En virtud al comentario publicado por Héctor Abad en El Espectador sobre Necrópolis, de Santiago Gamboa, podría yo decir que leímos novelas distintas. Porque donde él ve historias “con mucha carga poética” yo veo historietas cursis. Ahí donde él ve un escritor que “domina con más perfección el ritmo de las historias, los recursos narrativos para conseguir que nunca decaiga la atención”, yo veo en algunas partes eso, pero también le veo las costuras: diálogos impostados, poco naturales, pomposos; frases francamente feas; salidas en falso de algunos personajes. Mientras Abad caracteriza la prosa de Gamboa como “un río de corriente rápida, que sortea con rapidez cualquier escollo, que te lleva de la mano hasta el final sin que siquiera te des bien cuenta de lo que ha pasado”, yo estuve a punto de bajarme de ese barco no una ni tres ni ocho veces, sino muchas más, fastidiado por pasajes mal compuestos, pobres recursos retóricos y estilísticos, prosa descuidada.
Pero no. Según el resumen que él hace en su reseña, sí parece que leímos la misma novela: un escritor colombiano medio retirado recibe una invitación para asistir a un congreso de biógrafos en Jerusalén. La ciudad está en guerra, y mientras los invitados van contando sus historias –propias y ajenas– se oyen los bombazos y las ráfagas de fusil. La historia más importante es la de José Maturana, cofundador de una iglesia evangélica latina en Estados Unidos, envuelta con el tiempo en casos de sodomía, malversación de fondos y tráfico de armas. Ocupa este relato tres capítulos completos de la novela, y por momentos la voz de Maturana quiere recordar la de Oscar Wao, el personaje creado por Junot Díaz en esa excelsa novela que ya comentamos por aquí. Pero no nos engañemos: nunca Maturana va a alcanzar el tono sostenido, gracioso y exuberante de Wao. A ratos es profundamente Caribe y barroco, a ratos ramplón y barriobajero, a ratos como de profesor universitario: no se sostiene. No es ni coherente ni verosímil, dos pecados que no puede cometer un escritor como Gamboa con sus personajes: “Pero esto duraría poco, mis pana-oyentes, y es aquí donde la historia empieza a llegar a su alta mar, porque unos meses más tarde, en una de esas noches de paseo nocturno mío post-cena [hágame el favor], caminatas digestivas de reflexión y profundo análisis sobre el discurrir de los días [hágame el condenado favor], me encontré un perro que debía haberse extraviado y que estaba a punto de morir de hambre, pues ya estaba tendido debajo de un arbusto, chillando como si estuviera herido…” (p. 79). Y más adelante: “traté de calmarme diciendo, bueno, debes entender, José, el tipo es de carne y hueso y también le gusta mojar la salchicha, seguro que a Don Chuchito The Big Boss también se le para de vez en cuando…” (p. 80), para rematar con “Entre aquel océano de letras descubrí la poesía y me metí con entusiasmo a aprender el sentido y a disfrutar de las frases rimadas, algo que antes, a decir verdad, me había parecido siempre una verdadera mariconada […] Ya sentía hermandad de sentido y soledad a través de palabras rimadas, y es lo vi en William Carlos William o en Whitman o en Milton, con tema religioso este último, muy bello” (p. 83). Aquí hasta este ladrón heroinómano y asesino termina convertido en delicado escritor, en diletante de las letras. Eso a veces pasa en la vida, como pasa en las películas y, claro, puede pasar en las novelas. La cuestión es que debe suceder de manera verosímil, natural, y ese no es el caso con este José Maturana de Necrópolis.
Tampoco con la actriz porno Sabina Vedovelli: una putona alocada que termina como multimillonaria sofisticada que disfruta de placeres espirituales y carnales altísimos: “Luego comimos arenques y salmones ahumados con vodka. Hablamos de cine y literatura, de Cassavettes y de George Cukor, de los epigramas de Svellnek…” (p. 387). Una mujer de mundo y desprejuiciada que en medio de su relato suelta esta frase como de alumna de colegio católico: “pasamos a una colchoneta para ejercicios y nos pegamos una fornicada espectacular” (p. 293). No me crean tan pendejo. Para no mencionar el inmenso lugar común de su desvirgada: un fotógrafo la invita a que pose para él y a medida que ella oye el clic del obturador siente la imperiosa necesidad de desvestirse. Cosa cursi y fea y repasada. Todo eso encima de los chistes tan flojos: “todo lo que hago yo, Sabina Vedovelli, es y ha sido siempre traído de los pelos, pues ese ha sido mi hábitat. Los pelos” (p. 282).
