Aquí está el Salvaje Oeste, señoras y señores, y no se parece en nada al que muestran esas asépticas películas de Hollywood donde Sharon Stone comanda un grupo de forajiditas buenonas o Kevin Costner hace pucheros con su bigotito cortado con escuadra. Aquí sí hay polvo y sangre y desmesura, calor y crueldad. Aquí ve uno a un tipo caminar en las rodillas por el desierto caliginoso durante seis días enteros porque los apaches le han cortado las plantas de los pies. Aquí cabalgan los forajidos con dos niños colgando de las manos en busca de una piedra para macharles las cabezas.
No pasa mucho en esta novela: cabalgatas de días mientras el narrador va describiendo el paisaje, que tampoco tiene mucho para ofrecer además de piedras, polvo y calor. Cada tanto, encuentros con indios o con cadáveres, entradas a pueblos donde se detallan fiestas de verdad, con putas de todas las tallas, comilonas pantagruélicas, cantidades navegables de alcohol, balaceras y más muertos. Cada tanto hay que ir apilando los cadáveres que van apareciendo antes de continuar con la lectura, y así va uno componiendo montículos del tamaño de un Volkswagen.
Pero a pesar de este panorama abyecto, cruel, las frases de esta novela están esculpidas con la disciplina de la poesía. Apenas dos botones: “Cabalgaron bajo la lluvia durante días y cabalgaron con lluvia y granizo y todavía con más lluvia” (p. 224); “Oscuras monedas de cobre en unas tablillas, los arrugados ojos de los ciegos. Amanuenses agachados junto a los escalones con sus plumillas y tinteros y cuencos de arena y leprosos gimiendo por las calles y perros lampiños que parecían esqueletos andantes y vendedores de tamales y viejas de rostro oscuro y torturado como la propia región acuclilladas en las cunetas atendiendo lumbres de carbón de leña donde chisporroteaban unas tiras renegridas de carne anónima” (p. 96). ¿Notan algo en común? Sí, la repetición de la preposición y (la figura se llama polisíndeton), que va sumando, va sumando hasta componer una atmósfera. Porque esta no es una novela de acciones, de peripecia, sino de atmósfera, que se logra —o no— mediante las descripciones.
Es en las descripciones donde un autor muestra el filo de sus cuchillos o sus tristes armas amelladas. Para que el lector no se aburra debe hacer uso de toda su pericia como escritor. Entran en juego la fina escogencia de las palabras —sobre todo los adjetivos—, lo acertado de las comparaciones, la capacidad de apelar a todos los sentidos y no sólo al de la vista, el ritmo de las frases. Y McCarthy demuestra ser un maestro digno de los elogios que le hace cada que puede el avinagrado Harold Bloom.
La novela comienza siguiendo a un chico desde sus primeros años, y cuando uno piensa que está comenzando una novela de formación, de esas tan típicas del siglo XIX, pronto se encuentra con que no es ese el personaje principal, sino una cuadrilla de mercenarios que recorren la borrosa frontera de México con Estados Unidos buscando y cazando indios. Quizá el personaje más memorable sea el juez Holden, un sabio en materias científicas y espirituales, al tiempo más cruel que todos los mercenarios juntos, que ya es decir mucho. Botánico, geólogo, dibujante notable, historiador, aventurero, este gigantón albino es de esos personajes que permanecen en la memoria y asustan en las noches a los lectores entusiasmados, como el Dick de A sangre fría o el Heathcliff de Cumbres borrascosas.
Nunca como en esta novela tuvo tanto sentido la expresión “matar por ver caer”. Cada página despliega una violencia que pareciera no venir de ninguna parte, una crueldad sostenida en una razón de dos letras: porque sí.
Para terminar, debo decir que estos libros de Debolsillo están impecablemente editados, por eso es escandaloso que haya una errata en el texto más grande del libro, la portadilla. Allí se nos dice que el autor es Cormac McArthy. Pero que tal descachada no desanime a quien sienta ganas de emprender esta historia horripilante y tan bien escrita.
No pasa mucho en esta novela: cabalgatas de días mientras el narrador va describiendo el paisaje, que tampoco tiene mucho para ofrecer además de piedras, polvo y calor. Cada tanto, encuentros con indios o con cadáveres, entradas a pueblos donde se detallan fiestas de verdad, con putas de todas las tallas, comilonas pantagruélicas, cantidades navegables de alcohol, balaceras y más muertos. Cada tanto hay que ir apilando los cadáveres que van apareciendo antes de continuar con la lectura, y así va uno componiendo montículos del tamaño de un Volkswagen.
