“Construimos nuestras viviendas
en los lechos secos de los ríos,/ y cuando regresan las aguas desaparecemos en
las aguas”. “Aquí en Colombia se reduce democracia a elecciones. […] La
democracia es el fenómeno global, de múltiples manifestaciones, y las
elecciones son sólo parte o forma manifiesta de esa totalidad. Tomando la parte
por el todo, reduciendo el todo (la
democracia) a la parte (elecciones), se ocultan las otras facetas o virtudes de
la democracia, de que aquí se carece”. “A los desplazados sólo se les ofrece
como alternativa el retorno al lugar de procedencia, aunque las circunstancias
en que fueron expulsados sigan vigentes y los espere, si regresan, una muerte
segura”.
Las citas parecen tomadas de la
prensa de ayer, pero las dos primeras fueron escritas en la década del ochenta
y la tercera, en la del noventa. Esa característica tienen las palabras de los
sabios: que están por encima del tiempo. Que son eternas. Que todos los días
parecen escritas ayer. La Colección Letras Vivas de Medellín recoge palabras
eternas de hombres y mujeres que “han publicado letras vigorosas”, como podemos
leer en las solapas de los libros. Cuadro.
Periodismo crítico, de Alberto Aguirre; Un
hombre entre dos siglos, de Óscar Hernández; El libro de la vida, de Juan José Hoyos; Poesía sin miedo, de Jaime Jaramillo Escobar; Papeles seniles – Memorias enanas, de Elkin Obregón; Un retrato fragmentado, de María Teresa
Uribe de Hincapié, y El sietecueros de
Lía, de Rocío Vélez de Piedrahíta.
Los libros los publicó la
Alcaldía de Medellín en coedición con tres editoriales de la ciudad y una
nacional. Pero estos volúmenes de la Colección Letras Vivas no son los típicos
libros que publica una Alcaldía o cualquier institución oficial. No vemos en
sus carátulas colores en degradé ni un collage de fotos donde se cuelan dos o
tres en baja resolución; adentro no nos toca leerlos en letra Arial sobre un
papel blanco barato o satinado, con sangría y espacio entre párrafos, con titulares
o cornisas sobreadornados, con párrafos tachonados de palabras subrayadas o en
negrita. No. Estos son libros hechos con amor y buen gusto. Que destacan en el
anaquel de la librería tanto por los nombres de los autores como por el diseño
de los volúmenes.
Es otro producto que la capital
antioqueña –y el país– debe agradecerle a la Secretaría de Cultura Ciudadana de
la ciudad. Desde 2002, cuando se creó, la Secretaría viene dando ejemplos contundentes
de una manera de hacer gestión cultural participativa, creativa, ambiciosa y
sostenible. En una palabra, inteligente. Fue la Secretaría de Cultura Ciudadana
la que rescató la Fiesta del Libro y la Cultura de la sala de cuidados
intensivos. Fue la Secretaría la que estableció, y mantiene, las Becas de
Creación, que han entregado estímulos a más de 180 personas nacidas o
residentes en la ciudad. (Este año se repartieron 837 millones de pesos entre
artistas y creadores, y la cifra aumenta con cada convocatoria.) Fue la
Secretaría la que les dio vida a los hermosos edificios donde se construyeron
las famosas bibliotecas de Medellín, la que insertó sus construcciones y sobre
todo sus contenidos en las comunidades donde están instaladas.
Gestión cultural inteligente… El
dinero de las Becas de Creación tiende a quedar entre creadores jóvenes.
Entonces los funcionarios de la Secretaría pensaron en una manera de reconocer
también el trabajo de escritores antioqueños que participaban en las Becas como
jurados y no como aspirantes a los dineros para adelantar sus obras. Y así se
comenzó a configurar esta colección, ahora en librerías. Los autores elegidos
se concertaron entre la Secretaría y editoriales independientes de Medellín,
que vienen haciendo un trabajo notable.
Gestión cultural inteligente… Bajo
el modelo de bolsa de negocios, las editoriales trabajan con los autores para
depurar el contenido; arman, revisan e imprimen, y la Alcaldía compra una
cantidad determinada de volúmenes, entre 250 y 400. Con el dinero de esa venta las
editoriales cubren buena parte de su inversión. Y la Alcaldía con sus
ejemplares puede dotar a las bibliotecas de la ciudad y el departamento con
libros pertinentes. Los autores, como reconocimiento, reciben tres millones de
pesos.
Hacer un libro feo cuesta lo
mismo que hacer un libro bonito. El valor de cada volumen de esta colección
está alrededor de los nueve millones de pesos, y llega a las librerías con un
costo entre los 25 y los 39 mil pesos. El diseño de la colección fue aporte de
Tragaluz Editores, que quizá está haciendo los libros más bellos de Colombia. La Carreta, Sílaba y Planeta se han encargado cada una de dos títulos, lo mismo
que la propia Tragaluz. Todos participan, todos hacen bien su trabajo, con
criterios claros definidos de antemano. Gestión cultural inteligente.
Pero la mayor virtud de la Colección
Letras Vivas de Medellín es que no se trata de un homenaje obligado, dictado
más por la edad de los beneficiarios que por sus fortalezas literarias. Estos
libros son clásicos nacionales. Todos. Nos ayudan a entender el país. Es más, nos
ayudan a conocer el alma humana, y en ese sentido pueden considerarse también clásicos
universales. Y no me está ganando el entusiasmo: ahí están las citas del
comienzo de este artículo como muestra tibia e insuficiente, pero palpable. Es
un lujo enorme encontrar en las librerías Papeles
seniles y Memorias enanas, de Elkin Obregón, siempre tan modesto. Es un
gusto leer hoy las columnas que Alberto Aguirre escribió en el diario El Mundo en la década del ochenta, y que
se leen fresquitas –la segunda cita del primer párrafo es de su libro Cuadro–. Es una oportunidad de
conocernos mejor que las palabras de doña María Teresa Uribe se puedan oír por
fuera el ámbito universitario.
Y vienen más. El escritor
Guillermo Cardona, que ha estado a la cabeza de todo el proceso –gracias,
maestro–, me cuenta que se acaba de publicar la antología de uno de los
mejores poetas colombianos y uno de los más silenciosos: Helí Ramírez, y que circula
desde diciembre pasado La orfandad de Telémaco,
de Elkin Restrepo. Y vienen más: Cardona y su equipo, el secretario de Cultura
Ciudadana y el propio alcalde, Alonso Salazar, se han encargado de darle
sostenibilidad institucional a la colección. Así se hace.
Una versión ligeramente distinta de esta nota fue publicada en la revista Arcadia nº 75, diciembre de 2011.
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