Como si los lectores fuéramos muy tontos para darnos cuenta, se nos tiene que advertir que habla Maturana al comienzo de su relato, lo mismo con los demás testimonios escuchados durante el congreso. Que no digamos que son flojos del todo, faltaba más. Por momentos hay buen ritmo, y las historias están llenas de recovecos y de imaginación. Quizá la más lograda sea la de dos ajedrecistas que renuncian a avanzar en sus carreras hacia convertirse en Grandes Maestros y terminan por preferir las partidas informales entre amigos. Pero aun en ella encuentro diálogos antinaturales, recursos retóricos facilongos, prosa deslucida: “Gunard venía a Tel Aviv y jugaban en la playa hasta que el sol era una esfera color naranja, descendía bajo la superficie del mar y parecía hundirse en el agua” (p. 220). ¿No encontró una imagen más obvia, más gastada? Pero la cosa empeora: “las vidas de ambos habían derivado a ese litoral como un banco de peces que se orienta hacia aguas más cálidas. Oslovsky le decía a Gunard: fíjate en la arena, está hecha de diminutas piedras y cristales. Cuando una de esas partículas se hunde es cubierta por otra, por otras diez, cien o mil, e igual nos ocurrirá a nosotros, ¿no crees? Al hundirnos vendrán otros, centenares de miles, y la Tierra estará siempre poblada de gente que se sentirá sola, pero puede que pasen cien años antes de que se vuelva a ver en esta playa a dos hombres jugando ajedrez” (p. 220). No voy a honrar esta majadería con un comentario. O bueno, sí: si los lectores de este blog están dudando si comprar y leer o no esta novela, los invito a que lean esta página 220 y la siguiente. Si se conmueven, adelante, cómprenla, léanla; si se indignan, pueden pasar de esta novela y aprovechar mejor su tiempo leyendo algo más alimenticio.
Encima de todo está el leit motiv que enlaza estas historias disímiles, que me pareció fácil, obvio. Un congreso de biógrafos. Ay, un pelín más de esfuerzo se agradece, y es lo que hace la diferencia entre una novela más y verdadera literatura. En Las mentiras de la noche, por ejemplo, Gesualdo Bufalino junta a cuatro personajes la noche antes de su ajusticiamiento, y los pone a contar su historia. El drama que se genera allí, en la última noche con vida de estos personajes, es lo que le da tensión literaria a esa novela. Un congreso de biógrafos para contar biografías es haber tomado el camino fácil.
Y claro, voy a terminar hablando del premio inmerecido: si esto es lo que se merece un premio gordo como es el La Otra Orilla, dotado ahora con cien mil dólares, ¿cómo serían las otras novelas? No hubiera querido estar en los cómodos zapatos de Jorge Volpi o Roberto Ampuero. A quienes después de este fiasco les creo menos y los leeré en adelante con beneficio de inventario, lo mismo que me pasó con –dolor, dolor– Cabrera Infante luego de que premiara la infame Satanás.
Santiago Gamboa, Necrópolis, Bogotá, Norma, 455 páginas.
Nota: publico otra reseña de esta novela en la edición 103 de El Malpensante, pronto en línea.
Comentarios
Hace unos días pesqué el comentario de Héctor Abad F. y, lo reconozco, me entusiasmé. Busqué la forma de leer en alguna parte algún fragmento, y justo encontré el primer capítulo por ahí volando en internet... Y pues, qué digo, desde ahí no me quedaron ganas de seguir con más.
Es que, bueno, yo no sé, no la leí completa... pero es que habían cosas que a mí me parecieron como muy mañosas para un autor con varias novelas y años encima. La excusa de la invitación al congreso en Jerusalén, desde las primeras líneas, me pareció débil, como con afán. Muy, muy excusa.
En fin, nunca he podido engancharme con Gamboa.
Algo más: Camilo, parece que revive uno de los temas favoritos de los clubes de conversación: los premios, ay, los premios.
