quedaron en el camino?
Mauricio ha dicho que…
tratare de conseguirlo el libro que me recomienda, aunque aca es complicado, pero tomare muy seriamente la sugerencia, gracias :)
yacasinosoynadie ha dicho que…
Con respecto a Carver: nada que hacer, el tipo era impresionante. Mi buen amigo Gabriel Villarroel dice sin tapujos que Carver es Dios y hasta alguna vez, entre tragos, propuso hacerle un altar.

A mi Monzó definitivamente no me gusta y ¿Qué le vamos a hacer?

Con respecto a “escritores adolescentes” pues no me parece un calificativo valido. La literatura es buena o mala, no adolescente o femenina o que se yo. No es justo con Andrés Caicedo (aunque yo lo odio) tildarlo así, menos con Hesse, o la moda que ha cogido la mayoría de emprenderla contra el buen Cortazar calificándolo de escritor "adolescente"… mmmm no se, no me parece.
milserifas ha dicho que…
La verdad, sí, Carver es extraordinario, pero si tuviera que salvar a alguno de un incendio, salvaría a Monzó: El mejor de los mundos, Ochenta y seis cuentos -que incluye El porqué de las cosas-, Mil cretinos (No las novelas, que me parecen muy regulares).
Es extraño, he prestado justo este libro -El porqué...- un par de veces, y siempre me lo han devuelto con reservas: que es muy extraño, muy desconcertante. Pero a mí me parece lo mejor. Monzó sabe divertirse y burlarse de sí mismo (de nosotros mismos), de nuestras pretensiones, de nuestros deseos, de nuestra concupiscencia. En fin, le tengo prendida una velita. Ah, recomiendo enormemente un cuento largo suyo "Ante el rey de Suecia", en El mejor de los mundos.
Saludos cordiales
Anónimo ha dicho que…
Mónica: y alguna vez volvió a ver o a oir algo del autor???
martín gómez ha dicho que…
Camilo, los cuentos de Monzó son lo máximo. El tipo tiene una habilidad narrativa muy brava para crear situaciones inicialmente ridículas, llevar el relato e introducir giros que al descolocar al lector reviven su interés por el relato.

Monzó es brutal en las formas breves. El mejor de los mundos me produce una fascinación particular. Lástima que como novelista sea más bien flojito.

Saludos.
Camilo Jiménez ha dicho que…
Parece que Monzó es de los que domina los cien metros planos y no lo hace tan bien en el fondismo. Yo no he leído sus novelas, pero si se me cruza alguna me le clavaré a ver cómo es la cosa. Va un abrazo.
Anónimo ha dicho que…
Me imagino que ya llego tarde al tema, y tal vez nadie vea mi recomendación, pero igual no me la callo: hace unos diez años, en el Museo de Arte Moderno, vi la película que hizo Ventura Pons basada en estos cuentos. Tiene el mismo título del libro. Divertida, aguda, buenísima. Totalmente recomendada.
Paul ha dicho que…
No olvideis visitar http://www.plagiosdequimmonzo.com
Os divertirá