Entre septiembre de 1980 y marzo de 1984 Gabriel García
Márquez escribió una columna que apareció cada semana en El País de España y El
Espectador de Colombia, y luego en decenas de periódicos que la reproducían
por medio mundo. Durante esos cuarenta y pocos meses la columna no dejó de
salir ni un solo miércoles, ni siquiera cuando su autor tuvo que sortear
vientos revueltos en su vida privada, como cuando tuvo que viajar exiliado a
México porque en su país lo iban a arrestar, o como cuando se ganó el premio
Nobel de Literatura.
En efecto, el 20 de octubre de 1982 salió la columna “Obregón
o la vocación desaforada”. Al día siguiente, a las 5:59 de la mañana, recibió
la llamada del viceministro de Asuntos Exteriores de Suecia para informarle que
había sido elegido ganador del premio Nobel de Literatura. Una semana después
ahí estaba la columna —“Hemingway en Cuba”—,
y el 8 de diciembre, mientras Gabriel García Márquez leía su discurso de
aceptación del premio, en el resto del mundo todos leían su columna “La
literatura sin dolor” en el diario de la mañana.
Esas columnas puntuales del 80 al 84 están en el tomo 5 de Obra periodística, publicada por Random
House en marzo de este año. Estos cinco libros, lo digo sin exagerar, son lo
mejor que le ha pasado al periodismo colombiano y al mundo editorial en los
últimos meses. Hasta esta publicación, la obra periodística del único premio
Nobel de Literatura que va a tener Colombia estaba desperdigada por ahí, en
ediciones de Bruguera y Norma inconseguibles y francamente feas.
Un lector afanado puede hacerse el vivo y buscar nada más
ese tomo 5, pensando que en él está depurado el genio de Gabriel García Márquez.
Despreciará los demás pensando que esos cuatro tomos anteriores fueron nada más
los escalones que usó el autor para alcanzar esas columnas magistrales de
comienzos de los ochenta. Lamento decirle que no, mi querido amigo. Aquí no hay
atajos. La genialidad vive desde los primeros momentos de esta obra palpitante
y perfecta.
El primer tomo —Textos
costeños— recoge las notas que García Márquez escribió para El Universal de Cartagena y El Heraldo de Barranquilla entre 1948 y
1952. Aquí la cosa produce pasmo: uno no sabe qué pensar de un muchacho de 21
años que está dando sus primeros pasos en el periodismo escrito y que compone
frases como esta: “El animal de la timidez se le paseaba por la voz y se la
tumbaba por los despeñaderos más intransitables de la gramática” (p. 78). O
como esta: “Lo conocí ayer. Es un campesino de esos que, aunque se quiten el
sombrero, siguen teniendo cara de llevarlo puesto” (p. 271). O como esta: “el
amor es una enfermedad del hígado tan contagiosa como el suicidio, que es una
de sus complicaciones mortales” (p. 103). La situación más vulgar o más humilde
le sirve de pretexto a ese muchacho para crear una pieza perfecta de la
observación y el ritmo compositivo en cuatro párrafos. Son las famosas
“Jirafas”, que escribió durante esos cuatro años con la misma puntualidad e
insistencia que mostraría casi cuarenta años después en El Espectador y El País,
cuando era el escritor más leído de América Latina.
Estos cinco tomos gordos —suman 3.611 páginas— también le
muestran a los lectores afanados que el genio literario de Gabriel García
Márquez no bajó de los cielos como por encanto mientras oía los cuentos de su
abuela durante las tardes de bochorno en el valle del Magdalena. Ese genio
literario fue trabajado frase por frase, página a página esculpido con una
disciplina de soldado en las salas de redacción de los diarios donde trabajó. Basta
pensar que en los casi tres años en que estuvo en El Heraldo, Gabriel García Márquez publicó cerca de cuatrocientos
artículos. Eso sin contar los que no firmaba, ni las piezas de ficción que iba
desarrollando en paralelo. Como dice Alma Guillermoprieto, otra periodista de
primera, “con tiempo y trabajo cualquiera puede escribir frases magistrales”.
Tiempo y trabajo es lo que muestran estas páginas. Y frases magistrales. Por
montones.
