Fusilado: Norman Mailer

A los 24, en plena fama después de
publicar Los desnudos y los muertos.


Escribió y publicó novelas, cuentos, ensayos, poemas, reportajes y obras de teatro. Quizá por eso dijo alguna vez que no era escritor sino empresario literario. También dijo, y varias veces, que consideraba a Tolstoi una gran influencia. Fue a Harvard, donde estudió ingeniería aeronáutica pero tomó todos los cursos de inglés y escritura que pudo. Su primer libro, Los desnudos y los muertos, producto de su experiencia en la Segunda Guerra, le valió la celebridad inmediata, y a partir de allí todas sus obras fueron muy leídas y comentadas.
Murió en Nueva York en 2007. Poco más para decir además de invitar a leerlo. Es Norman Mailer. Un reportero que quiso entender el mundo entero y meterlo en cada historia, fuera producto de su imaginación o de la obsesiva investigación. Sus más notables textos periodísticos y ensayísticos se encuentran en América, un libro imperdible publicado por Anagrama. Las novelas, cualquiera, desde la misma Los desnudos y los muertos hasta El parque de los ciervos o La canción del verdugo. Este año BackList, filial de Planeta, publicó Un arte espectral. Reflexiones sobre la escritura, de donde fusilo el artículo que viene.  

Best sellers

Ahora que el deseo desmesurado que había en mí por las grandes ventas se ha asentado en expectativas más razonables, bien puedo ofrecer algunos pensamientos posteriores sobre el tema.

Escribir un best seller intencionadamente es, después de todo, un estado mental que no deja de tener puntos de comparación con el acto de casarse por dinero sólo para descubrir que la ausencia de amor es más costosa de lo previsto. Cuando un supuesto y modesto escritor de best sellers al fin se vuelve lo bastante profesional como para escribir un libro ganador, él o ella piensa que ha logrado una gran hazaña, al igual que un hombre desprovisto de amor (y dinero) verá un matrimonio pródigo como una unión espléndida.

Lo ideal, y cuando envejeces tratas de acertarte a lo ideal, es escribir sólo sobre lo que te interesa. Puede resultar de interés a otros o no, pero si tratas de dirigirte hacia el éxito, no deberías ser un escritor serio. En cambio, harás bien en estudiar los trucos de los autores habituales de best sellers mientras te aseguras de mantenerte apartado de cualquier cosa que esté bien escrita. Leer buenos libros puede envenenar tu satisfacción por haber conseguido un best seller. No creo que Jackie Susann se vaya a dormir con Rainer Maria Rilke sobre su mesita de luz.

Hoy, los grandes cuadros literarios por lo común se dejan para los novelistas de best sellers. Tendrán un elenco de cuarenta o cincuenta personajes, e historias que atraviesan de cincuenta a cien años. Incluirán varias guerras mundiales, más cambios asombrosos en las vidas de varias familias. Hacen todo eso para mantener su libro en movimiento. Lo que caracteriza por lo común a estas novelas es que nada hay en ellas con lo que no te hayas cruzado antes. La mayoría de los buenos escritores tienden en estos días a trabajar sobre panoramas más pequeños. Entonces, al menos, tienes la confianza de que lo que estás haciendo incluye alguna verdad en cuanto ficción. Eso es razonable. Al menos estás contribuyendo al conocimiento en vez de aumentar el barro de la cultura.  Desde luego, eso puede hacer más difícil enfocar un tema amplio. En este momento el único gran escritor que puede manejar cuarenta o cincuenta personajes y tres o cuatro décadas es García Márquez. Cien años de soledad es una obra asombrosa. Logra hacerlo, pero cómo, no lo sé. En mi novela sobre Egipto, me llevó diez páginas pasar más allá de una curva del Nilo.

Es contraproducente pensar: voy a poner esto porque venderá ejemplares. Por lo general, eso no funciona Hay una integridad en el bestsellerato: es el mejor libro que el autor es capaz de escribir en ese momento. Él o ella cree en el libro. Por eso es un best seller. Stephen King era un escritor torpe y repetitivo cuando empezó, pero los lectores de best sellers respondieron a su sinceridad. Eso estaba presente en cada página mal escrita. La popularidad de la mala escritura es análoga al disfrute de la comida basura.
Debo decir que King ha mejorado en estilo desde que empezó. Es de esperar que sus lectores también, pero eso no está tan claro.

