Si juzgamos las antologías por las ausencias se rajan todas: siempre quedará haciendo falta algún autor, esta o aquella pieza tan emblemática. Lo que uno espera, entonces, es que el responsable de la antología ponga en claro en su prólogo los criterios que tuvo en cuenta para hacer la selección: por qué éstos fueron los escogidos y por qué esos otros quedaron descabezados. Y en este libro ese criterio no es claro. Lástima. Queda uno entonces con preguntas: a autores muy jóvenes (Daniel Alarcón, Samanta Schweblin) los acompañan unos cuantos que rondan los cuarenta (Pedro Mairal, Eduadro Halfon), y con ambos, autores que han sobrepasado ya los cincuenta años (Julio Paredes, Tomás González, Juan Villoro). ¿Qué es lo que determina, pues, que estas piezas sean representantes del “nuevo cuento latinoamericano”? ¿No nació ningún cuentista de valor en, por poner un caso, Colombia en los setenta? (y si el compilador considera que no lo hay, pues no lo hay y punto, y no relaja los límites de su selección para incluir autores que no son tan “nuevos”). En fin, me hizo falta saber por qué considera el compilador que estos relatos son representativos de una “nueva” cuentística latinoamericana. También me hizo falta una biografía breve de los elegidos, así como el origen de prácticamente todos los relatos: apenas el de Julio Paredes tiene información en ese sentido.
Otra característica de las antologías es que permiten conocer una variedad de registros, y esta docena de cuentos cumple ese rasgo con suficiencia. Cuentos de corte clásico, chejoviano por decir algo, en “Ausencia”, de Daniel Alarcón; en “Escena en un bosque”, de Paredes; en “Bonsái”, de Guadalupe Nettel. Cuentos algo más experimentales, como “Dochera” de Paz Soldán o el ganador del botín de oro en esta selección, “Hoy temprano” de Pedro Mairal. Dos palabras sobre este relato: como lector de manuscritos veo con frecuencia un afán marcado de algunos escritores en formación por escribir cuentos en clave cortazariana –juegos con el tiempo y el espacio, narración que desafía los límites de lo real y lo fantástico–, y casi siempre se quedan colgados en el intento. A esos escritores en formación que quieren jugar a ser Cortázar les recomiendo leer este relato de Mairal con destornillador y llave inglesa: que lo desbaraten y estudien sus recursos, sus tácticas, sus trucos. Podrían extraer varias claves.
Lo demás es cuestión de gustos, y si me preguntan diría que no voy a olvidar fácil el cuento de Gabriela Alemán, que narra la aventura solitaria de un viejo de ochenta años, negro, en Nueva Orleans, que decide ignorar los avisos de evacuación y se enfrenta solo al paso del huracán Katrina por la ciudad. Diría también que el cuento de Fuguet es vigoroso, con buen suspenso, con digresiones que, caso raro en un cuento, no sobran, como las reflexiones del narrador sobre su madre, que es amante del padre de un compañero del curso preuniversitario. Lástima que en el punto clave de esos pensamientos tres erratas –¡tres!– distraigan la atención del lector y arruinen el efecto dramático: “Me costaba verla con los ojos con que probablemente la miraba la madre de Cristóbal, que seguro le [sic] tildaba de puta o algo peor. Uno crece con la idea que [sic] las amantes son las malas, son aquellas que destrozan las familias y no les importa nada. Lo complicado es cuando tu madre es la otra mujer, es la amante, es que la [sic] está remeciendo lo que ya está destrozado” (p. 52). Diría que me sorprendió el relato de Pedro Mairal, de quien no había leído nada y de quien voy a buscar obra. También contestaría si me preguntaran que el relato de Samanta Schweblin sobra: es más bien una anécdota bien contada, y algo va de eso a un cuento.
Si me preguntan qué me llamó la atención, contestaría que muchos relatos tocan el tema de la migración o suceden en lugares que uno no espera cuando ve en la portada las palabras “cuento latinoamericano”: los de Alarcón y González tratan de inmigrantes en Nueva York, el de Alemán sucede en Nueva Orleans, el de Halfon recupera la historia de un abuelo en la Europa de la Segunda Guerra Mundial, en el de Nettel un matrimonio japonés se encuentra y desencuentra en un jardín de ese país… No están pues las temáticas o los espacios que uno asociaría con esa combinación de palabras de la portada, y esa es una bonita sorpresa. Otra, las citas sobre el cuento al reverso de esta edición de Cara y Cruz, a las que considero habría que darles más espacio y reducir un poco el del extenso y no muy útil –a mi parecer– cronograma que aparece allí.