Pero a pesar de este panorama abyecto, cruel, las frases de esta novela están esculpidas con la disciplina de la poesía. Apenas dos botones: “Cabalgaron bajo la lluvia durante días y cabalgaron con lluvia y granizo y todavía con más lluvia” (p. 224); “Oscuras monedas de cobre en unas tablillas, los arrugados ojos de los ciegos. Amanuenses agachados junto a los escalones con sus plumillas y tinteros y cuencos de arena y leprosos gimiendo por las calles y perros lampiños que parecían esqueletos andantes y vendedores de tamales y viejas de rostro oscuro y torturado como la propia región acuclilladas en las cunetas atendiendo lumbres de carbón de leña donde chisporroteaban unas tiras renegridas de carne anónima” (p. 96). ¿Notan algo en común? Sí, la repetición de la preposición y (la figura se llama polisíndeton), que va sumando, va sumando hasta componer una atmósfera. Porque esta no es una novela de acciones, de peripecia, sino de atmósfera, que se logra —o no— mediante las descripciones.
Es en las descripciones donde un autor muestra el filo de sus cuchillos o sus tristes armas amelladas. Para que el lector no se aburra debe hacer uso de toda su pericia como escritor. Entran en juego la fina escogencia de las palabras —sobre todo los adjetivos—, lo acertado de las comparaciones, la capacidad de apelar a todos los sentidos y no sólo al de la vista, el ritmo de las frases. Y McCarthy demuestra ser un maestro digno de los elogios que le hace cada que puede el avinagrado Harold Bloom.
La novela comienza siguiendo a un chico desde sus primeros años, y cuando uno piensa que está comenzando una novela de formación, de esas tan típicas del siglo XIX, pronto se encuentra con que no es ese el personaje principal, sino una cuadrilla de mercenarios que recorren la borrosa frontera de México con Estados Unidos buscando y cazando indios. Quizá el personaje más memorable sea el juez Holden, un sabio en materias científicas y espirituales, al tiempo más cruel que todos los mercenarios juntos, que ya es decir mucho. Botánico, geólogo, dibujante notable, historiador, aventurero, este gigantón albino es de esos personajes que permanecen en la memoria y asustan en las noches a los lectores entusiasmados, como el Dick de A sangre fría o el Heathcliff de Cumbres borrascosas.
Nunca como en esta novela tuvo tanto sentido la expresión “matar por ver caer”. Cada página despliega una violencia que pareciera no venir de ninguna parte, una crueldad sostenida en una razón de dos letras: porque sí.
Para terminar, debo decir que estos libros de Debolsillo están impecablemente editados, por eso es escandaloso que haya una errata en el texto más grande del libro, la portadilla. Allí se nos dice que el autor es Cormac McArthy. Pero que tal descachada no desanime a quien sienta ganas de emprender esta historia horripilante y tan bien escrita.
Cormac McCarthy, Meridiano de sangre, Barcelona, DeBolsillo, 2006, 400 páginas.
Comentarios
s.
Es como la sexta vez que decís que la vea, Andrés. Va a tocar hacerte caso a ver si dejás de joder.
Burg.
Esperemos a vé qué nos depara el 2008, a ver si por lo menos camilo jimenez le da ese hijo tan deseado a Lucaz, el monstruo comegalletas, o en su defecto a Franco, ya que Burgos demostró ser estéril en todo sentido...
Les recomiendo entonces ver “No country for old men”, adaptación de los hermanos Coen de la obra del mismo nombre escrita por McCarthy. La película tiene unas actuaciones increíbles, no sólo de Bardem, sino también la de Tommy Lee Jones y Josh Brolin (quien últimamente aparece en varios buenos papeles). Los silencios de la película y la textura de las imágenes, me parece que captan bien la esencia del estilo narrativo de McCarthy. No dejen de verla si ya llegó a Latinoamérica.
En cuando a la recomendación de Burgos de “The Proposition”, pues la secundo. Obedientemente la alquilé durante las vacaciones y me encantó. La vi luego de ver “No country for old men” y no pude dejar de relacionarlas. Aunque ambas caben dentro de la categoría de “Western” y tienen muchos parecidos sus imágenes (paisajes vastos, solitarios y sofocantes) y el imperio de lo primitivo (casi mítico), sus finales apuntan en direcciones opuestas…
De resto sólo falta esperar a que salga al mercado la adaptación de Hillcoat de “The Road” que se encuentra en pre-producción.
