
Esta novela tiene uno de los comienzos más poderosos que recuerde: “Érase una vez un hombre llamado Albinus, que vivía en Berlín, Alemania. Era rico, respetable, feliz. Un día abandonó a su mujer por una amante joven; amó; no fue amado, y su vida acabó en un desastre” (p. 9). Estamos advertidos, aquí lo que importa no es tanto el qué sino el cómo. Y la manera en que se cuenta esta historia es una maquinaria maestra de humor y suspenso.
Humor... el perverso y más espabilado Nabokov en todos los capítulos, en escenas arrebatadoras. Como esa en la que Albinus deja ir su imaginación durante una cena con su esposa y su cuñado: “ ‘En realidad’, pensó, ‘debería explicárselo a Elisabeth; o irme con ella algún tiempo; o ir a ver a un psicoanalista; o si no...’ No, no puedes echar mano de una pistola y pegarle un tiro a una chica a la que ni siquiera conoces, simplemente porque te atrae” (p. 14). La chica trabaja en un cine y tiene sueños de estrellato; Albinus, comentarista de arte, culto pero inocente, piensa amargo: “Argos... un nombre muy apropiado para un cine” (p. 21). El pobre hombre es el objeto preferido del autor para su humor retorcido: “Albinus estaba tan trastornado después de su visita que Margot se apiadó de él y no puso ninguna objeción a aceptar el grueso fajo de billetes de banco que él le metió en el bolso durante su paseo vespertino” (p. 60). Y la pieza maestra del humor nabokoviano: “Cierto individuo [...] perdió una vez en alta mar un gemelo de brillantes, y veinte años después, exactamente el mismo día (un viernes, me parece), le sirvieron para cenar un gran pescado..., pero no había ningún diamante adentro. Eso es lo que me gusta de las coincidencias” (p. 113). Toda una lección sobre el uso del recurso más apetecido por los escritores pobres de recursos.
Suspenso... desde el título, que a primera vista pasa desapercibido pero que si nos detenemos en la escena que muestra puede llegar a ser escalofriante. Margot es una arpía manipuladora –la estamos odiando desde la segunda vez que aparece en la trama: el autor ha hecho bien el trabajo de caracterización de personajes–, y visita a Albinus sin aviso, lo llama, le escribe sabiendo que Elisabeth, la esposa, abre su correo. Siempre estamos esperando el momento en que se descubra la traición y la armonía familiar se desbarate. Eso por no mencionar el giro que toman los acontecimientos, cuando Albinus, ay, queda ciego y se instala con Margot en una casa en Suiza, y la maldita instala también a su amante en la misma casa. Pasamos páginas y páginas sufriendo con esos ruidos raros que escucha el personaje, compadeciéndonos de su fortuna, esperando a ver cómo va a pasar lo que va a pasar. Albinus es un héroe trágico que no puede escapar a su destino.
Humor, suspenso, pero también la sabiduría pasmosa de Nabokov, sus observaciones: “el adulterio es el elemento básico del comadreo, de la poesía romántica, de las anécdotas divertidas y de las óperas famosas” (p. 60); “un método clásico del destino: la indiscreción” (p. 62); “porque siempre sopla la brisa en la tierra del cine...” (p. 98); “la muerte no parece ser más que una mala costumbre” (p. 151); “con frecuencia la muerte es la chipa del chiste de la vida” (p. 151); “[Dios es] una figura demasiado gris, venerable y pasada de moda” (p. 151). Su capacidad para mostrar todo un estilo de vida en un solo golpe de vista; Nabokov no nos dice que alguien es pobre y descuidado, él nos mete en la habitación de ese personaje: “lo hizo pasar a una salita donde todos los objetos temblaban y chirriaban al menor movimiento. Sobre un mantel de hule con manchas circulares marrones, había una fuente con puré de patatas, sal en un cucurucho de papel y tres botellas de cerveza vacías” (p. 65).
Con este autor el concepto de narrador omnisciente adquiere toda su absoluta dimensión; la palabra maestría habita en cada página. Ya desde 1932, año en que escribió esta novela, estaba discutiendo los destinos que tomaría la presencia atosigante de la primera persona, de las historias de vida, en las letras: “cuando una literatura se nutre casi exclusivamente de la vida y de lo biográfico, significa que está muriendo” (p. 179).
Vladimir Nabokov, Risa en la oscuridad, Barcelona, Anagrama, 2000, 242 páginas. Traducción de Javier Calzada.
Comentarios
(Por cierto: La exposición de cámaras oscuras de Abelardo Morell es bellísima.)
ESTEBAN: fue sin querer, pero tiene razón. Buen ojo.
SAMUEL: no creo que exista: hasta las "menores" novelas de Nabokov son mayores.
LUIS: por acá bienvenido. Un saludo.
El bueno de Nabokov, que escritor más abundante (si me permiten el adjetivo).
Samuel Andrés, creo que Dmitri Nabokov ya te cogió la caña por que el hombre con su yokoonismo rampante publicó el Hechicero (primer borrador de Lolita) y deja mucho que desear, fuera de que su prólogo y epílogo son màs largos que la propia nouvelle.
A propósito de VN y los 25 de la muerte de Cortázar, ese tono entrañable y poético de muchos de los cuentos y piezas del argentino no es original suyo, hay un par de cuentos de Nabokov (años 20`s y 30`s) que tienen ese mismo estilo, igualitico diría yo, sería bueno rastrear los orígenes de esa bellísima manera de contar en el inmenso mar de la literatura.
Es un buen comienzo.
Me gustó tu blog.
Util y entretenido.
Saludos
Soy una mexicana curiosa que a veces se avienta a trabajar de editora...llegué a este blog suyo de pura casualidad, buscando alguna frase de Jorge Ibargüengoitia, uno de mis escritores preferidos y descubro, encantada, su blog y lo que ha escrito sobre tantísimos temas...sepa usted que en Monterrey, México tendrá una lectora más que gusta de su blog inteligente y divertido. Un abrazo, Leticia
Me encanta el guiño que le hace a Tolstoi con el personaje de Dorianna Karerina y como aparece también Josep Conrad, como su amigo que vive en el extranjero.
Estupenda reseña, estupendísimo tu blog, deja la puerta abierta porque pasaré a visitarte.
Saludos
L:)