El buen salvaje, de Eduardo Caballero Calderón



Desde el primer párrafo el narrador de esta novela pone sobre la mesa las dos cartas que siempre va a tener en frente y que lo atormentarán durante las siguientes casi 300 páginas de éste, su diario: “Resueltos temporalmente mis problemas económicos con los cien francos nuevos –diez mil antiguos es más estimulante– que me prestaron en el Consulado, tengo por lo menos diez días tranquilos para comenzar mi novela. Estoy resuelto a escribirla. He leído tantas novelas malas en los últimos meses…”. Los cien francos nuevos no le duran diez días, apenas un par. Ya desde que sale del consulado y se mete a un café empieza a menguar la cifra, a punta de repetir un estribillo que leeremos también de aquí en adelante con frecuencia: “¡Un Ricard, por favor!” (Puede reemplazarse este aperitivo por whisky o cerveza, pero el Ricard es el preferido del narrador). Y en cuanto a la novela... esboza situaciones, imagina diálogos, perfila personajes, calibra los momentos dramáticos y serenos de la trama... pero nunca llega a escribirla, como sucede con las 13 o 14 que imagina a lo largo del diario, casi que una por capítulo, que en este caso se llaman Cuadernos.

Y a partir de ese primer párrafo, de ese primer cuaderno-capítulo, conocemos en profundidad a nuestro personaje: una suerte de Ignatius J. Reilly –o de Tartarín, o de Guzmán– a la colombiana, simpático y algo patético, convencido por momentos de su genio literario, que va convirtiendo en fracasos una tras otra las empresas que adelanta. Aunque no se le puede negar su talento narrativo para ver situaciones, para imaginar novelas, para describir ambientes o personajes: “Las islas de París son los jardines. El Sena es un pretexto para que pasen los puentes de París” (p. 125); para la madre de Marsha, una americana comunista con la que se enreda unos días, vivir en París es “contar entre las amistades un príncipe destronado de los que viven en Portugal, un Premio Nobel de física, un actor de cine, un novelista norteamericano, un homosexual, un cardenal, un italiano” (p. 140); “Si Rose-Marie no fuera virgen, como seguramente lo es, ¿la amaría como hoy la amo o la desearía rabiosamente como a esas niñas que viajan colgadas de los labios de un muchacho que no soy yo a lo largo de siete estaciones de metro?” (p. 201)... Sobre ese inglés de pañuelo de seda y monóculo que entra siempre al mismo bistró: “Todo el mundo lo conoce aquí, desde hace veinte años, pero él no conoce a nadie. Es un personaje sin novela” (p. 202).

Pero en lo que este personaje inolvidable despliega todo su ingenio es en su ideario, que abarca el arte, la política, la literatura, los tipos humanos… Encontramos casi en cada página una frase memorable por su forma, por su humor, por su patetismo. Y me voy a permitir aquí citar algunas en extenso. “Cuando digo que no quiero pensar, lo que en realidad sucede es que no quiero sentir” (p. 98). “El clochard es un charco de soledad en medio de la calle” (p. 56). “Detrás de esas novelas no hay nada. No hay una historia, ni una memoria, ni una realidad personal, ni una humanidad interesante, ni una sociedad atractiva, ni una tierra ni un país por detrás. Esa literatura huele a alcoba sin ventilar, a ropa agria y mal lavada, a falta de agua y jabón, a escaleras crujientes manchadas con orines de gato” (p. 10). “Los impresionistas habían dejado súbitamente de impresionarme” (p. 32). “En todo niño hay un policía de costumbres y un puritano cínico e hipócrita” (p. 17). “El escritor de autobiografías piensa arbitrariamente que su personalidad es ejemplar [...] Los escritores de este género literario no anotan en sus diarios lo que han hecho en el día, sino que hacen durante el día algo que desean anotar en sus diarios” (p. 65). “Los países felices no tienen historia” (p. 109). “Hay tres tipos de insolencia que no puedo soportar: la de los negros que se sienten blancos, la de los jóvenes que se creen inmortales y la de los comunistas que se consideran depositarios de una verdad revelada por Marx. Y este tipo es negro, joven y comunista” (p. 113).

