Menciona uno al Tuerto López y apenas llega a la memoria de unos pocos, como mucho, la imagen de unos zapatos viejos. Lástima. Comencemos entonces con cuatro datos no muy conocidos sobre el poeta: su nombre completo era Luis Carlos Bernabé del Monte Carmelo López Escauriaza. Al tiempo que hacía el bachillerato estudió en la Escuela de Bellas Artes con el pintor Epifanio Garay. No era tuerto sino bizco, como él mismo indica: “bisojo, medio cínico, de cáusticas sonrisas de Voltaire”. Su trago favorito era el anís de coco, que tomaba a sorbitos; pocas veces se le veía sin un cigarrillo ensartado en una boquilla o entre las pinzas que él inventó para fumar.
Otros más: apenas estuvo una vez en Bogotá; fue cónsul de Colombia en Múnich y en Baltimore; fundó un periódico con su hermano, La Unión Comercial, que tuvo que cerrar al año y medio porque le fueron retirando la pauta (era algo incómodo y armó desde allí no pocas peleas). El Tuerto López canceló de una buena vez el modernismo en Colombia: publicó su primer libro, De mi villorrio, en la imprenta de la Revista de Archivos en Madrid, 1908, y el mismo año en que publicó su tercer poemario, Varios a varios (Madrid, Pueyo, 1910), el poeta Enrique Gómez Martínez expedía la partida de defunción definitiva del movimiento con su célebre poema “Tuércele el cuello al cisne”. Tiempito después López le escribió a su admirado Unamuno: “Le he retorcido el pescuezo al pollo; póngale usted la salsa, don Miguel”.
Creo que sus contemporáneos nunca le perdonaron su franqueza, su jugueteo inteligente con la palabra y la rima. Para ellos, tan académicos, tan “lánguidos camellos”, al decir de uno de sus poemas favoritos, López no pasó de ser “simple versificador de chistes”, “grosero y audaz”, “sonetista pueblerino”…
En fin, para mí el Tuerto López es, al lado de León de Greiff y otros dos que no voy a mencionar por ahora, el más grande poeta colombiano del siglo XX. Quiero antojar a los lectores de esta página con esta selección de sabrosa lectura. La viñeta es de Elkin Obregón, especial para el ojo en la paja.
Selección de poemas
Mientras llueve
No me deja
salir el aguacero
pertinaz. Y en la tísica calleja,
debajo del alero,
se queja un organillo. Dulcemente
me arrulla con su queja
mimosa el organillo plañidero,
mientras yo mentalmente
musito dormitando: No me deja
salir el aguacero
pertinaz. No me deja
salir el aguacero.
Tarde de verano
La sombra, que hace un remanso
sobre la plaza rural,
convida para el descanso
sedante, dominical…
Canijo, cuello de ganso,
cruza leyendo un misal,
dueño absoluto del manso
pueblo intonso, pueblo asnal.
Ciñendo rica sotana
de paño, le importa un higo
la miseria del redil.
Y yo, desde mi ventana,
limpiando mi fusil, me digo:
--¿Qué hago con este fusil?
Un caso
Mi parienta, magra y fría,
solteronamente fea,
con nostálgica atonía
piensa en cosas de su aldea…
Quiere vivir con su cría
de palmípedos. Desea
manejar en la alquería
diariamente la polea
del pozo, oír en ayuna
su misa y tragarse alguna
que otra eucarística oblea,
sin tiznar el pensamiento
con el sexto mandamiento
pornográfico. Así sea.
In pace
Cruza el arroyo el solitario entierro
de un pobre. Es natural
que le acompañe un perro
bajo la indiferencia vesperal.
¿De qué murió? Sería
de bulimia, es decir,
de no haber visto la panadería
con ojos de fakir.
Y ahora va, como inútil adjetivo,
despanzurrado dentro de un cajón
de tablas de barril. –He aquí un motivo
para una cerebral masturbación.
Muchachas solteronas
Muchachas solteronas de provincia,
que los años hilvanan
leyendo folletines
y atisbando en balcones y ventanas…
Muchachas de provincia,
las de aguja y dedal, que no hacen nada,
sino tomar de noche
café con leche y dulce de papaya…
Muchachas de provincia,
que salen –si es que salen de la casa—
muy temprano a la iglesia,
con un andar doméstico de gansas.
Muchachas de provincia,
papandujas, etcétera, que cantan
melancólicamente
de sol a sol: – “Susana ven”… “Susana”…
¡Pobres muchachas, pobres
muchachas tan inútiles y castas,
que hacen decir al Diablo,
con los brazos en cruz: –¡Pobres muchachas!...
Se murió Casimiro…
Se murió Casimiro el campanero
de la iglesia rural. Y esta mañana
lo llevaron al último agujero
con tres o cuatro dobles de campana…
Se lo llevaron bajo un aguacero
definitivamente. Y quedó Juana
su sobrina, sin sol y sin alero,
¡y tan hermosa como casquivana!
… ¡Y quién podrá decir que Casimiro
no apuró sorbo a sorbo, en un suspiro
y otro suspiro, un cáliz de amargura,
conociendo la lengua viperina
de las devotas! ¡Conociendo al cura!
¡Y conociendo tanto a su sobrina!
A Rosalbina
Bien sabéis, adorable Rosalbina,
que ante vuestro mirar de ojos de gato,
me sentí como calle sin esquina,
¡bizco y sordo y maltrecho y turulato!
… ¿Por qué sois para mí luciferina?...
¡Si ha mucho tiempo estoy que disparato
bajo el piramidón y la morfina
y del bromuro y del bicarbonato!
Tanta hiel guarda el fondo de mi copa,
que hasta en un corredor del “Club la Popa”,
vuestro marido viéndome patojo
y con ganas de hacer un disparate,
me preguntó solícito: –¿Qué hay, vate?
Y yo le dije irónico: –Un mal de ojo.
Lo fusilamos de: Luis Carlos López, Obra poética, Bogotá, Ediciones del Banco de la República, 1976. Edición crítica a cargo de Guillermo Alberto Arévalo.
Comentarios
¿estará entre los que no mencina Raúl Gómez Jatín?
Salú pue.
Y mire usted, sí, está Gómez Jattin en los dos que no menciono. El otro puesto se lo disputan varios. Pocos, pero varios.
A veces, los mejores poetas, también son los más envidiados por saber ser ellos mismos.
Salud.
Que pena pues yo que parezco el agente de prensa de ese man.
LUCAZ: el dato de que fue discípulo --parece que destacado-- de Epifanio Garay no es gratuito: el Tuerto pintaba acuarelitas de aldea con palabras simples, versos sencillos. Pero hay música, música ahí. ¿Será que leyéndolos en voz alta se aprecian con más fuerza los matices que me trastornan en estos poemas? No sé, ahí le dejo la inquietud...
SEBASTIÁN: bienvenido como siempre. ¿Sabe que no tenía ni idea de Castañeda Aragón? Voy a buscarlo, siempre se agradece la recomendación de un lector juicioso.
Sería grato tenerle de visita por mi blog y contar con sus comentarios respecto de mis textos.
Agradecido,
Canizales
Siempre me llevo algo bueno cuando visito tu blog.
¡Saludos!
Como lector de poesía uno no puede menos que agradecer este ejercicio de poner en primer plano una obra de tanta singularidad y valor como la de Luis C. López.
Arriesgo a decir que el otro autor de su ramillete es Jaime Jaramillo Escobar. ¿O me equivoco?