Fusilado: Daniel Samper Pizano








Con la flaca y malvada, Burgos, Javier Mejía y otros amigos recordamos con mucho gusto las buenas columnas y las mejores recopilaciones de ellas de Daniel Samper Pizano. Los tests testiculados, los tests de desorientación profesional, las lecciones de historia, las vainas varias nos hicieron reír y con frecuencia las extrañamos. Esos libros —Piedad con este pobre huérfano, A mí que me esculquen, Dejémonos de vainas, entre otros— ahora son escasos. Pero hace unos días visité (¿asalté?) la biblitoeca de mi padre y me traje los que pude. (Con razón el viejo salió hace unos años con este saludo: “vine a tu casa a visitar mi biblioteca”.) Aprovecho la fecha para fusilar un articulito sin pretenciones de A mí que me esculquen. Mañana, otra reseña. Ahí va pues.



¡Conozca las hazañas de los santos!

La Fiesta de Todos los Santos, que se celebró el primero de noviembre, serviría para demostrar de una vez por todas que la burocracia era más lenta antes que ahora. Gregorio III la instituyó en el siglo VIII y hubo de pasar otro siglo y varios papas antes de que Gregorio IV la pusiera en ejecución. Pero desde entonces se cumple con todo júbilo y solemnidad aunque, seamos sinceros, sin mucho conocimiento de causa.


Es que la ingratitud humana ha logrado enterrar en el olvido las hazañas de la mayoría de los personajes del santoral, o convertirlos, cuando más, en irreverentes slogans como “Santa Rita de Casia, abogada de imposibles” o “San Antonio, santo casamentero”. Sin que se sepa esto último de qué modo, toda vez que ninguno de los tres san Antonios que aparecen en los misales fue casado…


Llega a tal punto la ignominiosa amnesia respecto a los santos, que hasta el más despistado ciudadano sabe que existe un monumento al Soldado Desconocido, pero ignora que, a su manera, la Iglesia ha dedicado un día al Santo Desconocido. Se trata de san Adaucto, cuya fiesta se celebra el 30 de agosto simultáneamente con la de san Félix. Este Adaucto fue un intrépido compañero del sacerdote Félix que, cuando pretendieron martirizar a su amigo, se plantó al lado suyo decidido a correr la misma suerte. Lamentablemente, nadie conocía su nombre —la historia aún lo ignora— y por eso los romanos lo bautizaon Adaucto, que quiere decir “añadido” o “agregado”. Claro está que resulta mejor llamarlo por su nombre en latín, porque, sinceramente, ¿quién puede ser devoto de san Agregado?


Esta nota no pretende otra cosa que recordar a los ingratos algunos santos dignos de ampliación y comentario, cuya lista aparecerá en estricto orden alfabético porque, como dicen, hasta en el cielo hay jerarquías.


San Abdón: Era persa y se dedicó a enterrar cadáveres insepultos de cristianos, cosa que en esa época (siglo II) le granjeó del emperador de Roma la misma antipatía que hoy le habría granjeado de los dueños de funerarias. Lo arrojaron a las fieras del circo romano, pero éstas se limitaban a lamerlo, tal vez convencidos de que se trataba de algún ministro. La historia sagrada no menciona ningún san Augusto pero, de haber existido, seguramente habría sido muy distinto. Porque san Augusto es san Augusto, pero san Abdón es san Abdón.


San Alejo: Tipo curioso san Alejo. El día de su noche de bodas se marchó a peregrinar por los santuarios de Oriente, “dejando intacta a su esposa", y luego regresó y se confinó solitario el resto de sus días en un cuarto ubicado bajo la escalera de su casa paterna. Como Howard Hughes, no volvió a bañarse ni a ver a nadie, ni siquiera a la mujer. Su padre, el senador Eufemiano, tuvo que sostenerlo toda la vida, mientras el pueblo romano sostenía al emperador. Murió en insoportable olor a santidad, aunque después de todo esto, lo justo habría sido declarar santa a la esposa.