Los tomos 2 y 3 recogen la época dorada del autor en El Espectador. Frente a nuestros ojos atónitos
por semejante despliegue de talento, ese joven periodista pasa de comentarista
de hechos cotidianos a reseñista de cine, y de ahí a reportero y cronista. Primero
cubre eventos en el país —Antioquia, Chocó, Bogotá— y luego viaja a Europa
enviado por el diario. En Europa sabe que los grandes medios se le van a
adelantar siempre, así que se ocupa de comentar el lado B de hechos y eventos
como el festival de Cannes o una cumbre de gobiernos en Ginebra. Pero también
están los grandes reportajes que
convirtieron al autor en una estrella del periodismo: el caso Montesi, el viaje
por los países comunistas, “Caracas sin agua”… Crónicas en las que buscaba, en
sus propias palabras, “contar lo que pasó para que el lector sepa lo que pasó
como si hubiera estado en el lugar”.
En el 4 está la obra más política de Gabriel García Márquez,
los reportajes que escribió para la revista Alternativa,
de Bogotá, entre el 74 y el 80 del siglo pasado, así como otros artículos de
tinte analítico escritos para Casa de las
Américas de La Habana, la revista Semana
o El Espectador. Podría pensarse que
por ser periodismo comprometido políticamente, estas piezas rebajan en
relevancia y maestría estilística. Debo decir que no. Es periodismo
comprometido, pero está tan bien escrito que uno recibe con gusto la línea
editorial que está tirando el autor con tal de acceder a su genio poético.
Este tomo es necesario porque aquí están los magníficos “Chile, el golpe y los gringos”,
“Cuba de cabo a rabo”, “El golpe sandinista” y “Por un país al alcance de los
niños”, entre otros. Pocos textos nos hacen ver tan bien quiénes somos los
colombianos como este último y otros que se recogen aquí, como “Qué es lo que
pasa en Colombia” y “Apuntes para un debate nuevo sobre las drogas”.
Ninguno de los tomos, pues, es eludible. Los cinco cuestan
poco más de 200 mil pesos, alrededor de 100 dólares. Si se piensa bien, es muy
poco dinero por acceder al mejor periodismo que se escribió en español en el
siglo pasado. Y es nada si se piensa que en estos libros tenemos el inesperado
privilegio de ver el mundo a través de los ojos de un genio.
Gabriel García Márquez, Obra
periodística, 5 tomos, Bogotá, Random House Literatura, 2015. Edición y
prólogos de Jacques Gilard.
Comentarios
Hace poco (uno o dos números) en el Boletín Cultural y Bibliográfico salió un artículo de Conrado Zuluaga sobre GGM en el que comparaba un fragmento de un cronista de indias (no recuerdo si Colón, Bernal Díaz del Castillo o el padre Las Casas), con un fragmento de "El otoño del patriarca". Lo busco y lo enlazo acá. Cordial saludo.
"La vida no era buena con ellos. Era una especie de perro amarrado en el corredor del edificio en que vivían, que durante el día les mostraba los fulgurantes dientes de ferocidad y de hambre y que durante la noche les aullaba, les intranquilizaba el sueño y amenazaba"
El man lo hacía bien diciendo como era la vida con una pareja en particular que la estaba pasando mal viviendo.
JUANDAVID: una hermosura ese fragmento. Se me quedan por fuera páginas y páginas de citas que transcribí a mi cuaderno. De pronto voy a hacer una selección de fragmentos. Llevo un mes y medio leyendo esta obra, y es de las épocas más felices de mi vida en esta mesa de trabajo... Saludos, hombre.
Muy bacano y util el enfasis en el juicio del man, yo sabía que era juicioso por la historia de la casera que lo oía tecleando toda la noche, pero ahí lo pintás perfecto que era muy juicioso en el mejor sentido del termino para trabajar. jajaja, pero aclarás que además de juicioso era un genio, como para que uno la tenga clara, y sí, tremendo genio ese man. Es que te quedó muy bacana esta entrada, como todas. Que pena ahí lo lambón pero es la verdad, que hacemos pues.
Un saludo, Camilo.
http://publicaciones.banrepcultural.org/index.php/boletin_cultural/article/view/638/636
Era el padre Las Casas transcribiendo a Colón lo que parodia GGM; los fragmentos en las págs. 39-40
Pdt: hace apenas unos meses terminé de leer Una soledad demasiado ruidosa, de Bohumil Hrabal. No sé si ya le entraste. Si no lo has hecho afánate que es la cosa más bella que ha caído en mis manos en mucho tiempo (y ojo, que por esos días andaba estrenando novia) y estoy seguro de que extenderá brevemente esa temporada feliz sobre tu escritorio. Va el abrazo enorme.