El enterrador, de Thomas Lynch



Ante las Grandes Preguntas, al enfrentarse al Delicado Momento que es la muerte de una persona cercana algunos podrán buscar consuelo o compañía en la Biblia, en el Corán, en el Tao Te King, en el Talmud, en los libros de Paulo Coelho o en los de Walter Riso o en la línea caliente de Walter Mercado. Yo sugiero leer El enterrador, de Thomas Lynch.

Como su trabajo, director de pompas fúnebres, este es un libro que trata con los muertos para acompañar a los vivos. Insiste en que lo que se haga con los muertos a los muertos no les importa, les importa a los vivos: “una vez esté muerto no hay nada que se le pueda hacer a usted o para usted o con usted o sobre usted que haga algún bien o algún mal […] Una vez esté muerto suba los pies, dé por terminado el asunto y deje que el marido o la señora o los niños o una hermana decidan si lo entierran o lo queman o lo disparan por un cañón o lo dejan secar en cualquier zanja. No será su día para verlo, porque a los muertos no les importa” (p. 31). Otro tema recurrente es que tendemos a deshacernos lo más higiénica, rápida y económicamente posible de nuestros muertos, pero aquí está su palabra para enfrentarnos de la mejor manera a lo que implica morir, a lo que representa que alguien muera.

Y cuando digo de la mejor manera es porque Lynch es tan absolutamente práctico que llega a ser cínico: “Durante su primer año de viudez se sentaba en su silla, con el corazón dolorido, a esperar que el otro zapato cayera” (p. 43); su pueblo, Milford, “Es un buen lugar para levantar una familia y para enterrarla” (p. 143); “el bon vivant flotando en su bañera necesita el cielo tanto como cualquier otro ombligo” (p. 116), “los funerales presionan las narices contra las ventanas de la fe” (p. 115)… Pero no por eso deja de ser compasivo: lleva más de veinticinco años enterrando a sus vecinos, y sabe qué decir.

En esta suerte de ensayos-memorias escribe con un ojo en la tumba y otro en la vida actual. La muerte, el oficio de enterrador, el dolor de los deudos y las buenas maneras ante el, de nuevo, Delicado Momento (la frase es de Sabina) le sirven para exponer sus casi siempre acertados comentarios sobre la América contemporánea –que por extensión, ay, es la vida contemporánea, la de todos–, sobre los centros comerciales, desarrollo urbano, dietas, formas de pago, costumbres. Él siempre está viendo más allá: “Mi esposa y yo salimos a caminar por las noches. Ella ve los detalles arquitectónicos de las casas de estilo neogriego, reina Ana, federalista y victoriano. Yo veo el garaje donde dos profesores, casados hace años y sin hijos, conocidos por sus habilidades para el baile de salón y sus esmeradas maneras, fueron encontrados asfixiados dentro de su Oldsmobile. Recuerdo la caligrafía perfecta de la nota que dejaron explicando su temor a la vejez y la enfermedad […] ella ve escenas agradables en las ventanas, la luz cálida de una habitación donde, con demasiada frecuencia, yo veo vacío y ausencia, la oscuridad donde la luz se apaga. Nos llevamos bien” (p. 145).

Podría parecer, según lo que acabo de citar, que Lynch habla siempre de negro, con sombrero y corbata de lazo. Y sí, habla como si siempre estuviera de etiqueta (es poeta y sus frases muchas veces son versos, muchas son epigramas, aforismos), pero en medio de tanta pompa destella un humor que es para quitarse el sombrero (y la imagen no quiere ser un lugar común: ¿qué hacía la gente que usaba sombrero cuando pasaba un cortejo fúnebre?): “Me alegra que no sea por experiencia personal poder decir que nada desinfla tanto un buen funeral como que el ataúd se desfonde” (p. 236); “Los féretros son los delgados, octagonales, casi siempre de madera, y corresponden muy bien a la forma humana antes del advenimiento de la era de la comida chatarra” (p. 237), “Cuando mi esposa se fue de la casa hace algunos años, mis hijos se quedaron conmigo, igual que la ropa sucia” (p. 35); “Si las mujeres a los veinte cambian favores por poemas y se entusiasman con el trabajo fácil de las musas, a los treinta se vuelven recelosas y a los cuarenta lo consideran una invasión a su privacidad y políticamente incorrecto” (p. 92); “Me senté en el muelle que daba hacia la playa. Vi pasar cuerpos firmes trotando en colores primarios o caminando con sus perros de diseño bajo la luz de la mañana” ( p. 132).

Frases tan sabias, tan bien escritas, que dibujan tan claramente una imagen, o recuperan una anécdota y la combinan con una reflexión exacta sobre los más profundos asuntos de la existencia… releo este párrafo y tiendo a pensar que estoy describiendo un libro sacro, fundacional, como la Biblia o los otros que cité al comienzo. ¿Estaré exagerando? No sé, pero si de mí dependiera yo le daría el Nobel a Thomas Lynch, así de sencillo. Y para terminar ahora sí antes de que siga dejándome llevar por el entusiasmo, debo disculparme: es que hace un buen par de años no lloraba al leer un libro. Miren por dónde, justo desde la primera vez que leí El enterrador.

Thomas Lynch, El enterrador, Bogotá, Alfaguara, 2004, 258 páginas. Traducción impecable de Adriana de la Espriella.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Casualidad. Lo tengo en mi mesa, listico, para empezarlo después de Huckleberry. Además, cómo no leerlo, después de semejante reseña. Lectura imprescindible, creo, en este país de enterradores seriales.

Saludos Camilo,
Andrés M.
martín gómez ha dicho que…
Camilo, estamos ante un libro fabuloso al que siento que no se le prestó mucha atención cuando salió. Ojalá que entradas como ésta sirvan para llamar la atención sobre él.