Uno se ríe a veces con esas ocurrencias, se sorprende a veces con ideas brillantes o aforismos desgajados como sin querer, se compadece a veces con todas las oportunidades desperdiciadas por este hombrecito que paso tras paso está intentando una novela posible e improbable y buscando cómo sobrevivir en París (con engaños al Cónsul, a sus escasos amigos, a su familia, a un par de novias que consigue; engaños que se tornan tan enredados y complejos, tan divertidos, como los de las mejores novelas picarescas). A ratos lo asalta al lector en una página cualquiera el argumento de una canción que Joaquín Sabina no ha escrito pero seguro ha pensado: “Hay ventanas que entornan los párpados de las persianas y me hacen guiños desde lejos. Hay callecitas desiertas con un pequeño bistrot donde no entra nadie, o una tienda de antigüedades que no tiene clientela; pero al pasar por allí me siento acompañado por el farol de la esquina” (p. 145), o algún aforismo que pudo haber compuesto Nicolás Gómez Dávila: “Para escribir una novela hispanoamericana hay que estar en París” (p. 181).

Lo que lo diferencia de un personaje de la picaresca o del propio Ignatius Reilly es que por momentos, sólo por momentos, este narrador sabe en qué situación está, advierte sus límites: “Cuando uno no es un personaje histórico como Napoleón Bonaparte, sino una persona del montón dentro de la historia, la cronología es una explosión de vanidad pueril” (p. 251). “Pertenezco a una borrosa capa social [...] mi padre fue un oscuro empleado abrumado de humillaciones y deudas [...] mi talento creador no es sino una imaginación desorbitada [...] no soy sino un vagabundo que vegeta en París agarrado al leño de sus expedientes y de sus mentiras” (201). “Soy inconsciente, irresponsable, perezoso” (p. 25).

Mientras leí este diario lleno de aventuras, de trabajos de amor perdidos, de engaños, de iluminaciones me sentí leyendo una obra maestra –sí, con todas las letras: una obra maestra– injustamente olvidada. Por la complejidad del personaje, por sus ideas geniales y mezquinas, porque es un guía del París de los tránsfugas incluso más competente que el Oliveira de Cortázar, porque me hizo estremecer y reír, porque me hizo pensar y enarcar las cejas cada tanto. Porque me hizo clamar por una reimpresión urgente. Porque me hizo sentir curiosidad por volver a leer las obras de Caballero Calderón, a quien tanto desprecié –despreció mi generación– durante el bachillerato. Porque me hizo volver a empezar de inmediato una novela de argumento similar –un escritor pícaro e inteligente en busca de su obra– escrita nada menos que por el hijo de este gran escritor que es Eduardo Caballero Calderón. Increíble: padre e hijo escriben casi la misma novela, con veinte años de diferencia, y en ambas descubren filosamente dos ciudades con sus tipos humanos: el padre París y el hijo Bogotá. No me jodan. Hay que leer El buen salvaje de Eduardo Caballero Calderón. Vamos a ver cómo sale librada después de la relectura Sin remedio de Antonio Caballero.


Eduardo Caballero Calderón, El buen salvaje, Barcelona, Ediciones Destino, 1967, 289 páginas.

Comentarios

Sebastian Pineda ha dicho que…
Camilo. Buena elección. Yo creo que es de las mejores novelas de Caballero Calderón, donde por fin hay un argumento contundente y un gran protagonista (antes intentaba retratar arquetipos idiotas, Manuel Pacho, Siervo, pues él, gran señor, miraba al campesino por encima del hombro). Hay una escena de la novela que me encanta: cuando insiste en palpar las nalgas de una negra voluptuosa para inspirarse en su novela. Es que esta es una meta-novela.
JuanDavidVelez ha dicho que…
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JuanDavidVelez ha dicho que…
Esta novela nos la pusieron a leer en el colegio (1987), no se conseguía en Medellín. El papá de un amigo en un viaje a Bogota busco al autor en el directorio, lo llamo y le pregunto donde conseguía la novela, el autor muy formal le dijo en que librería estaba, el la compro. Finalmente la lectura escolar fue cancelada, por problema de inventarios, pero ya comprada mi amigo la leyó, la recomendó tanto que nos la prestaba como prestando un tesoro ("es un libro que solo se consigue en Bogota").