San Ambrosio: Cuando este santo estaba aún niño, un enjambre de abejas se posó en su boca, a lo cual se atribuye que después tuviera “dulce y persuasiva elocuencia”. Lo cual hace pensar que, en el caso de Alberto Acosta, seguramente se le posó un hipopótamo. O varios. Se dice que más tarde lo descueraron, y no propiamente en un té de señoras.


San Antonio Abad: Desde los 18 años se marchó a un desierto, pese a que en el año 269 no había televisión de la cual huir. Allí acudía el demonio, de puro cansón, a visitarlo y a tentarlo. Pero san Antonio no se dejaba tentar, gracias a lo cual vivió 105 años, aunque algunos historiadores pensamos que seguramente vivió menos, sólo que el tiempo pasa en los desiertos despacito...


Santos Audifaz y Abacuc: Persas los dos, fueron encarcelados, torturados y ejecutados en Roma, a fin de que no dejaran tocayos.


San Benito: Italiano, de distinguida familia, nace en el año 480 y, luego de estudiar en Roma, resuelve encuevarse tres años como cualquier hippie zarrapastroso y, como si fuera poco, funda monasterios en varias serranías abruptas, cuando el funicular no se conocía. Alguien trató de envenenarlo con un vaso de vino chiviado pero éste se rompió al alzar san Benito el recipiente. Murió de pie, como los árboles, sin reparar en la incomodidad de esa posición y la de quienes lo ayudaban a sostenerse.


Santa Bibiana:
Por proclamarse cristiana en épocas en que era peligroso hacerlo (año 363) fue despojada de todos sus bienes y encarcelada. Allí se vio obligada a rechazar los ataques sexuales de su guardiana, cuyo nombre —grábenselo bien— era Rufina. Finalmente murió atada a una columna, como nos ocurrirá a muchos periodistas.


San Bonifacio: La vida fue para él un valle de lágrimas: lo desgarraron con garfios, le clavaron cañas afiladas entre las uñas, le echaron plomo derretido en la boca y luego lo decapitaron. A ver quién le niega su condición de mártir...


San Casimiro: Amaba la pobreza, repartía entre los mendigos lo poco que tenía, profesaba la castidad como virtud y gustaba de proferirse toda suerte de castigos corporales. En fin, un tipo jartísimo que vino a morir en 1483.


Santa Cecilia: Cuando la casaron con un muchacho de nombre Valeriano, ella le dijo, según el historiador religioso Gaspar Lefebvre: “Mira, Valeriano, que tengo a mi lado a un ángel encargado de velar por mi virginidad; por lo cual, cuídate de tocarme, porque te atraerías las iras de Dios”. Ante tal amenaza, Valeriano se abstuvo de hacerlo pero, hábilmente, pidió que le mostrara el ángel. Luego de bautizar a Valeriano, éste pudo ver junto a su esposa “un ángel radiante con divinos resplandores”. Que fue, a la larga, todo lo que santa Cecilia le mostró a su marido.


San Cirilo: Era de una tenacidad enfermiza. Horrible como enemigo. En vista de que Nestorio, patriarca de Bizancio, negaba la maternidad de la Virgen María, san Cirilo molestó y molestó hasta que logró convocar un concilio ecuménico donde condenaron a Nestorio. Murió, como el libre cambio de moneda en Colombia, en el 444*.


Santa Cristina: A la tierna edad de 10 años rompió las estatuas paganas que adornaban la casa de sus padres. Tal travesura, en épocas en que la pedagogía infantil estaba en pañales, le costó que la mataran a flechazos.


San Diego: Era español. Cuando no estaba rezando o meditando, se dedicaba a atender a los enfermos. Recolectaba dinero para los pobres, de donde seguramente surge aquello de “la recolecta de San Diego”.