Por otro lado, Gamboa tiene al menos dos novelas imperdibles: "Los impostores" y "Perder es cuestión de método". Nada más el perfil del profesor peruano Nelson Chouchén Otálora incluido en la primera (en el capítulo "Podrá no haber peruanos, pero siempre habrá poesía") justifica la lectura de toda la novela, y la inclusión de Gamboa en la historia de la literatura colombiana. "Perder..." expone una muy entretenida trama policíaca, con un personaje también memorable, el sargento Aristófanes Moya. Cualquiera de las dos podría engancharlo con facilidad. Hágale.
Este premio debió ser concedido a dedo, como sucede con los premios de las editoriales, por cien mil dólares recupera Norma el autor disidente y comercial. Les recomiendo a todos el siguiente blog que descubrí hace unos días, allí hay comentarios sobre Gamboa, Ungar, Rosero, Vallejo y Caballero. http://bartlebylesyeuxouverts.blogspot.com/search/label/Caballero
Por esa misma razón nunca lo he leido, para mi sería el equivalente a comprar un disco de José Gaviria, es algo impensable, algo que uno no hace por simple educación. Pero debo reconocer que el resumen que hizo Camilo me da ganas de leerme el doble hijueputa libro, es interesante el tema asi como los personaje.
Las gracias para Camilo que relacionó otra novela del "mismo" tema.
Yo, por todo el escándalo del premio, pensé que iba a ser una cosa muy buena, tipo "Los Impostores", pero bueno, habrá que leerla y juzgar por sí mismo, aunque siempre confío de elolojoenlapaja.
222082/ y casi me vomito ante tanta fanfarronería.
Camilo, en serio, me gustaría conocer su opinión. Conozco el blog desde hace 6 meses y lo leo con frecuencia.
Gracias por pasar.
Yacasi: usté sí que tiene buenas fotos. Bien.
Jajaja, buena esa, Sebastián.
Camilo, perdone el atrevimiento: ¿cuál cree que se el mejor escritor "joven" colombiano? Por joven pensaría nacidos después de la década del 60. ¿Hay alguno que de verdad valga la pena? Yo he escuchado cosas tan malas sobre todos que he preferido casi no meterles el diente.
http://www.circulolateral.com/revista/revista/espejo/091_092mariomendoza.htm
Yo no he leído Satanas (ni Dios lo quiera) pero si leí Scorpio City y La travesía del vidente además de algunos cuentos en antologías; en uno de ellos, el de la antología erótica de Planeta Aaaaaahhh, un enfermero violaba a una paciente, creo que después Almodovar lo fusiló en Hable con ella. El otro cuentico, el de la antología de los Cuentos caníbales iba de un pirata (creo que un personaje de Stevenson), y ese cuento era cercano a la atmósfera general del libro La travesía del vidente; digamos que estos cuentos medio marinos no son tan malos pero digamos que nadie se pierde de algo si pasa de ellos. La novela en cambio si es muy mala.
A ver si otros lectores juiciosos (sí, Carlos, Luis H, etcétera, es con ustedes) nos recuerdan algunos otros nombres que se me hayan escapado, o que candidaticen sin sonrojarse...
La verdad es que me da pena poner los nombres de los escritores jovenes colombianos que me parecen bacanos, pero claro que hay, son varios.
Gamboa es de la seleccion sub-50, realmente los que mas leo son los del prometedor equipo sub-40. De Hector Abad que es del equipo sub 60 a mi me gusto muchísimo Angosta, obviamente también me gusto mucho el olvido que seremos.
El otro día le pregunte a Federico Escobar por la comparación con el equipo del resto del mundo, Federico si lee muchísimo de muchas partes, pero no me respondió a mi interrogante.
"De entre el alud de novelas de género publicadas en los últimos años, señalaré tres que se escapan al lugar común. Satanás (2001) del colombiano Mario Mendoza, reconstruye la locura de un veterano de la guerra de Vietnam que asesinó a una decena de personas en una pizzería de Bogotá en 1986; la intriga es aquí lo de menos: la relación entre la literatura y el crimen, y la convulsa psicología de su personaje, la siúan en un ámbito que rehúye los mecanismos comerciales".
Eso dice Volpi.
Por lo demás me parece que el libro está muy interesante.
Juan David, he querido comprar el libro de Javier Moreno, pero dicen que ya no se consigue. ¿Será cierto? Lo busco también este fincho.
http://sentenciasinutiles.blogspot.com/2008/10/palabra-de-amrica.html
Como apunte biografico hay que decir que Javier Moreno es egresado de la escuela de ninjas del espinal, promoción del 97.