Solo me acuerdo que al leerla a los 13 años yo quería saber que putas era un ricard y me imaginaba que era lo mejor del mundo, me jure probar eso, una promesa que no cumplí.

En mi opinión Camilo se brinco uno de los aforismos mas importantes que se encuentra en esta novela, lo voy a citar de memoria así que le ruego al autor que me perdone por citarlo mal. "solo un borracho puede percibir dos hechos fundamentales: que la tierra gira a una velocidad vertiginosa y que hay una poderosa fuerza de atraccion que nos clava al piso".
Camilo Jiménez ha dicho que…
Sebastián: la escena es ciertamente hilarante. Hacia el final el tipo quiere escribir una novela sobre los fantasmas que caminan por la calle y se confunden con la gente. Ve a su padre muerto, incluso, en una estación de metro. De pronto ve a esta morena caminando por ahí y decide tocarle el culo para ver si es un fantasma o una persona viva. Ella le da tremendo bofetón. Está tomando mucho Ricard, hay que decirlo.

JuanDavid: en un artículo precioso de Beatriz Caballero, titulado "A mí también me pusieron de tarea a Eduardo Caballero Calderón", ella cuenta que todos los días por las tardes llamaban a su casa a preguntar por la trama de alguno de los libros de su papá, por la biografía del autor, etcétera. Que ella se sentía bien, pero que después de treinta llamadas en una tarde llegaba a ser cargante. Una vez contestó el propio Eduardo y como que el niño le preguntó: "¿En qué año naciste? ... Y ¿en qué año moriste?". Otra vez que contestó él una niña, después de las preguntas de rigor, le dijo: "Ni crea que voy a leer esa jartera de libro suyo". Todo siguió así hasta que la esposa de ECC hizo una biografía con los datos básicos de su marido, la pasó a máquina, la llevó a la papelería del barrio y sacó no sé cuántas fotocopias, que se vendían a veinte centavos.

Otra anécdota de Beatriz: una vez le preguntaron en el colegio "¿Entonces tu papá es escritor?" Y ella, niñita, contestó: "No, mi papá es dictador, la que escribe es mi mamá".
Luis H. ha dicho que…
¡Al fin! Siempre que me preguntan por “El buen salvaje” digo que es “Sin remedio”, pero veinte años antes y en París. En los últimos veinticinco años es posible que alguien haya hecho el paralelo, para mí tan evidente, entre estas dos novelas, pero yo no lo conozco. Dos relatos de dos decadencias morales, espirituales, económicas, de dos escritores lúcidos que se sienten extraños en el planeta y que intentan desesperadamente escribir un libro que nunca escribirán. Más ridículo el sino del hijo, alias Escobar, que cambia el ricard por la marihuanita y la perica, y la torre Eiffel por las putas de Chapinero, y que se hace matar por no tener adonde repatriarse.
Luis H. ha dicho que…
La otra pregunta que surge, ¿cuál es el gran Caballero Calderón? Así como creo a contracorriente que las dos mejores novelas de Conrad son las terrestres (“El agente secreto” y la muy olvidada “Bajo la mirada de Occcidente”), creo que el mejor CC es el de “El buen salvaje”, las deliciosas “Memorias infantiles” y los exquisitos “Hablamientos y pensadurías”, que son reflexiones y aforismos sueltos, sin hilo narativo. De ambos hay preciosas ediciones de Villegas. En cuanto a la trilogía de la “violencia” estoy de acuerdo con Pineda y yo también tuerzo la boca cuando me las mencionan, pero creo que es porque me recuerdan las torturas de colegio junto a cosas horribles como “Huasipungo” y “El mundo es ancho y ajeno”, y porque deben estar en el top ten de Evo Morales. En cuanto a la idea del bobo que carga los cadáveres de sus padres por todos los Llanos, mejor no se la mencionen a Gustavo Bolívar, quien ya descubrió que la truculencia vende muchísimo más que la coherencia. No obstante, hace un par de años releí “El Cristo de espaldas” y me pareció simplemente “perfecta”.
JuanDavidVelez ha dicho que…
Pues si, el papá de mi amigo también llamo a importunarlo. Me dio curiosidad el articulo de la hija de el, ese adjetivo que utilizo Camilo me dio curiosidad, pero tiene toda la razón. Tal y como dice Camilo, ese articulo esta una puteria.