El enterrador es un libro que deberíamos leer todos los que tenemos una herencia católica para revaluar nuestra patológica relación con la muerte. Me habría venido bien tenerlo a la mano hace un par de semanas, cuando me llamó mi hermanita a decirme que mi abuela acababa de morirse.

¡Qué entrada más bonita y bien lograda!

Un abrazo.
Martín.
Martín Franco Vélez ha dicho que…
Es cierto, ¿cómo no leerlo después de estas palabras? Me encantó la reseña: bella y emotiva. Repito, ¿cómo no leerlo? ¡Lynch, espérame!
Samuel Andrés Arias ha dicho que…
Hace un mes lo saqué de la biblioteca Virgilio Barco. Lo leí y me pareció una maravilla. Es una justa y, paradójicamente, viva reflexión de la muerte y de quienes viven de ella.
Ahora que ya lo regresé mi biblioteca personal lo está demandando.
Camilo Jiménez ha dicho que…
Hay que tenerlo. A mano, en la mesa de noche. Debería ser un vademecum, en el sentido más clásico del término: ese libro que "va conmigo".
GABO ha dicho que…
Creo que la escritura sacra no hace una "reflexión exacta sobre los más profundos asuntos de la existencia", simplemente narra hechos. La Reflexión viene después.

Pero volviendo al asunto, el título del libro me hace recordar un bambuco de Julio Flórez, del mismo nombre, en el que el enterrador llora porque tuvo que enterrar a su propia hija.

Se ve bien el libro. ¿Dónde se consigue?
juan ha dicho que…
¿six feets under?
Unknown ha dicho que…
Desde hace mas de un año , lo tengo en la mira.
No se que me ha pasado que ha sido relegado en la escala de prioridades literarias, pero ya es hora de ponerme serio.
Camilo Jiménez ha dicho que…
El creador de "Six Feet Under", Allan Ball, ha dicho en numerosas entrevistas que la inspiración para la serie le vino de tres libros: "The American Way of Death", de Jessica Mitford (que Lynch menciona en "El enterrador"), y en las dos colecciones de ensayos de Thomas Lynch, "El enterrador" y "Cuerpos en movimiento y en reposo". De este último, también traducido y publicado por Alfaguara Colombia (gracias, muchachos), fusilé el año pasado el primer ensayo.
yacasinosoynadie ha dicho que…
este libro, junto a Ebano deRyszard Kapuscinski fueron los dos descubrimientos mas hermosos que le debo al profesor Javier Fandiño (al que actualmente reemplazas Camilo) a mi me gustó MUCHISIMO mas Ebano, creo que es mas mi estilo..... Pero el enterrador tambien es lindisimo.
GABO ha dicho que…
¿Lindísimo?
Anónimo ha dicho que…
Ya estaba haciendo falta alguien que cogiera las banderas de doña Lucila González de Chávez y empezara a corregir bobadas. Gracias, GABO. ¿O Gabo?
Anónimo ha dicho que…
Camilo, volviendo al tema. Me comentabas el otro día que El enterrador estaba difícil de conseguir, si mal no recuerdo. Y bueno, todo se debe al caníbal mercado de novedades. Te imaginarás lo relegado y escondido que debe estar este buen libro que ya lleva cuatro años en el mercado. Se consiguen un par de ejemplares en cada librería. Así que tendrás que decirles a tus ex alumnos, y a todo el que esté interesado, que vayan a peregrinar por las librerías y a revolcar estantes.
Si esto no funciona, nos vamos a saquear esa bodega. Todo sea por conseguirlo.
C.
Camilo Jiménez ha dicho que…
Hace como 15 días el encargado de la librería de la Javeriana llamó a la editorial, y le dijeron que había alrededor de 250 ejemplares de El enterrador en la bodega de Alfaguara. Creo que si uno pregunta en una buena librería y no está en su stock puede pedir que llamen a la editorial y repongan algunos ejemplares. Ojo: dije "buena librería"... o sea que ni en la Panamericana o en la Nacional hacen esto.
GABO ha dicho que…
De Nada, maría moliner. Y sí,es Gabo. Pero el servidor no me pone la mayúscula incial. Jeje
yacasinosoynadie ha dicho que…
Es verdad Camilo. La única forma en la que pude conseguir Los amores difíciles de Italo Calvino, fue que la gentil e hiperactiva señora de la tienda Javeriana llamara a la editorial… 8 días después me tenían el libro listico y calientito.

PDT: Gabo, si te pones en el plan de corregirme errores te vas a cansar hombre, los cometo cada nada y mas cuando comento en un blog.
Qué palera Camilo.Qué palera en esa reseña de El Malpensante.
Doloran. El Dolor le tiene miedo a Doloran.
GABO ha dicho que…
¿Error? Yo no corregí ningún error, simplemente me llamó la atención que alguien calificara un libro como "lindísimo".

Pero ya estoy recibiendo mucho palo por todas partes por habérmelo preguntando.Así que ya no voy a discutirlo.
yacasinosoynadie ha dicho que…
no habrá inconveniente en lo sucesivo.
Anónimo ha dicho que…
Desde hace años me ha interesado el tema de los funerales desde la óptica de la sociología. Dos cosas me han encantado: Los libros de Thomas Lynch y las conferencias de Juan Renedo, un especialista español que da conferencias sobre Marketing de Cementerios y Funerarias.
Carlos Poller
www.eseneg.com ha dicho que…
Excelente libro, lo conocí en las conferencias de Juan Renedo en Madrid, sobre gestión y marketing de casas funerarias.

Juan Carlos