Con sus ausencias y sus alcances, con sus piezas memorables y otras pocas olvidables, son doce cuentos que vale la pena leer para conocer algunos aspectos del cuento latinoamericano reciente. Que sea representativa o dé un panorama completo del asunto… no lo creo.
Luis Fernando Afanador (selección y prólogo), El nuevo cuento latinoamericano, Bogotá, Norma, 2009, 196 páginas. En el reverso: A propósito del nuevo cuento latinoamericano, 54 páginas.
Comentarios
Saludos desde Baires,
APG
http://pedromairal.blogspot.com/2007/03/hoy-temprano.html
Un saludo,
Andrés Felipe Solano
Una cosa que me parece importante resaltar de la lista de autores es que (al menos los que usted menciona) no son novelistas que escriben cuentos ocasionalmente sino escritores que han cultivado la narrativa breve con mediana seriedad. Lo mismo no puede decirse de la antología El futuro no es nuestro, por ejemplo.
Salú pue.
salud, capitán.
Seguro tiene razon, la novelita debe ser una porqueria, pero ¿acaso las editoriales grandes no publican porquerias dignas de una reseña emponzoñada como la de el malpensante?
Pero entonces, ¿todo dependiendo de qué?
Para meditar, ¿no les parece?
ANDRÉS FELIPE: a por ella. Gracias por el dato, este fin de semana la compro.
JAVIER: lo mismo destaca, me parece que con tino, Afanador en el prólogo: son cuentistas de oficio, tradición marcada en el continente.
JOHAN: creo que todos tienen las virtudes necesarias para estar en una muestra como la presente. Y lo de tener agente o no... da visibilidad, pero no talento, que se tiene o no se tiene. ¿No le parece?
Don SINAR, bienvenido de nuevo por acá. Anda bien perdido usted. Por favor, pásenos los datos para encontrar el texto de Mairal que recomienda, si le es posible.
LUCAZ: "Habrá una vez" salió hace unos buenos cinco, seis años, y es excelente (todavía recuerdo muy vívidamente un relato sobre una dominatrix: extraordinario). La de Giraldo, como prácticamente todas las que hace, sí: es floja.
PELÁEZ: creo que en Semana Afanador escoge lo que reseña. En El Malpensante le sugerimos un par de títulos y él escoge. La de la editorial independiente le pareció mala, y ahí lo manifestó, así de sencillo. Y si le parece que se le fue con toda a Fondoblanco, espere la de este número que está circulando, sobre la última novela de Mario Mendoza...
LUIS H: efectivamente, coincidimos en los gustos aunque no en todos: a mí me gustó mucho el cuento del ganador del Pulitzar que apareció en la antología de Bogotá 39, que es un fragmento de su estupenda novela "La maravillosa vida breve de Oscar Wao".
JUAN: yo no creo que haya dos reseñistas distintos en Afanador. (Para mí es el mejor del país al lado de don Luis H.) Creo que pasa lo que le contesté a Peláez: en un lado escoge (y escoge recomendar buenas lecturas), en otro da su comentario franco --y con más espacio para explayarse-- sobre una obra asignada. Nada más.
http://www.letralia.com/209/articulo02.htm
por favor, no se vuelvan el Icontec de la literatura
Camilo, con tu permiso más tardecito te cuelgo mi top ten de reseñistas colombianos.
salud.
Aquí va mi top ten que no incluye (aunque lo merecen) al dueño del blog por razones obvias y a Mario Jursich quien lamentablemente “dejó el vicio” de escribir reseñas.
Alberto Quiroga, ameno, culto y muy generoso, aunque un poco frío.
Álvaro Miranda, gran conocedor y evaluador de la narrativa colombiana.
Andrés Hoyos, hace días que no reseña, ahora que se retiró del Malpensante esperemos que vuelva por sus fueros.
Darío Jaramillo Agudelo y Edgar O`Hara, tengo la impresión de que son la misma persona. Sus reseñas de libros de poesía son excelentes y el lector aprende toneladas del asunto.
Fernando Herrera Gómez, no se desde cuando ejerce la crítica pero en los últimos números del Boletín me ha sorprendido gratamente.
