El extraño caso del rehacedor y la viuda

Publicado originalmente en: revista Arcadia, nº 73, octubre-noviembre de 2011.

Agustín Fernández Mallo. 

Los personajes

Agustín Fernández Mallo. El rehacedor. Poeta y narrador. Físico de formación. Agitador. Desde el primer libro que publicó se pudo notar su tendencia a la experimentación, al jugueteo, a la broma: el título del poemario es Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus, y en él mostró talento para expresar imágenes, sensaciones, actos y productos de la cultura popular con palabras matemáticamente precisas: “… nos gusta la Nocilla/ el café aguado, el aire/ que revuelven tus dedos y no vuelve, la vista/ de la calle a través del cristal manufacturado…”.
Durante la década pasada publicó otros poemarios y recorrió la república de las letras divulgando su tesis de que era el momento de una “poesía postpoética”. Pero su consagración vendría en 2006 con su primera ¿novela?, Nocilla Dream, que se anunciaba como el primer volumen de una trilogía. Fue aclamada por crítica y lectores. Causó tanto impacto que su título sirvió para denominar a un grupo de escritores españoles que rozaban los 40 y se entendían con la experimentación: la Generación Nocilla. 

María Kodama

María Kodama. La viuda. Lleva 25 años trasegando entre homenajes a su célebre marido, conferencias, viajes y… estrados judiciales. Ha iniciado juicios contra Juan Gasparini, Roberto Alfiano, el biógrafo Alejandro Vaccaro, Osvaldo Ferrari y contra quien ella o sus abogados consideren que ha tomado el santo nombre de Borges en vano. Según una nota del diario Clarín, en ninguno de los casos la justicia falló a su favor. Por otro lado, ha ajustado y corregido las ediciones recientes de la obra de Borges, toda vez que las anteriores estaban llenas de erratas, incluso las de editoriales de tradición como Alianza y Bruguera. Pero ha ido más allá de la corrección: aprobó la reedición de El tamaño de mi esperanza, El idioma de los argentinos e Inquisiciones, obras que Borges no quiso reeditar en vida, y ha suprimido dedicatorias y quitado de algunas ediciones el poema “Al olvidar un sueño”, dedicado a Virginia Aguilar.

Los hechos

En febrero de este año apareció el nuevo proyecto literario de Fernández Mallo: El hacedor (de Borges). Remake (Alfaguara). La carátula, un corazón dorado sobre fondo negro. Adentro, la misma estructura de El hacedor, los mismos títulos, pero con contenidos diferentes. Las breves prosas siguen el juego de referencias de Borges, pero mientras las del argentino son eruditas y tomadas de la tradición literaria, las de Fernández vienen de los cómics, el supermercado, la televisión e internet. Las reseñas que comentaron el libro apelaron a palabras nuevas: “remake literario” como nuevo género, “docuficción”. Se anunció una versión enriquecida para tabletas y teléfonos celulares. En últimas, el libro siguió su curso, y continuaba en las librerías en septiembre pasado.
A finales del mes la viuda llegó a España para presidir los homenajes por los 25 años de la muerte de Borges. Aprovechó el viaje, también, para exigir el retiro de las librerías de El hacedor (de Borges). Remake, por considerarlo no un homenaje, sino un plagio. Antes de que se vinieran encima las demandas la editorial accedió a los deseos de la viuda y recogió la edición. En la nota del suplemento El Cultural, 29 de septiembre, Marta Caballero dice: “ella no ha leído el libro, sino que se ha dejado aconsejar --según ha asegurado hoy durante su visita a Madrid-- por las consideraciones de su abogado”.
La república de las letras se revolvió. Juan Francisco Ferré, cofrade de Fernández Mallo en la Generación Nocilla, publicó en su blog un ensayo sobre la recreación de motivos ajenos y una carta a la “Señora María Kodama”, donde se le iba yendo la mano en el tono veintejuliero: “Quizá lo único que consiga con su gestión mezquina sea que la obra de Borges se convierta para muchos en un erial solitario y estéril, un edificio abandonado a la incuria del tiempo, un amasijo de papeles roído por el tiempo hasta la náusea…”. El profesor Julio Ortega, borgiano como pocos, salió en defensa de la viuda: “No es la glosa ni la reescritura lo que descorazonó a María: es el hecho de que el libro tenga como prólogo casi el mismo prólogo de El hacedor de Borges, y como epílogo buena parte del epílogo de Borges”. Circula, por supuesto, la correspondiente carta de apoyo al rehacedor, que han firmado, entre otros, Juan Villoro, Jorge Carrión, Rosa Montero, Andrés Neuman…
La editorial se sacudió las manos con un comunicado más bien tibio en el que da la razón a Fernández Mallo (pero anuncia que retira el libro del comercio voluntariamente): “Una de las muchas innovaciones que Borges trajo a la literatura fue la de usar procedimientos paródicos sobre sus propias influencias, sobre los autores que admiraba…”. Fernández Mallo puso en su blog algunas consideraciones y subió fotos con ejemplos de apropiación tomados de otras artes. “Lo que aquí se está censurando no es un plagio, sino una técnica literaria”, dijo.

