Fusilado: Elias Canetti



Con Masa y poder, su libro más reconocido, Canetti buscaba “agarrar el siglo XX por el cuello”. Lo hizo: el libro se mueve por la sociología, la antropología, la ciencia política, la teología, el estudio de los mitos, la jurisprudencia, la historia. Pero sobre todo, por la narrativa: a pesar de lo profundo, lo complejo, lo totalizante que quiere ser el volumen, lo más destacado es que fluye, se deja leer, como una historia del hombre ante el poder. Casi que cada frase es esencial y sabia, una píldora de brillo. En uno de los Apuntes a los que se dedicó toda la vida pero sobre todo después de recibir el premio Nobel de literatura en 1981, Canetti señaló sobre su obra magna: “Es como si hubieras recibido el encargo de escribir todo, absolutamente todo, sobre todo”. Algunas fuentes dicen que los estudios preparatorios para Masa y poder le tomaron 25 años, otros que 20. En todo caso, más de lo que se puede tardar una cuadrilla grande de trabajadores en construir una catedral. El libro lo es. En palabras de Horacio Salas, escritor y director de la Biblioteca Nacional de Argentina, “La obra de Canetti nació clásica”: exacto.

De familia judía sefardita de origen castellano, Canetti nació en lo que hoy es Bulgaria en 1905, pero desde muy pequeño olvidó el español de su círculo familiar inmediato –en sus orígenes su apellido era Cañete– y tomó el alemán como su lengua madre. En ella escribió su obra y en ella leyó el discurso ante la Academia Sueca. En el 39 huyó de Viena hacia Londres y vivió allí 25 años. Tuvo un romance con Iris Murdoch en el que parece que no le fue muy bien, pues escribió sobre ella con desprecio en su libro Fiesta bajo las bombas. Luego de Londres, donde nunca se sintió muy a gusto, se instaló en Suiza, y fue allí, en Zurich, donde murió en 1994.

En esa maravilla de memorias que es Banco de pruebas, su editor en español y amigo Mario Muchnik traza esta semblanza breve de Canetti: “A menudo se escribe que Canetti era un hombre esquivo, irascible, muy difícil, un malvado gruñón, pero no es cierto, en todo caso mi Canetti era amable y tenía mucho sentido del humor. Le encantaba reír con sonoras carcajadas y bromear. Cuando le concedieron el Nobel, según me contó, durante el gran banquete el rey de Suecia le ofreció un cigarrillo. Canetti lo rechazó. El rey insistió varias veces, y tanto, que Canetti le confesó que acababa de dejar el tabaco. ‘¿En serio? ¿Cuánto fumaba?’, le preguntó el rey. ‘Seis paquetes al día’, respondió, no ya exagerando sino mintiendo. ‘¡Ciento veinte cigarrillos! ¿Tanto?’, se asombró el rey. ‘Tanto’, confirmó Canetti. Cada vez que sus miradas se cruzaban esa noche, el rey murmuraba: ‘¡Ciento veinte!’. Y era mentira, Canetti no fumó un cigarrillo en su vida”.


Desde el 2004 Galaxia Gutenberg viene editando con mucha clase la obra completa de Canetti, y de uno de los volúmenes de esa biblioteca fusilamos los Apuntes que vienen. Apenas ha salido a la luz una parte de la obra del sabio de ninguna parte: por disposiciones testamentarias lo que quedó inédito sólo puede publicarse en el 2024, treinta años después de ese evento que tanto lo inquietó: la muerte.


Apuntes

— Bloqueo: alguien va cercándose de palabras que no puede brincar. Cuando éstas se agujerean, las cambia por otras.

— Insoportables, los que siempre se creen auténticos.

— Nadie sabe lo que es bueno. Sabemos lo que sería mejor.

— Si él pudiera adivinar el grado de amargura que va a alcanzar, en vez de crecer se volvería cada vez más pequeño, hasta desaparecer.

— El viejo muerde con los años en vez de con los dientes.

— Cultiva piojos en vez de pensamientos, y los lleva fielmente consigo.

— Por dinero echa pestes más minuciosamente.

— ¿Un zoólogo chiflado? ¡Inimaginable!

— El cuidador de sus prejuicios: cada vez tiene menos, y eso lo angustia.

— Amigos como para avergonzarse de uno mismo.

— La historia de la propia vida le parece a uno tan aburrida porque no ha sido realmente inventada.

