La pregunta ¿qué libro llevaría a una isla
desierta? se convirtió ya en un cliché, pero nadie dijo que los
clichés no pueden ser divertidos. Y para los aficionados a los libros, a la
música, al cine, hacer listas de favoritos es parte del juego: alimenta la
afición y condimenta la conversación con otros aficionados. Aquí están mis
cinco libros para un naufragio.
Robinson
Crusoe, de Daniel Defoe. Roberto Bolaño como que
se lee mejor en México, Paul Auster es más emocionante en Nueva York, Reinaldo
Arenas tiene más sabor en La Habana… En la lectura también influye el decorado,
quién lo creyera. Así que debe ser muy emocionante leer Robinson Crusoe en una isla desierta, o después de un naufragio. Además,
en esas circunstancias el relato del náufrago más famoso de la historia puede
convertirse en un manual de supervivencia. Lo que Robinson hace con las
semillas, la manera en que organiza el ciclo de siembra y recolección, podría
ser inspirador e ilustrativo. Aunque creo que soy demasiado flojo para hacer
algo así, y me terminaría comiendo el libro. Pero lo leería antes.
Poesía
completa de León de Greiff. Con este libro me
garantizo largas páginas de la mejor poesía que se ha escrito en lengua
española, pero también una buena dosis de música. Puede que uno no entienda
todo lo que dice ni lo que quiere decir, pero leer a León de Greiff en voz alta
relaja el espíritu justo como lo hace la música que más le gusta a uno,
cualquiera que sea. No importan las palabras raras que usa, los latinajos, las
antiguallas: uno simplemente se deja llevar por la música que compone León de
Greiff con palabras… En la soledad de una isla deben sonar raros los versos de
su “Admonición a los impertinentes”: “Yo deseo estar solo,/ non curo de
compaña./ Quiero catar silencio,/ mi sola golosina…”.
Ulises, de James Joyce. Seis veces he intentado leer la obra maestra de
Joyce, y seis veces he salido de sus páginas sin llegar hasta el final, achantado, un poco apaleado. Siempre llego a un punto —página 60, página 80, página 100— desde el que se me hace imposible avanzar. La prosa, la historia, el
juego del narrador como que no me agarran. Me conformo con pensar que cada libro tiene su momento, y no me ha llegado
el momento de Ulises. Después de un
naufragio, solo, en una isla, sería la oportunidad perfecta: o lo leo o lo leo.
Y por ser libro que permite múltiples sentidos e interpretaciones incluso
podría releerlo, mirarlo con detalle. Sin embargo, preferiría que me rescataran
antes.
Romeo
y Julieta, de William Shakespeare. Para que allí
solo, en la inmensidad tropical o en la cima fría de una montaña, con hambre y
miedo y dolor, no se me olvide que el amor existe. Y que pertenezco a una especie que engendró a alguien llamado William Shakespeare.
Manual
de supervivencia: habilidades para la aventura en exteriores, de Colin Towell. Aunque —como ya dije— esperaría que me
rescataran pronto, hay que estar siempre preparado para lo peor. De hecho,
siempre, en cualquier situación, creo que hay que esperar lo peor, y así lo que
venga de bueno, así sea poco, será bien recibido. Alguna vez estuve ojeando
este manual, y de verdad es útil e ilustrativo. Al comienzo plantea cuatro
principios básicos de la supervivencia: protección, ubicación, agua y comida. Y
despliega recomendaciones para conseguirlos pronto en una situación de
supervivencia. Claro que, como el mismo Towell señala, se necesitan cuatro
factores para sobrevivir en una situación así: conocimientos, capacidad,
voluntad de sobrevivir y suerte. Me conformo con las dos últimas.
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