Acá esta el articulo de la hija.

Me pusieron de tarea a Caballero Calderón
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Cómo sale librada Sin remedio de Antonio Caballero?
Esa novela es increíble, es de las pocas novelas extensas que Alfaguara publica sin dañar la regla de tres o la proyección de los porcentajes de ganancia.

Ignacio Escobar (Protagonista) y Lo Auténticos (Para nada auténticos pues son tan ondeantes en sus pasos como en los géneros de música que tocan), son a penas dos muestras de la mejor novela escrita hasta ahora sobre Bogotá. Amén El Carnero. Y lleva usted toda la razón cuando alaba en Twitter todo lo escrito por los de esa familia. Tienen perrenque y talento, y de eso no venden en supermercados.

Aquí está completa la novela en la biblioteca virtual del Banco de la República de Colombia. http://www.lablaa.org/blaavirtual/literatura/sinrem/indice.htm

Y en este link, Ricardo Abdhallah nos avisa este mes en revista Arcadia, de la reedición/traducción y buena acogida de la novela en Francia.

http://www.revistaarcadia.com/ediciones/48/literatura3.html

Hace un tiempo vi a Antonio Caballero en la Cra 7a con 118 tomando apuntes del tráfico de bogota o de direcciones o fachadas. No sé bien qué hacía. Raro?
Antonio Caballero tiene unos cuentos inéditos. A ver si reeditan al papá y editan esos cuentos.
Camilo. Buena reseña, necesaria reivindicación.
Ahhh qué pena. Se me pasó. En Sin remedio está la clasificación exacta de muchos escritores, políticos e intelectuales de pacotilla colombianos y del mundo: pequeño burgués radicali.Jajaja.
Camilo Jiménez ha dicho que…
JuanDavid, qué bueno que pusiste el artículo, hombre.

Adiospués: la primera vez que la leí me fascinó. Vamos a ver cómo le va en la relectura. Y sí, es una de las grandes novelas colombianas, y ninguna ciudad tiene una novela que la describa tan bien como Bogotá y su "Sin remedio". Saludo.
Jorge Mario Sánchez ha dicho que…
Yo no he leído nada de Eduardo Caballero Calderón, pero mientras leía esta reseña, antes del párrafo final de Camilo, pensé lo mismo: "pero si esta trama es muy parecida a la de Sin remedio".

La de Antonio Caballero la leí en un par de sentadas y me gustó, aunque sentí que sobraban muchas escenas de sexo. Sin embargo, es un libro va creciendo en uno meses y años después de leerlo. Ahora pienso que es una de las mejores novelas colombianas que han pasado por mis manos. Y como novela urbana se lleva por delante a caiceditos, mendozitas y otras yerbas.

Por cierto, el poema largo que por fin logra escribir Escobar es muy bueno. Alguna vez a Caballero le preguntaron que qué era lo mejor de la novela, y dijo que ese poema.

Gracias, Camilo, quedo con las ganas de leer la reseña de Sin remedio. Y voy a ver si consigo algo de Caballero Calderón.
Camilo Jiménez ha dicho que…
Luis H.: nunca tendré suficiente para agradecerte la recomendación de esta novela. Ya estoy buscando los "Hablamientos y pensadurías". Luego los comentamos.
JuanDavidVelez ha dicho que…
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Camilo Jiménez ha dicho que…
La novela de Helí Ramírez no la he leído, pero me encantaría. Su poesía es de las más poderosas de Medellín. Qué digo, del país. Lástima que sea tan parco: hace años no publica nada. Perdí la cuenta de las veces que le he pedido poemas para El Malpensante, y nada, no suelta. Desde que lo leí, cada que pienso o veo una empanada pienso en la "golosina de sal" de Helí Ramírez.
JuanDavidVelez ha dicho que…
Que pena Camilo que borre el comentario, lo borre porque era demasiado fuera de tema.

Muy bueno que vos te leyeras esa novela, estoy casi seguro que en mi ignorancia yo la sobrevaloro excesivamente. Ademas la leí hace mucho.

