En poco más de 300 páginas esta novela contiene prácticamente todo lo que hizo visible en el mundo a la narrativa latinoamericana de los últimos 30 años: una saga de familia –los Cabral–, un dictador estrafalario –Rafael Leónidas Trujillo–, un protagonista excéntrico –Óscar Wao– y, por último, la más conspicua: un lenguaje exuberante. Pero también tiene mucho de la narrativa gringa de los últimos años: ritmo salvaje, referencias cultas y pop, humor, frescura y estructura compleja, el ojo puesto en los detalles, un narrador vigoroso que ensaya varias perspectivas para tratar la peripecia.
Una página o a ratos menos, un párrafo, una frase, un punto y coma, separa la prosa del Siglo de Oro español de una canción de Calle 13: “¿Qué bróder viejevo no ha intentado regenerarse con la alquimia de una chocha joven? Y si lo que ella le contaba a menudo a su hija era cierto, entonces Beli tenía una de las cucas más finas del mundo. Solo el istmo sexy de su cintura podía lanzar mil yolas al mar, y mientras los muchachos de clase alta podrían tener quejas de ella, El Gángster era un hombre de mundo, había singao con más prietas de las que podía contar. A él no le importaba nada esa vaina. Lo que quería era chupar los pechos enormes de Beli, metérselo en el toto hasta dejárselo como un pantano de jugo de mango, malcriarla hasta que desaparecieran Cuba y su fracaso” (p. 123). Así es la cosa. O así: “Varada en aquella oscuridad creciente, sin un nombre, una dirección o un pariente en el Palacio,
La vida de Óscar Wao es breve, sí, pero no tan maravillosa: es un nerd gordo y negro que nace, crece, crece, no se reproduce y muere. Joven, a los veintipico. Su vida transcurre entre New Jersey –el barrio y la universidad, Rutgers– y República Dominicana, a la que va poquísimo. Durante muchas páginas atormenta al lector saber quién está contando esta historia; el narrador apenas viene a identificarse en el capítulo 4 y no, no voy a decir acá quién es. Se pregunta uno qué datos de esa vida anodina pueden ocupar 300 páginas, pero ya lo dijimos: esta es una saga de familia, así que el narrador se va hasta el abuelo de Óscar y de su hermana Lola, el doctor Abelard –y de paso nos cuenta intríngulis de la isla durante el trujillato–. Este narrador toma un desvío para contar la historia de su madre, Beli, en un capítulo inmenso: “Todos los barrios tienen su tetúa, pero Beli las dejaba chiquitas a todas. Era
Óscar Wao entra como último a la fila de personajes incómodos, extravagantes, de esos que no caben en ninguna parte. Marginales no por rebeldes sino por ridículos: Gargantúa, Alonso Quijano, Tristam Shandy, Ignatius Reilly... Cándidamente ridículos, quiero decir, y que en manos de escritores geniales se convierten en inmortales. Entra a la galería con su forma de hablar plagada de antiguallas y chistes personales complicadísimos, con su gordura inverosímil, con su torpeza con las mujeres. “En el mundo real las muchachas se volvían con repugnancia a su paso. Cambiaban de asiento en el cine y en la guagua Crosstown una mujer una vez le dijo que ¡dejara de pensar en ella! Sé lo que tienes en mente, le dijo, entre dientes. Así que no sigas” (p. 248). Pero siguen más historias: aun en la última página se resuelve un cabito suelto por ahí que uno ya daba por perdido, y que nos hace cerrar esta novela felices. Ahí está, en las librerías.
Junot Díaz, La maravillosa vida breve de Óscar Wao, Bogotá, Mondadori, 2008, 310 páginas. Traducción de Achy Obejas.
Comentarios
Oye repetiste un “también” en el primer párrafo (línea 14 y 16)
Dan ganas de leerla, por otro lado, le tengo más confianza al Pulitzer que a otros premios.
Salú pue.
De Drown hay dos traducciones, y Javier Moreno ya nos advirtió que una funciona y otra no. Parece que yo tengo la que no funciona. Habrá que buscar la otra o leerlo en inglés.
La diferencia entre la traducción y el texto siempre se siente. La prosa de Díaz es muchísimo más ágil-viva que la que da la traducción. Pongo un ejemplo (dado que Camilo lo tiene en el post):
Every neighborhood has its tetúa, but Beli could have put them all to shame, she was La Tetúa Suprema: her tetas were globes so implausibly titanic they made generous souls pity their bearer and drove every straight male in their vicinity to reevaluate his sorry life. She had the Breasts of Luba (35DDD). And what about that supersonic culo that could tear words right out of niggers' mouths, pull windows from out their motherfucking frames? A culo que jalaba más que una junta de buey. Dios mío! Even your humble Watcher, reviewing her old pictures, is struck by what a fucking babe she was.
(Un detalle adicional es que, en violación con los estándares usuales, Díaz convenció a la editorial de que ni siquiera italizara las expresiones en español. Otra cosa clave del dialecto mixto que usa "el narrador misterioso" (aunque conocido por cualquier lector de Drown) es que, a diferencia del esterotipo, no usa su español debido a limitaciones expresivas o ignorancia sino como una especie de enriquecedor sustancioso de un inglés que igualmente domina.)
En fin. Mucho qué decir sobre este libro. Es una belleza.
Un saludo desde las mismas calles donde transcurre parte de la novela.
Andrés Felipe Solano
JOHAN: ¿No la han distribuido en Guatemala? Mala cosa.
ANDRÉS: claro, el fukú es otro personaje aquí. Como que sobrevuela por toda la obra, y es más: arrancamos con él y casi que terminamos con él. Otro rasgo --la maldición-- que emparenta la novela con la tradición narrativa latinoamericana.
Salú pue.
Hasta ahora van muy bien las primeras páginas. Gracias por empujarme a leerlo de una vez por todas, Cami.
C.
Y el inventario de Exopotamia lo fueron liquidando, creo, hasta agosto pasado cuando definitivamente cerraron. Lástima.
Volverá a Wao, claro, pero lo más importante es el trasfondo de la decisión: me estoy poniendo viejo.