— A las doce de la noche se sienta al clavecín y toca para sus invitados, sin que se lo hayan pedido, no demasiado tiempo; lo tranquiliza hacerlos callar.

— El museo de las frases, las horas de visita.

— Musil aún estará ahí, cuando se bostece sobre Thomas Mann.

— El que se dice: todos son mejores que yo, ¿podrá ser mejor?
Cuando cada uno se dice: todos son mejores que yo, ¿estarán todos en el camino de ser aún mejores?

— El jadeante hipopótamo Flaubert.

— No puedo negar que me duele no ocuparme de los libros, tengo un sentimiento físico por ellos, de vez en cuando me sorprendo en diálogos de despedida con ellos. En los últimos tiempos han venido a añadirse libros completamente nuevos y valiosos, y la idea de que los he leído tan poco, casi nada, me da fuerzas. Con la mayor desenvoltura me digo en voz alta que estos libros aún sin tocar no dejarán que me vaya, y quizá es ésta su función y ya ni siquiera espero que llegue a leerlos. Una especie de penoso autoengaño se esconde en este asunto, por primea vez en mi vida tengo la sensación de utilizar los libros para un fin impreciso, y que se trate de un fin comprensible y, a la postre, nada mezquino, no arregla las cosas. Me duele pensar que los libros caerán en manos ajenas o que incluso se venderán, me gustaría que permanecieran donde están ahora y que yo pudiera visitarlos de vez en cuando sin ser visto, como un fantasma. [...] Entre mis libros se hallan las mayores de todas las exquisiteces, y yo, yo he vivido con ellas.

— El anciano se lanza a la etapa más activa de su vida. Al recuperar la memoria el anciano se tambalea.

— Almohadones de fama para asfixiarse.

— En las carreras de caballos griegas se coronaba con laurel al animal ganador, no al jinete.

— Sus “discípulos”, sus representantes: su sopita rancia.

— El enemigo escupía en la dirección equivocada. Él se interpuso en el camino del enemigo, pero éste siguió escupiendo en la dirección equivocada.

— En Darwin ya no me interesa nada su doctrina, sino cómo llegó a ella.

— Lo odiaba tanto que lo veía como un retrato de Francis Bacon.

— El que lee poco pronto parece un periódico.

— Me importa sobremanera anular parte de la infelicidad que Freud ha provocado.

— Prefiere apoyarse en nada a apoyarse en Freud.

— Bueno, mejor, pésimo. ¿Qué mosca les ha picado a los superlativos?


Lo fusilamos de: Elias Canetti, Apuntes. 1973-1984, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2000, 154 páginas. Traducción de Genoveva Dieterich.

Comentarios

Esteban Dublín ha dicho que…
¿Prefiere apoyarse en nada que apoyarse en Freud? Mierda, ¡muy bueno!
Camilo Jiménez ha dicho que…
Y no es la única que tiene contra el charlatán de Viena. Oiga, Esteban, y no entendí su comentario en la entrada anterior.
Johan Bush Walls ha dicho que…
Cuando leo algo así, y me acuerdo de mis aforismos pajeros, me siento como el hombre ante el universo, chiquitío, chiquitío.

Ya no quedan de ese tipo de Nóbeles maestro Jímenez.

Salú pue.
Andrés ha dicho que…
Mucho mejor meterle el diente a Canetti por este lado que por el de la ficción. Su novela Auto de fe es larga y dura de roer, pero para los fetichistas de la acumulación de libros tiene un personaje maravilloso: un blibliómano, especializado en China, dueño de una biblioteca que cubre la totalidad de las paredes de su casa con 25 mil volúmenes, que acumula de frente, no de lomo, y con quienes sostiene conversaciones. En Bogotá me he topado con algunos personajes que me lo recuerdan. Por supuesto, no estoy hablando de Camilo, porque él nunca erradicaría completamente el espacio ganado a pulso -no muy firme- por su santuario para las botellas.
Camilo Jiménez ha dicho que…
Si uno está en plan espeso, sesudo, "Masa y poder" es también un gran libro, apenas para entrarle a don Elias. Debe leerse despacio, a ratos párrafo a párrafo. Pero... juepucha, siente uno que leyó un compendio inteligente de TODA la historia humana, un retrato del género humano como especie. "Auto de fe" no la he leído, pero me inquieta.
Anónimo ha dicho que…
Muy buen post, Camilo, al incitar a leer a uno de los grandes ensayistas del XX. Me encantó la frase: "Nadie sabe lo que es bueno. Sabemos lo que sería mejor".
Pablo R. Arango ha dicho que…
Auto de fe es grandiosa. También requiere una lectura lenta, pues incluso en la ficción Canetti parece escribir como si cada frase tuviera que ser un aforismo.
Apelaez ha dicho que…
Yo empezé a leer "masa y poder" en la universidad y todavía no termino (y creo que no terminaré). Empieza muy bacano pero se va poniendo cansón y en eso no ayuda la edición de bolsillo que tengo: letra de 5.5 puntos y sin márgenes.
JuanDavidVelez ha dicho que…
Todo el mundo se sabe el chiste de Ortega y Gasset, pues bueno, yo soy de esos ignorantes que confunden Oneti con Canneti, yo pensaba que Elias Canneti era latinoamericano, que pena. Asi que aunque yo se que ese no es el objetivo de este blog creo que es un efecto colateral (¿o es secundario?) bacano. El ojo en la paja enseña.