El mio es el entusiasmo del clasemedia resentido que le emputan los exitos de los Caballeros, hermano, estas novelas de padre e hijo son buenas, es verdad, pero la de Heli tambien, es solo eso, resentimiento clase media.
Luis H. ha dicho que…
Si a alguien le interesa, el artículo de Beatriz Caballero es sólo un fragmento de la biografía de su padre: "Escribir es como hacer pipí" que está en el Boletín Cultural y Bibliográfico, número 62.
bellatrix333 ha dicho que…
Ya extrañábamos sus reseñas, por favor, no se tarde tanto en volver a comentarnos los buenos libros. Saludos desde Monterrey, México
B
carlos vallejo ha dicho que…
Qué maravilla que le dé tanta relevancia a la relectura como en colofón que acabo de repasar, en una nueva impresión del gran caballero hijo.
Andrés ha dicho que…
La novela de Helí Ramírez se llama La noche de su desvelo. La leí hace siglos y no recuerdo mucho, pero sí que me gustó más su poesía.

Ah, y Juandavid no es clase media. Los retoños del barrio Prado en Medellín solo pueden ser clase gótica fantasmal.
JuanDavidVelez ha dicho que…
Que pena con Camilo hablar de esa novela, pero Burgos, te recuerdo la novela, es un man que llega a Medellin espantado por problemas de violencia (el era el violento), hace su familia de varios hijos donde hay de todo en ese grupo de hijos (malo, abogado ricachon arribista, comunista, bueno para nada, creo que hasta una hija perra tuvo el señor).

Es la vida de ese señor y con ella se cuenta la "segunda fundacion de Medellin", ese es el nombre muy apropiado que le da Alonso Salazar al surgimiento de los barrios que ahora los de la clase media (incluyendo la gotico fantasmal) llamamos con el generico urbanistico de comunas.

El señor tiene su moza en un bar del centro, se decepciona de su moza y por ahí derecho se le cae el cacho ya de la tristeza. Ese detalle de la moza es lo que hizo el libro absolutamente verosímil para mi. Tremenda novela.

(¿lo de que el señor va a putiaderos emparenta la novela con ulises?, va a putiaderos al estilo de la mejor tradición literaria anglosajona, pero las putas de los putiaderos de Helí no son prepagos, ni siquiera son putas, son coperas, son putas de verdad. En ese tiempo no habian morrongas aguardienteras ni siquiera. Entre otras cosas, que vivan las morrongas aguardienteras)

Que pena Camilo, me puse a hablar de esa novela porque en mi opinion no solo Bogota tiene su novela, todos los antioqueños nos sentimos agraviados con eso de que solo Bogota, voy a mandar esto al colombiano para que se eleve una protesta formal.