Jaime Jaramillo Escobar, a X-504 cuando un libro no le gusta no le gusta en serio, cicuta pura; escribe eseñas de poesía, historia, libros de viaje, monografías de municipios etc.
Juan Gabriel Vásquez, reseñando jueque lo conocí y me hice seguidor de su obra. Muy lúcido y contundente, sin duda también es un gran lector.
Luis F. Afanador, en Semana le tocó bailar con la más fea: reseñar para gente que –en su mayoría- no lee ficción. Debería ser más provocador en ese medio, inquietar más respecto a la literatura a los Yuppies y funcionarios que la leen. En el malpensante le va mejor, ahí si escribe con más gracia y contundencia.
Luis H. Aristizábal, el más ameno de todos, da la impresión de haberlo leído todo.
Santiago Londoño Vélez, de lo mejor para juzgar libros de arte y de historia del arte colombiano, tiene mucho humor negro.
También hay escritores jóvenes que sacan buenas reseñas (Correa, Solano, Robledo, a veces Charry) pero no se les podría catalogar como críticos profesionales. No me queda mucho tiempo de leer historia universal e historia de Colombia, pero en esa disciplina hay tres excelsos orientadores de lecturas, son Jorge Orlando Melo, Adolfo Meisel Roca y Eduardo Posada Carbó. Algunos de los listados (Luis H, Herrera y otros) también reseñan libros de esta disciplina.
Va un abrazo y de nuevo gracias por el aporte, estimado.
Lo que dice en el prólogo es lo que se ha repetido en América Latina desde hace cincuenta años: “sin el cuento, la literatura latinoamericana no tendría el mismo valor”. Semejante obviedad la grita Afanador como si fuera una revelación. En una reseña que anda por ahí yo ya había advertido que eso mismo es válido para la poesía. La frase se puede cambiar por: “sin la poesía, la literatura latinoamericana no tendría el mismo valor”. Y quite usted poesía y ponga novela y el resultado es el mismo. Quite novela y ponga música. Quite música y ponga lectores. Y así hasta el infinito con lo que se le ocurra.El prólogo, ya digo, es de una grotesca obviedad. Los textos de Chejóv, Cortázar, Carver, Borges, Poe, están en todas partes y no creo que haya representado ningún esfuerzo investigativo. ¿Nuevo cuento latinoamericano? La novedad, dice Afanador, es el sesgo personal y algo de espíritu de época. ¿Pero acaso eso no es lo que identifica a toda obra de arte? Desde Las mil y una noches hasta Mario Vargas Llosa (o García Márquez) por citar sólo a un escritor que el lector identifique fácilmente, los cuentos llevan cierto “sesgo personal” y están impregnados de “espíritu de época”.
No hay nada nuevo aquí. Ni los temas, que son los mismos de siempre desde que existe la literatura. Ni los autores, que hace cincuenta años pasaron por la adolescencia. Ni las fórmulas de construcción del relato que, por ser fórmulas, ya son cosas viejas. Este es un nuevo libro sobre el viejo cuento del “nuevo cuento latinoamericano”.
Pienso que el error esta en ser tan pretencioso: es descabellado salir a decir que la antología de uno representa al NUEVO CUENTO LATINOAMERICANO… es como quien sale a decir: “ESTAS SON LAS 10 MEJORES NOVELAS DE LA HISTORIA” en eso todos vamos a tener peros, la prueba se encuentra devolviéndose un poquitín en este blog cuando varios asiduos visitantes pusieron sus listas y, aunque coincidían en algunas, no hubo una que fuera idéntica a la otra… En ultimas sería mejor un poco de sinceridad, yo preferiría una antología que se titule: “Los mejores cuentos latinoamericanos según Luis Fernando Afanador”, en ese caso uno iría a la fija, a darse cuenta que tanta compatibilidad de gustos tiene con el tipejo y ya.
por lo pronto, aquí tienen la oda al culo, del señor mairal. saludos.
http://elenjambreazul.blogspot.com/2008/02/el-culo-de-una-arquitecta-por-pedro.html
Los pinnípedos progresivamente se vuelven antropófagos y amenazan acabar con la población.
Disculpen mi vaguedad, esta lectura fue hace más de diez años y la reciente avalancha de temas apocalípticos me ha hecho recordarla.
A alguno de ustedes les es familiar este cuento? Alguien conoce su autor o la antología que lo recopila?
Saludos cordiales,
Feki
Este es un fragmento.