Santa Domitila: Cuando ya había dado palabra de matrimonio a Aureliano, y habían comprado muebles y visto apartamento, resolvió “consagrar a Dios su virginidad”. No sin razón, Aureliano la hizo martirizar.


San Erasmo: Mártir del año 303. Se le representa con una vara alrededor de la cual cuelgan sus intestinos (¡Lo que habría gozado El Bogotano con la foto!). Se le invoca en los dolores de vientre aunque, si el dolor es persistente, resulta aconsejable llamar al médico.


Santa Francisca Romana: Se casó a los 11 años y durante 40, lapso que duró su matrimonio, fue esposa perfecta. También se la señala como ejemplo de viudez admirable, aunque hay que reconocer que en su ancianidad la veían por ahí, conversando con un ángel custodio.


San Felipe de Neri: Florentino. Dice el abate Lefebvre que “el Espíritu Santo le había inflamado con tal amor de Dios, que las palpitaciones de su corazón le rompieron dos costillas”. Después de tan dolorosa muestra de cariño, pueden ustedes estar seguros de que no fue san Felipe de Neri quien inició la costumbre de los avisos de prensa en que se dan gracias al Espíritu Santo.


San Francisco de Sales: 1567-1622. Convirtió a 72 mil herejes y prefirió una sotana raída en vez de una jugosa herencia. Lindo ejemplo para quienes se limitan a convertir dólares en pesos y son incapaces de rechazar una herencia. No digo nombres.


San Gil: Vivió en un bosque, alimentándose solamente de raíces y leche de una cierva salvaje. Se cree que, dotado de una gracia especial, había alcanzado a vislumbrar lo que sería el Mandato Claro.


San Gregorio Mártir: Convirtió a varios burócratas de Diocleciano al cristianismo en el siglo IV, sin usar copias por triplicado, lo que le valió que colgaran su cuerpo, lo desgarraran a azotes, le echaran vinagre y sal en las entrañas abiertas, lo asaran en la parrilla y luego lo desnucaran, lo cual, evidentemente, ya era excesivo.


San Gregorio Taumaturgo: Famoso por sus milagros de finca raíz. Hacia el año 200, “mandó a un monte a retroceder a fin de dejar el solar necesario para la construcción de una Iglesia, y el monte retrocedió”. Yo me pregunto si semejante prodigio habría podido obrarse ahora, con ecólogos molestando y la Carterpillar hablando de competencia desleal.


San Hermenegildo: Es una historia un poco complicada. Hijo de Leovigildo, rey de los visigodos, casó con Ingunda, hija de los reyes Francos. (No le habrían echado bola negra en el Jockey, téngalo por seguro). Pero Gosuinda —no confundirla con Ingunda—, segunda mujer de Leovigildo, instigó a que lo encarcelaran y fue martirizado por culpa de sus creencias religiosas y sin duda, de su madrastra.


Santa Inés: Fue un ejemplo asombroso de coraje. El prefecto de Roma quería casarse con ella cuando tenía (Inés) 10 años. Como se negara y fuera cristiana, la mandaron decapitar tres años después, labor que ejecutó el sorprendido verdugo mientras ella —bastante localista— hacía barra a favor del verdugo**.


San Isidro: Madrileño de cepa, vivió en el siglo XII. Los ángeles le ayudaban a arar la tierra, tal vez porque ganaba el salario mínimo. Hizo un milagro que lo volvió famoso: produjo un manantial fresco en medio de agobiador verano, lo que le ha valido aquella estrofa de “san Isidro labrador, quita el agua y pon el sol”, muy cantada por los taurófilos cuando no había corridas nocturnas.


San Jenaro: Decapitado en el siglo V, se conserva sangre suya en Nápoles, que se licúa tres veces al año, los días VIII-9, VIII-26 y XII-26. Es de admirar la puntualidad del milagro.


