La de Carlos Patiño siempre ha sido una poesía de vistazos, de imágenes en apariencia sueltas pero que encuentran eco en hoyos profundos de uno. Poca narración en esos versos, en esas prosas poéticas tan sugerentes. También ha rondado siempre su poesía el rocanrol con trazos clásicos: leerlo es visitar la tienda de recuerdos de Graceland, aunque con un surtido más apetecible y de mejor gusto.
Pero no sólo sus imágenes, sus versos, evocan toda esa memorabilia rocanrolera: allá a comienzos de los noventa en Medellín publicó sus primeros dos o tres libros en un sello llamado Radio Ethiopia, creado por él e inspirado, por supuesto, en el disco de mi adorada Patti Smith de 1976. Lo más bonito de todo es que los publicaba para los amigos, y más bonito aún, que yo me contaba en la lista, así que por ahí tengo esos primeros buenos títulos: Canciones de los días líquidos, Tocando las puertas del cielo. Más tarde Patiño publicaría Más canciones de amor, odio y perros, El día en que le volé un dedo a David Gilmour y Estaba en llamas cuando me acosté.
Esos primeros versos publicados de Patiño eran pirotécnicos, amplios, desbordados, como un concierto de Yes o un tema de 10 minutos de King Crimson (parafernalia mítica incluida). Ahora, en Hotel Amén, lo vemos ofreciendo un concierto desconectado, para un auditorio selecto de pocas personas. Prosas breves, frases filosas, esas mismas sugerentes imágenes semicalifornianas tan de él: “De regreso a casa, la puerta queda en otra parte. Soy, cada vez más, el padre y la madre de mi padre y mi madre. Ruinas del pasado, canciones que regresan a ladrar de día. Tengo una coartada para cada sospecha y dulces palabras para cada amor muerto. / En la noche mía, temprano, late la luna” (p. 17). Ahí sus amigos, sus noches: “¿Quién acaba de pagar la ronda? No lo recuerdo. Bebemos y bebemos y bebemos. Esa seguridad del espíritu con que llenamos y vaciamos las copas ya nos hará falta mañana” (p. 37).
No voy a avanzar más porque este librito es breve. También es sustancioso, pero mejor dejar con ganas. A contravía del comentario de Gabriel Zaid fusilado en la entrada anterior de esta página, la Universidad Nacional viene publicando con disciplina y buenos criterios de selección esta Colección de Poesía, con tres series cuyos nombres no necesitan mayor explicación: Libro Recobrado, Obra Reunida y Libro Inédito. A lo que vinimos, pues. Hay buenos títulos ahí, y están al alcance de cualquiera. Y para volver con el tema de la publicación, venta y lectura de poesía, quizá los sellos editoriales universitarios sean los encargados de que siga circulando, impresa, la poesía de todos los tiempos. El Externado lleva tres años con su colección Un Libro por Centavos, que circula con El Malpensante y vende por ahí sueltos unos cuantos ejemplares. A ver cuáles más se pegan al tren.
Carlos Patiño Millán, Hotel Amén, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Colección de Poesía, 2008, 74 páginas.
Pero no sólo sus imágenes, sus versos, evocan toda esa memorabilia rocanrolera: allá a comienzos de los noventa en Medellín publicó sus primeros dos o tres libros en un sello llamado Radio Ethiopia, creado por él e inspirado, por supuesto, en el disco de mi adorada Patti Smith de 1976. Lo más bonito de todo es que los publicaba para los amigos, y más bonito aún, que yo me contaba en la lista, así que por ahí tengo esos primeros buenos títulos: Canciones de los días líquidos, Tocando las puertas del cielo. Más tarde Patiño publicaría Más canciones de amor, odio y perros, El día en que le volé un dedo a David Gilmour y Estaba en llamas cuando me acosté.
Esos primeros versos publicados de Patiño eran pirotécnicos, amplios, desbordados, como un concierto de Yes o un tema de 10 minutos de King Crimson (parafernalia mítica incluida). Ahora, en Hotel Amén, lo vemos ofreciendo un concierto desconectado, para un auditorio selecto de pocas personas. Prosas breves, frases filosas, esas mismas sugerentes imágenes semicalifornianas tan de él: “De regreso a casa, la puerta queda en otra parte. Soy, cada vez más, el padre y la madre de mi padre y mi madre. Ruinas del pasado, canciones que regresan a ladrar de día. Tengo una coartada para cada sospecha y dulces palabras para cada amor muerto. / En la noche mía, temprano, late la luna” (p. 17). Ahí sus amigos, sus noches: “¿Quién acaba de pagar la ronda? No lo recuerdo. Bebemos y bebemos y bebemos. Esa seguridad del espíritu con que llenamos y vaciamos las copas ya nos hará falta mañana” (p. 37).
No voy a avanzar más porque este librito es breve. También es sustancioso, pero mejor dejar con ganas. A contravía del comentario de Gabriel Zaid fusilado en la entrada anterior de esta página, la Universidad Nacional viene publicando con disciplina y buenos criterios de selección esta Colección de Poesía, con tres series cuyos nombres no necesitan mayor explicación: Libro Recobrado, Obra Reunida y Libro Inédito. A lo que vinimos, pues. Hay buenos títulos ahí, y están al alcance de cualquiera. Y para volver con el tema de la publicación, venta y lectura de poesía, quizá los sellos editoriales universitarios sean los encargados de que siga circulando, impresa, la poesía de todos los tiempos. El Externado lleva tres años con su colección Un Libro por Centavos, que circula con El Malpensante y vende por ahí sueltos unos cuantos ejemplares. A ver cuáles más se pegan al tren.
Carlos Patiño Millán, Hotel Amén, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Colección de Poesía, 2008, 74 páginas.
Comentarios
Burgos.
http://elespectador.com/opinion/columnistasdelimpreso/klaus-ziegler/columna-posmodernismo-dummies
MAURICIO: ¿por qué le recordó la columna? ¿muy 'posmo' el comentario o las citas? Qué miedo escribir así... Y qué buena la columna del Espectador, no la había leído. Gracias.
con tus comjentarios y estas reacciones, me provoca leer algo del Patiño este. no lo conozco. lo que más me despierta curiosidad es ver cómo aborda temas tan trillados como lo es la onda y (supongo) el rock, las borracheras y no sé si hay putas.
lo bueno es que lo das a conocer y encima creas el deseo de leerlo.
felicitaciones y muchas gracias
Vengativos?