En un artículo publicado en la Revista del Banco de la República en 1991 Abelardo Forero Benavides define con dos adjetivos precisos la personalidad paradójica de Hernando Martínez Rueda, “Martinón” para sus amigos (y para mí): “conservador e iconoclasta”. Estudió medicina pero la ejerció por poco tiempo, se dedicó más bien a la conversación con amigos y a escribir poemas festivos “a la manera de...”. Así, compuso poemas a la manera de Poe, de Guillermo Valencia, de Juan Lozano y Lozano, de los piedracielistas, de Luis Carlos López, de León de Greiff. Laureano Gómez, quien lo admiraba, lo nombró suplente de su curul del Senado, pero pronto también Martinón abandonó la carrera y cualquier ambición política, asqueado de las prácticas y del tono que iban tomando los debates hacia la década del cincuenta del siglo pasado en Colombia, cuando comenzaba la Violencia. Se dedicó entonces y hasta el final de sus días a perfeccionar idiomas y a ampliar su ya vasta cultura, entre la biblioteca de la Universidad Nacional, su finca de Tabio y tertulias con amigos. Murió en 1977.
Un libro editado por el Banco de la República en 1980 recoge parte de su obra poética; Planeta reeditó ese libro a finales de la década pasada y debería pensar en una nueva edición, teniendo en cuenta que ambas, la del Banco y la de Planeta, son inconseguibles. Y vale la pena conocer esos versos y reírse con ellos. Acá va una breve muestra.
Historia de Colombia
Éstas, que alguien llamó Nueva Granada,
tierras entre dos mares comprendidas
las descubrió Rodrigo de Bastidas,
las conquistó Jiménez de Quesada.
Fue colonia; por verla emancipada
Torres, Caldas, cien más dieron sus vidas.
Fue Gran Colombia, un breve instante unidas
las hijas de Bolívar y su espada.
Tuvo oidores, repúblicos, virreyes;
tuvo oro, tuvo letras, tuvo leyes;
hay un cóndor y un istmo en el escudo.
Hoy de esas aves nos asusta el vuelo;
huyó el oro; es el istmo ajeno suelo,
y nos queda una ley: la del embudo.
Poemática enfisemática
En cierta prosa hinchada y mema,
tan pesada como enfática,
nunca se trata del problema
sino de la problemática.
La esdrujulación por sistema
que suena tan antipática
me acaba de inspirar un tema.
Perdón, iba a decir temática.
Tal vez de elegancia suprema,
en esta sucesora de Ática,
es que en vez de entrar al cinema
ingresamos a cinemática.
O que siguiendo el mismo esquema
una criada aristocrática
no sahúme ya con alhucema
sino con alhucemática.
O si el que recorta la grama
con su podadora automática
le propone de golpe al ama
arreglarle su gramática.
O si en la Bolsa el accionista,
al mirar la demanda apática,
le pregunta al comisionista:
¿Hoy está cómo? ¿Cómo estática?
Mujer, para quien mi cartera
tiene atracción carismática,
la plata del diario quisiera
yo dártela en forma de plática.
Balada de Juan Guillén
Juan Guillén con Inés y los niños, la criada también,
emprendieron salir un domingo en el Ford de Guillén.
Inés hizo ensalada con huevos, cortó salchichón,
puso leche caliente en el termo para un biberón.
Una válvula estaba golpeando, quizás hasta dos,
Juan estaba con sueño atrasado y un niño con tos;
pero el aire era tibio, el sol claro y el cielo turquí,
y tomaron la ruta de Oriente, que lleva a Choachí.
Un potrero con agua, no mucho después del retén,
pareció ser el sitio indicado a los niños Guillén.
Se bajaron, sacaron el cesto, se dio de almorzar;
Juan sirvió Coca Cola. La criada tomó Popular.
Juan fumó, tejió Inés y los niños jugaron balón;
al moisés del bebé, mientras tanto, se entró un cucarrón.
Al volver, con los niños dormidos, el cielo era gris;
ya brillaba la luz en los postes del barrio San Luis.
Encontraron la casa apagada y abierto el portón;
un cojín y un florero tirados en un escalón;
en el clóset quedaba un chaleco y un lápiz labial;
un perol en el office, un tarro y un poco de sal.
Se llamó a la estación 04; vinieron del SIC.
Dijo Juan: me trastearon la casa durante el picnic.
Descubrieron un hueco en el techo del cuarto de Inés;
lo midieron: dio 0,90 por 2,23.
Se copió la impresión digital que mostraba el perol;
se asustó la sirvienta; tomaron fotos del hall.
Le pusieron a Juan cita para ir a jurar;
él llevó dos testigos y un lazo que halló en el solar.
Un vecino contó haber oído parar un camión.
El juzgado falló que hubo robo y también efracción.
Juan Guillén ya no llega en el Ford: se desmonta del bus
cuando empieza a encenderse en los postes del barrio la luz.
Juan Guillén ya no vive en la casa del barrio San Luis
sino al sur: en la calle 1ª. con carrera 2 bis.
Entreacto sobre arte abstracto
El arte abstracto es un extracto
del snobismo occidental
que tiene puntos de contacto
con la cultura de Natal.
Arte no abstracto y tan exacto
como pintaba Meissonier
es arte muerto, putrefacto,
completamente demodé.
El arte abstracto hace un impacto
en los conceptos del burgués
acostumbrado a verse intacto
con ojos, manos, boca y pies.
El arte abstracto yo me jacto
de que lo sé diagnosticar
pues me persigue el arte abstracto
como lo voy a demostrar:
Mi paragüero es tan abstracto
como una estatua de Negret;
sólo que es algo más compacto
y que no tiene firma al pie.
Un calzador bastante abstracto
a veces suelo utilizar;
cuando se tuerza el artefacto
irá al Museum of Modern Art.
Yo, que no soy pintor abstracto,
abriendo un tarro de barniz,
lo manejé con poco tacto
e hice un Pollock sobre el tapiz.
Y es de un diseño tan abstracto
el pavimento de mi zaguán
que el baldosín es Klee de facto
y la cenefa es un Mondrián.
A mis infantes doy Prolacto,
que en ocasiones sienta mal.
Entonces hacen ipso facto
suprematismo en el pañal.
Y la niñera Juana Cacto
india nacida en Aguazul
hace collage al modo abstracto
bajo la tapa del baúl.
El arte abstracto, haciendo el pacto
de no tomarlo con rigor,
es apropiado para el acto
de provocar buen humor.
Sobre arte abstracto yo redacto
mi comentario semanal;
si es inexacto, me retracto.
De todos modos me da igual.
Lo fusilamos de: Hernando Martínez Rueda, A la manera de..., Bogotá, Fundación Centenario del Banco de la República, 1980, 166 páginas. El retrato de Martinón aparece en el libro, sin crédito.
Comentarios
Cariños desde Chile.
Laura.
Genial Poemática enfisemática.
Abrazo y beso.
sino bella región tropical: el hermoso país de Caconia.
Con dos costas y mares azul más claros que el Jonio,
todo clima acaricia, todo fruto se rinde al caconio;
mas no vive el caconio de los dones que brinda Natura
sino de robar limpiabrisas o cualquier otro objeto de manufactura.
No hay Parnaso en Caconia, ni Musas, ni fuente Heliconia;
sólo un arte, caquear, es la flor y el placer de Caconia,
pues Caconia no es más que una vasta, una gran cacoteca
en donde hay que enrejar los bombillos y amarrar la caneca.
(Fragmento de "Caconia", by Martinón
como una estatua de Negret;
sólo que es algo más compacto
y que no tiene firma al pie.
Genial!!!