Este libro es un taller de literatura. No de escritura: de
literatura en general. Está dirigido a escritores, lectores, periodistas
culturales, editores, promotores de lectura, directores de bibliotecas y de
revistas culturales, traductores, prologuistas profesionales, reseñistas. Busca
un único objetivo, que es al tiempo general y específico: que dejemos la
pendejada. Que nos ocupemos de lo verdaderamente importante en este arte-oficio-negocio
que gravita alrededor de esa palabra tan gaseosa, tan de quita y pon como es literatura.
Recoge treinta ensayos breves que Vélez, bajo el
título de “Satura” —con acento en la primera a, “sátira”—, escribió para la
revista El Malpensante entre 1998 y
2003. También incluye dos cuentos breves y un ensayo extenso que abre el
libro: “El más humano de los géneros”, quizá lo más ilustrativo, entretenido y
completo que se ha escrito en Colombia sobre el arte del ensayo. Como si el
autor destapara sus cartas al comienzo y nos dijera “esto es el ensayo”, y
después nos diera unos cuantos ejemplos. Teoría y aplicación.
Pero evitemos esas palabras tan solemnes, pues no le
agradarían al autor de estas piezas deliciosas. Él mismo pone esas palabras
rimbombantes, tan del gusto de académicos e intelectuales, en la picota: “Si no
existiera la palabra conversatorio,
¿cómo más podría denominarse una simple conversación entre pedantes y
esnobistas?”, se pregunta en el ensayo titulado “El intelectual fucsia”.
Los libros para regalar, las generaciones literarias, las dedicatorias,
el alcohol y los escritores, la promoción de la lectura y las obras póstumas
son algunos de los temas de esta suerte de manual de comportamiento dirigido a
los habitantes de la República de las Letras. Pero el peso de este libro viene dado no
tanto por la variedad de temas, que son muchos, como por la gracia con que se
exponen. Por la sonoridad de sus frases, por la demoledora ironía de sus
imágenes, por lo certero de las comparaciones que usa el autor para ilustrar
algún punto.
En “El escalafón de escritores nacionales”, por ejemplo,
pide que se establezca un ranking para evitar contratiempos a la hora de hacer
declaraciones en grupo: “Cuando algunos escritores coinciden un buen rato en el
mismo lugar, invariablemente deben vencer un incoercible impulso: el de
escribir una carta abierta” (p. 39). La socarrona teoría del autor es que no se
escriben más cartas abiertas —aunque hay encuentros de escritores todos los
días— porque no hay manera de poner de acuerdo a “los abajo firmantes” sobre
el nombre que debe ir primero.
“Un disparate en la primera página” discute el afán que muestran
los escritores jóvenes o engreídos de dedicar las obras que escriben. “Un buen
escritor no escribe por amor, sino para que lo quieran más sus amigos; el mal
escritor, en cambio, escribe para que sus amigos quieran más a García Márquez”,
y continúa unas líneas más abajo: “Las declaraciones públicas de un amor
privado denotan un alma ingenua y elemental, y la mayoría de los grandes
escritores se caracterizan por todo lo contrario” (p. 52). Más adelante comenta
sobre las dedicatorias de poemas: “Resulta ridículo, además, que las palabras
de un poema se escojan con escrúpulo y cuidado, una por una, de acuerdo con su
sonoridad y prestigio, y todo para que al final, roto el hechizo, se diga: Para Mechas. Tal ridiculez resulta sólo
inferior a la del desconocido literato de provincia que, lleno de solemnidad y
automatismo, escribe al comienzo de su poema: A André Bretón” (p. 54).
En estos ensayos Jaime Alberto Vélez quiere recuperar el peso
específico de la literatura, reconocer el gran arte que entraña el trabajo literario
hecho con seriedad y buen juicio. Es un libro que separa como pocos el trigo de
la paja, lo esencial de la impostura. Qué falta hicieron sus palabras hace unos
días, cuando murió el más grande escritor que Colombia ha tenido y tendrá.
Particularmente extrañé el ensayo “Literatura de costurero”, donde pone en
evidencia a ese literato que con la excusa de comentar la obra de un gran
escritor, se dedica a comentarse a sí mismo, y en la reseña o artículo se concentra
en contar quién le regaló el libro o cómo lo encontró en una librería de viejo
en París, qué colores había en el cielo la tarde en que leyó ese libro, las
veces que tomó trago con el autor, etcétera. “El estilo del gran escritor es
inconfundible, entre otras razones, porque está imbuido de su personalidad, así
no recurra al pronombre personal de la primera persona del singular. El
escritor está persuadido, además, de que en una vida dedicada a la escritura,
‘las frases son las aventuras’, según expresión del mismo Flaubert. Un
literato, por su parte, piensa que debe hablar en primera persona para ser
alguien. A esta clase de intelectual, Nietzsche lo define perfectamente por
exclusión cuando dice: El hombre superior
no habla de sí mismo” (p. 56).
Las columnas de Jaime Alberto Vélez cada dos meses en El Malpensante nos hicieron más
perspicaces, más cínicos, más exigentes con los escritores, con los otros
lectores, con el mundo editorial. Nos señalaron dónde están las imposturas más
notables del ambiente literario, cómo lucen los farsantes, a qué debe
prestársele atención y qué puede sin remordimientos dejarse de lado. Una verdadera lástima que su autor muriera en 2003, con
apenas 52 años y una obra en plena marcha. Pero valga el reconocimiento a la Editorial Universidad
de Antioquia que trae ahora esta antología editada con pulcritud. Como le
hubiera gustado a Jaime Alberto Vélez.
Jaime Alberto Vélez, Satura,
Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, Colección Bicentenario de
Antioquia, 2013.
Comentarios
Saludos.
Camilo.
como le pasó a Sebastián, por consejo tuyo también conseguí este libro invaluable de veinte mil pesos. Solo tenía recuerdos lejanos de la columna de JAV en El Malpensante hace años (dato que consigno para darle de nuevo la razón a "Literatura de costurero"... aquí no hay quien se salve).
Tiene razón Sebastián: hay algo en él de Rossi. A mí me recordó a Tejada (y releyendo tu entrada en el blog creo que no es disparatada la relación porque esto se cumple para los dos: "Pero el peso de este libro viene dado no tanto por la variedad de temas, que son muchos, como por la gracia con que se exponen. Por la sonoridad de sus frases, por la demoledora ironía de sus imágenes, por lo certero de las comparaciones que usa el autor para ilustrar algún punto").
Gracias, Camilo. Ojalá escribas con más frecuencia; a veces es triste pasar por aquí y no ver cosas nuevas.
Y una más de JAV, que es lo importante aquí: "Para llamar fucsia al solferino se requiere cierto temperamento especial, ciertas pretensiones culturales y sociales, y ciertos modales refinados que, para un estudioso del lenguaje, pueden pasar inadvertidos. Llegar hasta el colmo de negar el rojo oscuro del origen, para fingir y aparentar el color de moda, revela también una concepción del mundo y unas pretensiones intelectuales que llevarán, de modo natural e inevitable, a decir 'posicionar', 'performativo', 'deconstruir', 'dimensionar', 'invisibilizar' y 'reificar'. Se empieza por una palabra, o un "pequeño asesinato", y se termina experto en ciencias sociales o humanas" (El intelectual fucsia).
Santiago G.