(que risa apelaez con ese man, ¿sabes la historia del libro del general?, creo que es así: García Marquez le dijo que tenía una vida como para un libro, y el general le creyo)
"-¿Tienes a alguien?
-¿De qué me estás hablando?
-Estás saliendo con alguien, estoy seguro.
-Y si así fuera qué, estoy en todo el derecho.
-Todo este tiempo has tenido otras relaciones y no has sido capaz de decirme nada.
-Yo no tengo ningún compromiso contigo.
-Siempre tuviste otras relaciones, callada, sin hablar del asunto, y yo como un imbécil convencido de que era el único.
-Si llamaste para hacer una escenita de celos, te equivocaste, es un poco tarde para eso.
-Eres promiscua y mitómana.
-Al fin en qué quedamos: ¿me amas y estás preocupado por mí, o me detestas y estás esperando cualquier oportunidad para insultarme y ofenderme?"
Como cuenta Pablo R.: uno nunca dice eres promiscua y mitómana, uno le dice: ¡sos una puta mentirosa!
Y sí, como señala al paso Carlos: estoy casi seguro de que este premio se dio más bien para recuperar al autor vendedor disidente.
Yo solo sé que los arenques son horripilantes.
Ahora, los premios… quien es quien para dar un premio? Que tipo de autoridad intelectual tienen los que dan un premio, de verdad los que dan premios son autoridades suficientes, tienen todo el conocimiento suficiente? Quien escoge a los que dan los premios, otro con mas autoridad intelectual? Como se mide eso, es posible? No creo en los premios de ningún tipo.
Y si tan mala juzgan que es... entonces el buen juez por su casa empieza... por ejemplo, ¿que tal escribir una novela que demuestre que la obra de Gamboa es el adefesio que dicen?
Espero que me perdonen, pero hay comentarios que simplemente no entiendo. Creo que Fantasmagórico y Arturo tienen algo que decir, pero yo todavía no aprendo a leer el pensamiento. Parecen borrachos o furiosos. De cuál embajador y cuák Celine habla Fantasmagórico?
¿Lo que dice Arturo es que Camilo tiene que escribir una novela demostrando que Necrópolis es mala, o si no no le cree? Agradecería más luces.
un adefesio. Hombre Arturo, yo le hacía, me siento y la escribo, pero ya pa qué si sabemos final... no la compra naiden
Lo extraño es que ese libro lo publicó el Grupo Editorial Norma para Colombia. En fin, unas son de cal...
Un saludo a todos
Jaime Andrés
Ahora bien, siempre he querido echarle una mirada ("echar un vistazo", diría el manual de estilo mencionado arriba) al libro de Pacino, y con el comentario me picó más la curiosidad.
Oí Camilo, ¿el manual de traducción dice algo asi como "fuck se traduce como coño", y asi?. Supongo que "Sos una puta mentirosa" es una frase con la que sueña todo traductor. ¿"holy bitch" acaso?
Gracias, y que pena fantasmagorico, algunas veces se ve uno obligado a utilizar palabras un poco fuertes, pero eso si, no vuelvo a decir hijueputa embajador sino cuando sea preciso, que es casi siempre.
2. De la prosa a media lengua del fantasmagórico creo entender que se refiere a que no le gusta Celine por una postura de vida, supongo entonces, su antisemitismo. En ese caso tampoco deben gustarle los grandes escritores racistas, lo que son malos padres, peores hijos, perros, drogos, borrachos, que cascan a la mujer, y todo el etcétera que se les ocurra.
3. El libro de las conversaciones con Al pacino, circuló en España bajo el sello Belaqcva que antes era como decir Norma en España, ahora creo que se llama La otra orilla. Entonces la traducción que le metieron a la versión nacional de Norma fue la misma que había hecho Vásquez para España. El otro día leí una traducción de Vásquez de Muerte escarlata de Walter Mosley en Roca y era como leer cualquier traducción de Anagrama: tío, el que, coche, etc. Es que si no se han dado cuenta ahora en Colombia ya no se culea sino que se folla y ya lo manes no tienen verga sino polla.
4. En la traducción colombiana de "Shooting Elvis", el finado Hernando Valencia Goelkel, traduce: "que lo cosan hijueputa" o "que lo cosa su madre hijueputa" (no recuerdo bien) en la traducción española del mismo libro que se llama "Buena conducta" la misma frase la traducen: "que te zurzan capullo". No se ustedes pero me quedo con la españoleta.