Este libro lo han mencionado tanto en los comentarios de este blog que ya estoy antojadísimo y más con el par de fragmentos que Camilo puso pertinentemente en esta reseña. Así como la describe la novelita parece toda una golosinita.
Esa figura, el polisíndeton, fue magistralmente utilizada por Carlos Fuentes en “Cambio de Piel”, una de mis novelas favoritas. Él suele utilizarla bastante y lo que hace es meter al lector en un tobogán incontrolable, lograr un ritmo vertiginoso y exquisito.
Así como la describen me pareció cercana a “Esperando a los bárbaros” de JM Coetzee, talvez por el contexto medio desértico y la violencia… Habrá que pegarle la revisada a la novelita. Suena bastante bien.
Lucaz: 1) A mí La historia de Horacio me gusta. También soy bastante "fans" de los cuentos de El rey del Honka Monka.
2) La peli se encuentra en Blockbuster, entre Hostal 3 y El hermano de Santa Claus.
No te deliques: te queremos, te necesitamos para que le pongas a este blog su verdadera estarura intelectual.
Burgos, thanks again. Ya te expondré por que no me gusto mucho el final de Primero... lo que es cierto es que don Tomás tiene pluma grande y firme.
Ya ven como se manipula de fácil a un homosexual latente, fue solo provocarle celos y voila!!! apareció (habrá algo más peligroso en la cultura que un feo narcisista?). Ahí les dejo a Willy, aunque amenaza con irse..
"Primer escritor de la historia en hacerse un sicoanálisis público, por medio de su lista de contactos electrónicos. Llegado a Estados Unidos a través del hueco, en la frontera con Mexico, William Zapata Montoya es lo que suele llamarse un espalda-mojada, uno de aquellos latinoamericanos que lograron el sueño americano tras largos días en el desierto."
No voy a comentar nada más.
Saludos,
Maria Luisa Ortiz
Andrés Montoya.
buena por este post, esta genialisimo
sugerencia: hacer un post de Thomas Pynchon,deberia ser una delicia, Against the day es tan pero tan bueno, que aun releo fragmentos de ahi :)
Tu entrada me ha gustado: como siempre.
Pynchon es otro cuento...estoy tratando de cogerle el ritmo a "Gravity's Rainbow" y no he podido. Tal vez sea un libro para leer traducido a la lengua materna de uno, pues su lectura en Inglés me está dando trabajos...O, tal vez, deba intentar con "Against the day".
Hablando de cine, y contradiciendo a Don Vallejo, ahora hay otra adaptación literaria que promete: "There will be blood"...
Burgos, ahí tengo el mamotreto de Pynchon en tu lengua materna y en la edición de Tusquets, la de Grijalbo de la BLAA es ilegible. Me animé en diciembre y lo compré, a la orden por si desistís definitivamente de la edición en Inglés.
Andrés, está casi todo en el sótano de descuentos. Mañana arrimo y le cuento más.
Pablo, comentario certero, buscaré a Caldwell.
De libros de bolsillo (mal editados por cierto los que me tocaron a mí) e historias del oeste, las únicas que he leído son las de Marcial Lafuente, si mea culpa, y me voy antes que los eruditos integrantes de este club me caigan a hostias jajajaja
Camilo con este fusilado ya tengo otro buen consejo para seguir, ahora que lo pienso violencia, sangre, calor y polvo van muy de la mano con el sexo, sobre todo el polvo.
Un beso aprendiz para Ti y los demás buenos maestros que encuentro aquí
Lucaz: no se, yo desde que mejore mi ingles he empezado a releer muchos de las traducciones que habia leido en espanhol como A confederacy of Dunces y te aseguro que uno encuentra una riqueza mayor que en la traduccion. Incluso, dentro de los errores de traduccion mas grandes que he conocido esta la llamada Metamorfosis de Kafka, realmente la traduccion mas correcta desde el aleman no es Metamorfosis sino Transformacion. Claro, obviamente en algun momento uno lee traducciones por limitacion del conocimiento de lenguajes, pero si uno conoce otro idioma diferente al natal es muy saludable leer la literatura en dicho idioma. Ademas de ser enriquecedor :)
La señora que ganó Nobel el año pasado es cuento aparte. En ocasiones es tan feminista que aburre... en ocaciones no, ella aburre todo el tiempo.
Y sí, he eliminado un par de comentarios antes, a lo más tres, pero era que promocionaban productos u otros blogs que nada que ver con este, o porque trataban cuestiones demasiado personales que no le interesan a nadie.
Gracias a todos por comentar y abrir los asuntos hacia otros autores, traducción, género y escritura... Estoy encantado.