Finalmente, precisamente Burgos, por eso me pase cerquita de donde vos vivías, a mi hija le cuento que uno de los mejores escritores "jovenes" de Colombia vivió por acá, es un listón alto para mi hija, pero espero que de la talla. Burgos, voy a ir a la acción comunal para que te hagan una placa y un merecido homenaje como uno de los hijos ilustres de este barrio.
Carlos ha dicho que…
Cuando don Eduardo escribía esta novela, sus hijos Luis y Antonio podrían estar viviendo la bohemia de París, alegre, loca y gris... y muy probablemente el joven que protagoniza pueda estar inspirado en uno de los vástagos, o quizá en ambos. Muchos años antes, desde París y por sugerencia de Gabriel Cano, Lukas Caballero escribió el Epistolario de un joven pobre, correspondencia al propio Gabriel, y a su padre y tocayo, el general liberal de la guerra de los mil dias abuelo de los Caballero Holguín.
El otro día pensaba en mi impresicindible de ECC y concluí que es imposible optar por un libro dentro de una obra completa que no se conoce toda. Hecha esta aclaración paso a confesar que de este autor he leído Tipacoque: estampas de provincia (1941), Diario de Tipacoque (1951), Siervo sin tierra (1955) y El buen salvaje (1966); las leí una detrás de otra y pese a reconocer el valor de la novela que nos ocupa, me quedo con el Caballero Calderón de temática rural, con las historias de Siervo Joya y de la comadre Santos, con lo contradictorio que resulta la visión feudal de don Eduardo y su profundo amor por el campo y sus gentes, con Tipacoque, esa comarca liberal enclavada en Soata, un municipio conservador; con las descripciones, el lenguaje y las palabras de los campesinos boyacenses que hablan por la pluma de ECC en dos épocas muy diferentes, primero durante la república liberal y luego tras su fin.
Le agradezco Camilo una vez más las entradas de esta sección y admiro su sinceridad; nunca es tarde para descubrir y reconocer el valor de una obra viva que la soberbia ignorancia de la juventud antaño despreció.
Samuel Andrés Arias ha dicho que…
Camilo: buena y justa reseña. Justa porque vale desempolvar del olvido una de las Grandes novelas colombianas. Cuando la leí me divertí muchísimo, además que algunas de las excusas del protagonista para no escribir o algunos de sus súbitos pero breves entusiasmos de disciplina coincidían con mi propia historia. Eso me hacía reir doble.
Novela imprescindible, definitivamente.
Aunque es mi favorita de ECC también valoro y difrute mucho de Siervo sin tierra y de El cristo de espaldas.
german ha dicho que…
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german ha dicho que…
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german ha dicho que…
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german ha dicho que…
Qué bueno hablar de Caballero, uno de los escritores más musicales de Colombia. En su prosa brillan, vuelven a la vida, palabras condenadas al olvido como breñas, herrumbruso, zurrones, trepidar, atalayan. En este momento estoy terminando Caín, otra joya. Agrego a las certeras frases que escogió usted, Camilo, la siguiente: "Yo no creo en el Infierno, por parecerme un castigo desproporcionado e injusto para este miserable gusano que es el hombre". Y esta cita de Caín: "Las montañas que circundan la Laguna de Tota, cubiertas de nubarrones, se perfilaban teñidas de añil. La brisa que soplaba mecía los helechos y los digitales salpicados de rocío, y una franja aceitosa descendía lentamente por la ladera abajo. Las nubes eran primero rosadas, luego grises, finalmente blancas, pero el valle de Sogamoso todavía era un mar de niebla en el cual sobreaguaban como restos de un nafragio la serranía que separa los valles de Firavitova y Tibasosa, y la que penetra como una proa de navío entre los valles de Duitama y Viterbo". ¡Qué lindo!
Amaranta ha dicho que…
Para mi en la lectura del libro es tan importante la historia, como logra engancharme como el contexto en mi vida personal... este libro, lo he encontrado en medio de una biblioteca de unos amigos en un viaje de trabajo combinado con amor en la ciudad de Quibdó, me llamó la atención por su título. Aunque debo confesar que al principio me aburrió un poco, poco a poco me ha ido atrapando... sobretodo cuando en medio del calor chocoano estaba imaginándome y al mismo tiempo recordando a Paris, escucho una mujer cantando y escuchando Aicha en versión de salsa: http://www.youtube.com/watch?v=GpYtYRtsH6w&feature=related

completamente mágico...
Juan José ha dicho que…
La reseña y los comentarios me animan a leer a ECC. Sin Remedio es, sin duda, una de las mejores novelas urbanas que leí, y ver este precedente tan bien referenciado por Camilo y los comentaristas deja a «El buen salvaje» bien alto. Sin embargo, no sé dónde podría conseguir este libro que, por lo que veo, es bien escaso. Les agradecería trescientas veces si saben dónde lo puedo comprar.
Camilo Jiménez ha dicho que…
Hace un par de semanas vi un ejemplar en San Librario, en Bogotá. Toca buscarla en librerías de viejo...
Amaranta ha dicho que…
Que impresionante... pensaba que era la única que estaba despierta a esta hora frente a un computador. Buenas noches compañero de insomnio...
Camilo Jiménez ha dicho que…
Buenas noches, querida compañera de insomnio. ¿A qué se dedica a hora tan impropia, además de pasar por estos rincones donde se habla de libros?
Samuel Andrés Arias ha dicho que…
Si te sirve en medio magnético yo te lo puedo enviar por email. El mío es Samuel.ariasv@gmail.com
Vladimir Caraballo Acuña ha dicho que…
¡Que "Sin remedio" no es una novela sobre Bogotá!: http://porpublicar.blogspot.com/2012/08/a-proposito-de-el-buen-salvaje-de.html