¿En que idioma escribia Elias Canneti?, esa pregunta en quien quiere ser millonario debe ser por ahi de 20 millones.
JuanDavidVelez ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo ha dicho que…
Para mi Canetti es de los grandes, con Mayúsculas. Les recomiendo su autobiogrfía compuesta por tres volúmenes: La lengua absuelta, traducida en la edición de las obras completas de Galaxia Gutenberg como La lengua Salvada, La antorcha al oido y el Juego de ojos.
Maravillosos!!!
Esteban Dublín ha dicho que…
No me hagas caso, Camilo. Es una cuestión de vanidad a ver quién lee más. Una güevonada, en realidad.
Camilo Jiménez ha dicho que…
Gloria, no sabía que pasaras por acá. Un honor. Voy a seguir tu recomendación: a los lectores juiciosos hay que pararles bolas. Claro que apenas tengo el primer volumen, en la edición (muy bonita también) de Muchnik. En fin, por ahí empiezo pronto, y algo comentaré acá.
Sinar Alvarado ha dicho que…
salgo ya mismo (apenas escampe) a buscar ese "banco de pruebas".
Camilo Jiménez ha dicho que…
Si lo encuentra, diga dónde, estimado. Acá es inconseguible, pero sé que usted tiene sus mañas. Yo no he podido, y llevo años buscándolo. Le cuento que las memorias de Muchnik constan de ese y de otro libro hilarante que se llama "Lo peor no son los autores". Ambos publicados por una editorial que fundó el viejo luego de incontables decepciones, despidos y renuncias. Se llama Del Taller de Mario Muchnik.
juan ha dicho que…
"En las carreras de caballos griegas se coronaba con laurel al animal ganador, no al jinete"... podría ser comentario pertinente para aplicar a la relidad política colombiana.
Anónimo ha dicho que…
Si Camilo, me doy pasadas frecuentes por tu blog. Me encanta saber qué están leyendo los que yo se que leen. Un abrazo fuerte!
Apelaez ha dicho que…
Perdón, quién es Gloria Rodriguez?
Ana Catalina ha dicho que…
Y no solo los que leen poco parecen periódicos...hoy en día todo, hasta los grandes amores parecen periódicos, pues cuando uno creía que eran los primeros y los mejores se da cuenta que en internet todo es inmediato.

Muy buenos apuntes para que uno no sólo retome a Canetti, sino también, para descubrirlo por vez primera o de otra manera.

Saludos Camilo.
bwin ha dicho que…
Escritor búlgaro en lengua alemana. De origen sefardita, pasó su infancia y su juventud en diversas ciudades europeas. En Berlín entró en contacto con las vanguardias literarias y escribió su primera y única novela, Auto de fe (1935), parábola sobre la oposición entre la cultura de masas y la dignidad individual. Enlazando con esta preocupación, el clima creciente de totalitarismo se tradujo en una serie de obras teatrales centradas en el abuso de poder y sus consecuencias sobre el individuo. Alcanzó la celebridad a partir de 1960, año de la publicación del ensayo antropológico Masa y poder, en el que se manifiesta contrario a las teorías freudianas sobre la psicología de masas. También alcanzaron un gran éxito sus memórias, sobre todo el primero de sus tres volúmenes, titulado La lengua absuelta (1977). En el año 1981 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.