Fusilado: José Manuel Marroquín




José Manuel Marroquín Ricaurte fue presidente de Colombia y escritor, y en ambos oficios tuvo salidas memorables: como presidente, luego de la separación de Panamá durante su mandato dicen que dijo: “Yo no sé por qué se alteran con lo de Panamá, si yo recibí un país y les devolví dos”. Como escritor compuso numerosos poemas festivos, y ya Gabriel García Márquez rindió devoción al que aquí fusilamos en Vivir para contarla. Marroquín Ricaurte es el autor de una novela nefasta para quienes estudiamos bachillerato en Colombia durante los ochenta: El moro, que al lado de Toá, Mancha de aceite y Siervo sin tierra buscó acabar de una vez y para siempre con las poquitas ganas de leer que pudiéramos tener algunos a los doce, trece, quince años. ¡No pasarán!
Aunque incluido en numerosas antologías y en no pocas páginas de internet, fusilo este insuperable poema de Marroquín para el torcido regocijo de los lectores de
el ojo en la paja.


Ahora que los ladros perran
ahora que los cantos gallan,
ahora que, albando la toca,
las altas suenas campanan,

y que los rebuznos burran
y que los gorjeos pájaran,
y que los silbos serenan
y que los gruños marranan,

y que la aurorada rosa
los extensos doros campa,
perlando líquidos viertas
cual yo lágrimo derramas,

yo, fritando de tirito,
si bien el abrasa almada,
vengo a suspirar mis lanzos
ventano de tus debajas.

Tú, en tanto, duerma tranquiles
en tu camada regala,
ingratándote así, burla,
de las amas del que te ansia.

¡Oh, ventánate a tu asoma!
¡Oh, persiane un poco la abra,
y suspire los recibos
que este pecho exhalo amanta!

Ven, endecha las escuchas
en que mi exhala se alma
y que un milicio de músicas
me flauta con su acompaña.

En tinieblo de las medias
de esta madruga oscurada,
ven y haz miradar tus brillas
a fin de angustiar mis calmas.

Estas tus arcas son cejos
con que, flechando disparas,
Cupido pecha mi hiero
y ante tus postras me planta;

tus estrellos son dos ojas,
tus rosos son unas labias,
tus perles son como dientas,
tu palme como una talla;

tu cisno es como el de un cuelle
un garganto tu alabastra,
tus tornos hechos a brazo,
tu reinar como el de una anda.

Y por eso horo a estas vengas
a rejar junto a tus cantas
y a suspirar mis exhalos
ventano de tus debajas.

Así cantaba Calixto
a las ventanas de Carmen,
de Carmen, que, desdeñosa,
ni aun se acuerda de olvidarle.

Comentarios

Mauricio ha dicho que…
uyyy le agradeceria que en algun momento fusilara a Jorge Isaacs, leer La Maria fue de las cosas mas espantosas que me pudo pasar en la adolescencia, casi matan las ganas de leer que tenia en aquella epoca.
Anónimo ha dicho que…
hoy no he hablado, ni me habia reido, gracias!!! muy divertido