San Juan Capistrano: Rechazó el ingreso del islamismo a Europa. Mató en un solo día a 120 mil turcos en Constantinopla. (¿Qué tal el santo?) Se le considera el patrono de los lleristas.


San Juan de Dios: Caso parecido al de Guillermo Fergusson, fue muy disipado en su juventud pero luego se dedicó totalmente a los hospitales.


San Juan María Vianney: No es propiamente el más avispado del santoral. Dice el abate Lefebvre: “Aunque de ingenio tardo, aprendió lo bastante para hacerse sacerdote”. Fue párroco durante 42 años en la misma iglesia. Con eso está dicho todo.


Santa Juliana: Nacida en 1270, dice de ella nuestro historiador predilecto que “nunca en el transcurso de su vida levantó la vista para mirar rostro alguno de varón”, debido a lo cual a veces le contestaba al que no era.


San Luis Gonzaga: Casi muere al nacer en Florencia. A los nueve años hizo voto de castidad. A los 16 ingresó de jesuita. A los 22, vestido con su túnica blanca “en la que brillaban las perlas de sus continuas lágrimas”, falleció, sin saber lo que se había perdido. El tipo de futbolista que quiere el tribunal de disciplina de la Dimayor.


San Luis Rey: 1215-1270. Emprendió dos cruzadas, y si le dan tiempo, emprende también varias trasversales, porque desplegó un activismo indigno de gobernantes.


Santa María Magdalena de Pazzis: Desde los 10 años se declaró virgen y, por consiguiente, mártir. Su divisa era “Padecer y no morir”. Murió, después de muchos padecimientos, en 1607, pero su cuerpo se conserva incorrupto, vaya usted a saber por qué.


* No confundirlo con san Cirilo de Jerusalén, muerto en 386, quien declaró la guerra a los arrianos. La existencia de pocos arrianos en mi generación, me hace pensar que triunfó san Cirilo.

** Para completar la trágica historia, a los pocos días estaba su hermana de leche Emerenciana llorando al pie del sepulcro de santa Inés cuando la apedrearon y mataron… La Iglesia la declaró santa, ni más faltaba.

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Lo fusilamos de: Daniel Samper Pizano, A mí que me esculquen, Bogotá, Oveja Negra, s.f.

Comentarios

Ivan Andrade ha dicho que…
Daniel Samper Pizano es lo mejor que hay en el periodismo colombiano. las columnas de este tipo son maravillosas. Yo me leí Piedad con este pobre huérfano y me reí cantidades.

Cuando sea grande y trabaje quiero ser como él. Pero con pelo.

Suerte.
Lucaz ha dicho que…
En mi prehistoria lectora figuran esos libros que menciona, mi favorito era "Dejémonos de Vainas". Buen rescate, recién salía de que me fueran hinchadas las pelotas con La Rebelión de las Ratas y otros que ni me acuerdo. Samper fue un buen abrebocas, aunque de niño "leia" a su hermano en Nueva Frontera...no me lo explico. Vas a tener que esforzarte mucho para superar a tu papá..ese apunte estuvo...estuvo...que vaina con la palabreja de moda. Saludos.
juan ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
juan ha dicho que…
A don Daniel le agradeceré siempre aquello de ser el quinto beatle de Les Luthiers. Esa delicia de volver a reir de nuevo como la primera vez. En el largo camino que va del kct al dvd Mastropiero me ha regalado nuevas alegrías con las mismas escenas en las que tantas veces está la pluma del mejor Samper.
RADIO NEBLINA ha dicho que…
Y dónde están los links de los otros lagartos paisas que hacen fila para un puestico en Bogotá y que tanto gustan comentar en este blog????????
flaca y malvada ha dicho que…
Estamos ocupadísimos haciendo fila.

¿Nos mandas una remesa?
Martín Franco Vélez ha dicho que…
¡Hey, flaca: no se cole! ¡Yo iba primero!
Lucaz ha dicho que…
Puestico??? que va...Camilo jubiladnos!!!!