El desenlace

El desenlace definitivo no se conoce, porque el asunto está todavía caliente. El rehacedor sigue apareciendo cada tanto en los medios, impresos y audiovisuales. La viuda ha continuado su camino hacia otro homenaje, hacia otro estrado judicial. La carta sigue circulando y las firmas aumentando. Las notas en los diarios y suplementos, en blogs y foros, siguen apareciendo, casi siempre a favor del rehacedor y en contra de la viuda.
Sin embargo, es posible intentar un par de conclusiones. Borges es uno de esos autores más citados que leídos: paradojas de la celebridad (incluso se citan poemas que él nunca escribió, maravilla de maravillas). Pero la paradoja mayor es que se retire del mercado un libro que quiere hacer un homenaje a Borges apelando a los recursos favoritos del escritor argentino: el guiño, la referencia velada o explícita, el juego de espejos con el universo literario. Otro caso de lo que he llamado en otro lugar “yokoonismo editorial”, referido a los abusos que cometen los herederos de un escritor famoso con la obra que queda en sus archivos.
Nunca hay ganadores cuando un libro es censurado. Pero no se puede esconder que Fernández Mallo algo gana, en tanto consigue prensa para lo próximo que haga. Prensa que, dicho sea de paso, parece gustarle. ¿La víctima? Los lectores, que no podremos ya conocer el juego que planteaba el rehacedor, más allá de su valor o intrascendencia como pieza literaria. Y el villano, mire usted por dónde, es la viuda, quien parece no haber leído uno de los cuentos más célebres de su célebre marido, “La biblioteca de Babel”, donde puede leerse: “exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros”.  

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Para algunas personas, ser viuda es un trabajo. No conozco ninguna viuda, pero una viuda cómoda, una viuda-viuda, es algo raro y, al menos, sospechoso.
Kodama debería buscarse otro trabajo.
El escritor que exhumó el texto, no sé, no tuve el gusto.

Muy instructivo, este blog.
Camilo Jiménez ha dicho que…
En Twitter, @lapalabraseca resumió lo que dice usted en el comentario: "Premio Yoko Ono a toda una viuda". Es un trabajo, al parecer de tiempo completo.

Ahora bien, el personaje de la viuda japonesa sobreprotectora con la obra del marido difunto... podría ser un tipo humano para estudiar.

Gracias por pasar. Saludos.
Anónimo ha dicho que…
Habría que hacer una completa investigación sobre las viudas y viudos súbitamente enriquecidas(os)gracias a los desvelos del finado(a)consorte.Ese serìa un buen tema para Vila-Matas.
Ángel Castaño G
Anónimo ha dicho que…
El caso no es tan extraño como se enuncia en el título de esta entrada. Como ya lo han afirmado acá, es casi una profesión. Creo que lo interesante de esto es la erosión de la frontera entre la vida y el texto. Ya los franceses buscaron eliminar al autor pero no se pudo. El mismo Borges lo intentó con ironía, pero ella es más hábil que él: una señora porteño-nipona terminó siendo la censora de su obra. Este caso da para revaluar y revisar el cruce entre la escritura y la vida; quizá no hay que volver a Saint Beuve pero su destierro sistemático también está difuminándose