5. Saludo a todos.
Juan David Velez: a mí los libros de Mendoza no me convencen, pero a lanzamiento de libro suyo o entrevista que le hagan y pueda ir voy, porque me encanta como habla, tiene ideas chéveres y una sensibilidad bonita e ingeniosa al tiempo. Además tiene pinta de buena gente. No entiendo qué le pasa a la hora de escribir que no le salen las cosas tan bien, si fluyen naturalmente en él en vivo y en directo.
Carlos (supongo que Castillo), a mí me gustaría mucho (realmente MUCHO)escribirle, pero su correo de norma rebota. Cómo más puedo contactarlo?
Este servidor se permite informar
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Que no soy ninguno de mis tocayos.
Saludos desde Gdl, México.
Necrópolis no es una novela para entretener; es una historia para el análisis y la reflexión.
Bienvenido por acá, pronto reinicio actividades.
Gamboa un intelecto de peso y de primera página con mucha suerte para sus ramplonas novelas. Y eso que dejo por fuera sus dos despreciables amigos: Abad y Gabriel V. (Escritores de publicidad, no de merito) Los tres parecen “cortados con la misma tijera” para escribir historias y a Abad le faltan muchos años para tener un ritmo como el de William Ospina. Candela (hasta donde sé): un escritor a pulso de tocar puertas hasta que lo apadrinó Planeta, lo respaldó Fernando Savater y lo elogió Juan Cruz en España ¿Y en Colombia? Les dejo la inquietud.
La discusión, para no salirnos del tema ni perder la pasada por el blog, en la Unesco, un burdo (entiéndase Gamboa) contra la certeza del guante blanco de Candela y sus certeros argumentos, en ese momento me di cuenta porqué es el ahijado literario de Savater y por eso busqué Madrid y yo… una novela única, una trama que no se le ocurriría a ninguno de los “jóvenes escritores colombianos” y Candela (con lo poco que hay de él sé que no tiene ni 35 años). Por ese mismo motivo Abad no se ha atrevido a tocarlo, no se le ha ocurrido criticarlo pues Savater y Juan Cruz son dos voces con mucho peso literario como para que Abad y su triangulo amoroso lleguen a declarar lo contrario contra su obra.
Les aseguro que haber visto el encuentro y los pocos argumentos de Gamboa para expresar ideas simples dejan mucho que pensar de alguien que se denomina “escritor”, pero ese mismo cuerpo de ideas deben ser las que él tiene para “inspirarse” o para invocar sus musas literarias en sus novelas de bombillo rojo. (Parecen las memorias de un burdel)
Los que asistimos al evento salimos convencidos de algo: Los que gozan del “boom” literario y el respaldo de los medios, no le llegan ni a los tobillos al verdadero talento que trabaja y escribe sin tanto show.
Sergio Saenz
Al igual tú, tampoco encontré su pluma extraordinaria como algunos críticos la definen.
En general, la historia me pareció buena, pero a veces, en su afán de diferenciar a los relatores, fue demasiado majadero en sus lenguajes. Mucha muletilla que francamente está de más y aburre.
Con todo, el relato que más me gustó fue el de los ajedrecistas. Los demás se me hicieron muchas veces soporíferos.
El final... no me convenció mucho, como que derepente lo llamaron a comer y esbozó algo como un final.
En fin, no me pareció mala, pero por las críticas que tenía me esperaba algo mucho mejor.
Saludos
Lorena V
Ahora mismo voy como por el capitulo 22, donde ahora nuestro personaje se cree detective, y anda persiguiendo a un personaje Nestor, albañil, pero ademas super intelectual que juega ajedrez y anda desaparecido. Se me esta cayendo de las manos, y no creo poder terminar. Es compejo acomodar una historia que sea creible cuando a este personaje, que ademas dizque trabaja en un restaurante chino o coreano o lo que sea,y el dueño del mismo le da tiempo para que se vaya a pich*r. No hay derecho.
Caso aparte merecen las voces que hablan, la de Salim (otro personaje que no se lo cree ni la mama), la del escritor marroqui, o la de la prostituta rumana. La verdad, me las salte, no aportan nada, no dicen nada, estorban, molestan, por eso mismo, porque no aportan nada.
Sin mas, me despido, gracias Camilo por este espacio para el desahogo, no tenia a donde mas acudir jaja.
Saludos.
Carlos.