Una estrategia del best seller es seguir agregando ingredientes nuevos a la historia. ¡Pero cuidado! La trama es igual que una droga. Puede estimular a un novelista hacia hordas de energía creativa, y seguramente mantendrá al lector sobre la página pero, tarde o temprano, la trama presenta su factura, y exigencias graves caen sobre el escritor. El autor que está sobrecargado de trama a veces se ve obligado a entrar en la mente del personaje para mantener las cosas claras.
Exactamente aquí es donde todo se empantana. La confianza de un lector en lo que está leyendo se verá traicionada sutilmente o incluso dilapidada en caso de que un novelista elija entrar en la mente de un personaje pero falle al transmitir el don indispensable de que el lector pueda ahora saber más que antes sobre el personaje. Los monólogos interiores por lo común son rutina e insisten en contarnos lo que ya sabemos. Casi no existe una calidad garantizada de la mente.
Por supuesto, el daño es limitado, porque las reflexiones internas de los personajes en la mayoría de los mega best sellers son más o menos lo que uno espera. Los lectores de mega best sellers desean poder leer y leer y leer: no desean reflexionar sobre ninguna revelación realmente inesperada. La realidad puede estar allá afuera, pero eso no es el motivo por el que estamos leyendo.
La corrección o edición tiende a hacer que los best sellers se parezcan entre sí. Por ejemplo, pocos best sellers no sufren de una avalancha de adjetivos. Porque cuando un escritor no puede encontrar el matiz de una experiencia, por lo común la recarga de adjetivos. Eso le dice al lector qué debe pensar. Esto acompaña una tendencia en las editoriales de poner el énfasis en el entretenimiento a toda costa. Por supuesto, un cansancio penetrante podría invadirnos debido al ritmo al cual somos entretenidos.

Mi generación literaria estaba bajo el paraguas de Maxwell Perkins: cualquiera que se convirtiera en editor deseaba ser como él. Los editores jóvenes sentían fidelidad hacia sus escritores. Había uniones espirituales, por así decirlo. Sigue siendo verdad hasta cierto punto, pero las probabilidades en contra del mantenimiento de semejante lealtad ahora son mucho más altas. El mundo editorial de hoy dicta que un editor tiene que aportar libros que hagan dinero. Este casi absoluto tiene que penetrar en los intersticios del pensamiento de un editor joven. (Y en sus intestinos.) Imagino que sería difícil para la mayoría de los editores jóvenes no empezar a presionar un poquito a sus autores para que traten de ser más populares. Eso, desde luego, ejerce presión sobre el vínculo.

Justo ahora el dinero inteligente apostaría contra la novela seria. Las editoriales se están deprimiendo por el futuro de la ficción de buena calidad, y es obvio que los directores editoriales son los que más determinan ese futuro. Es probable que la supervivencia dependa de los editores jóvenes. Cuando una novela seria de un desconocido se publica hoy en día, por lo común es porque algún editor joven se lo ha tomado a pecho. Por lo general, el director editorial le sigue la corriente. De hecho, ése es el lado caritativo del mundo editorial, y seguirá mientras los directores editoriales mantengan alguna fe en sus editores jóvenes, que, a su vez, logren apegarse a su coraje.

Los gerentes de librerías pueden preguntar: “¿Por qué no escribes un libro corto?” No necesitan manifestar su motivo. Los dos sabemos. Los libros cortos son libros delgados, y así ocupan menos espacio en las estanterías. Ergo, las estanterías pueden rentar más ingresos por metro.
Pero ¿novelas cortas? Por desgracia, Thomas Mann me influyó a edad temprana, quien decía que sólo lo exhaustivo es realmente interesante. Confía en Mann para hacer de uno un elitista encubierto.


Lo fusilamos de: Norman Mailer, Un arte espectral. Reflexiones sobre la escritura, Barcelona, BackList, 2012, pp. 83-86. Traducción de Elvio Gandolfo.

Comentarios

importaciones ha dicho que…
Genial post, continua publicando información tan interesante como esta
Anónimo ha dicho que…
Leí de Norman Mailer hace poco Los tipos rudos no lloran, luego de conocer el poema de Bolaño titulado de la misma forma. Un lenguaje claro, sin alambiques, permite que las casi 400 páginas de la obra no se sientan.
Ángel Castaño G.
Juan Miguel Álvarez ha dicho que…
Norman Mailer fue para mí la chispa que encendió mi lujuria por la no ficción. Recuerdo haber leído las 800 páqinas de "La canción del verdugo" en apenas 15 días. A mi modo de ver fue un reportaje novelado superior a "A sangre fría", de Capote. Una historia parecida (un homicida condenado a muerte) y su relación nunca acabada con el sistema. Pero contada con tal nivel de detalle, con tal minuciosidad sobre los rincones del alma humana, que siempre me he preguntado cuánto tiempo debió haber investigado, cuánto tiempo debió pasar detrás de los personajes.
Luego, como si fuera fácil, hizo una biografía insospechada de Lee Harvey Oswald y otra más de Marilyn Monroe.
En fin. Un autor que me acompañará toda la vida.
casas en remate ha dicho que…
Es genial como se cuentan estas historias... saludos.
Anónimo ha dicho que…
Como olvidar "los hombre duros no bailan" una de sus obras favoritas..que buenos recuerdos de un autor con un caracter imponente y agudo